Wednesday 24 Apr 2024 | Actualizado a 02:11 AM

‘EEUU glorifica la violencia’

El director Spike Lee, enfrentado a Hollywood por marginar el cine de los negros, denuncia en ‘Chi-Raq’ la elevada criminalidad de Chicago.

/ 22 de febrero de 2016 / 17:20

Desde 2003 hasta hoy han muerto más personas en Chicago por arma de fuego (superan los 7.000 fallecidos) que estadounidenses en las guerras de Irak y Afganistán. Solo en febrero ya van 90 asesinatos. “Es la capital estadounidense de la muerte”, aseguran en Chi-Raq, la nueva película de Spike Lee, que para ilustrar esa tragedia ha adaptado Lisístrata, la sátira de Aristófanes escrita hace 2.426 años, a los barrios del sur de esa ciudad. Allí Lisístrata, novia de Demetrius Chi-Raq —el líder de una banda gangsta llamada Esparta, enfrentada a sus rivales, los Cíclopes— decide poner fin a esa sangría. Y como en la antigua Grecia, pedirá a todas las mujeres ayuda en su huelga de piernas cruzadas: “No peace No piece” (No paz, no sexo), gritan en sus manifestaciones. Sin sexo, los hombres entran en razón.

“Yo nunca he estado en Irak, así que no sé cómo es una zona de guerra, pero creo que las cifras deberían dejarnos calificar así a Chicago”, dijo esta semana Lee durante la presentación de su película en la Berlinale. A su lado John Cusack, que encarna a un sacerdote en lucha contra la violencia, recalcó: “Cada día 99 personas mueren a balazos en Estados Unidos”. El realizador ha encontrado apoyo en una fuerza de la industria, Amazon Studios, que estrenó la película en streaming, para mostrar una sociedad que, asegura, “glorifica la violencia”. “Vivo en un país muy violento, con un exceso de armas de fuego. Hay una gran batalla por dar. En Chicago hay un tiroteo diario. ¿Qué nos pasa? ¡Puede que Donald Trump sea presidente! Me da miedo”.

Spike Lee cree que no es solo un problema afroamericano. “En esto también están los blancos, porque en la muerte hay negocio. Se mueve demasiado dinero”. Sobre su voto presidencial, lo tiene claro: “Bernie Sanders es de Brooklyn, así que votaré por Bernie”. En entrevistas previas, Lee (Atlanta, 1957) llegó a calificar esta masacre de “genocidio negro autoinfligido que hay que detener”. “Seamos honestos. No podemos acusar a la Policía de asesinarnos si no analizamos que también nos asesinamos a nosotros mismos”.

Además, apuntaba que el cambio solo podía nacer desde los mismos estadounidenses: “Lo llevo diciendo desde Aulas turbulentas (1988). ¿Cuáles eran las dos últimas palabras que se oían en pantalla, dichas por Lawrence Fishburne? ‘Wake up!’ (¡Despertad!). ¿Qué es lo primero que se escucha en Haz lo que debas, en la voz de Samuel L. Jackson? ‘¡Despertad!’. ¿Y qué dice Jackson al final de Chi-Raq? ‘¡Despertad!’. Llevo décadas recalcando lo mismo en pantalla, pero la gente aún no me ha hecho caso”. Y de ahí su lamento: “Hemos fallado toda una generación cuando a un joven negro hoy no le importa morir a los 18 años. No hemos abierto el debate sobre el control de las armas, ni parece que vayamos a afrontarlo próximamente”.

El director sigue siendo un realizador visualmente impactante, pero le puede afectar el exceso en pantalla y ante la prensa. “Mis películas favoritas muestran problemas serios de forma satírica. Me encanta Kubrick”, contaba, como reflejo de su personalidad. Lee ha estado comedido en Berlín, divertido.

Aún mantiene su energía, y sentado ante la prensa, se ve cómo se revuelve en la silla: como una lagartija. Ha sabido usar el hip-hop para atacar justo a algunos de sus creadores, los gangsta rap que con la música azuzan la violencia. Lástima que en Chi-Raq intente abarcar demasiados temas y se vaya por las ramas con algunas tramas secundarias que ralentizan la acción. Sin embargo, todavía queda cineasta para rato. Y por supuesto, nadie callará a alguien que jamás tuvo pelos en la lengua.

Y sobre los Oscar y la Academia, que le ha premiado este año con un galardón de honor, apuntó: “No boicoteo los Oscar, simplemente mi mujer y yo hemos decidido no ir. ¿Por qué? En los dos últimos años en las cuatro categorías de interpretación no ha habido finalistas negros. Y se han hecho trabajos que deberían haber estado ahí. Pero el problema son los ejecutivos. Esos que se sientan en las reuniones de los estudios, los que hacen las películas, las series. Incluso si no crees en diversidad, los encargados del negocio deberían pensar en el enorme mercado que existe y dejan fuera”.

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Dejar de ser jóvenes

Danny Boyle estrena en el festival de Berlín la segunda parte de su adaptación de la novela ‘Trainspotting’, llena de melancolía por el estallido de hace 20 años.

/ 26 de febrero de 2017 / 04:00

Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos”. Así arrancaba el famoso monólogo de Mark Renton en Trainspotting hace 20 años. Danny Boyle (Manchester, 1956), su director, lo tuvo claro: eligió el cine. “A pesar de todo, de los rodajes, del hermanamiento que se produce entre los equipos, soy un tipo solitario. Me dedico a hacer lo mío”. Era su segundo largometraje, adaptaba una novela de Irvine Welsh, y ambos, filme y libro, acabaron convertidos en fenómenos de culto, retratos de una generación y productos para las masas. Todo a la vez. Y en aquella ola se subieron Boyle y un joven Ewan McGregor, que encarnaba a Renton.

La ola ha pasado. Y su resaca. McGregor y Boyle vuelven a hablarse tras años de distanciamiento por el personaje protagonista de La playa que no encarnó McGregor. El director ha ganado oscars, ha rodado sin parar, ha dirigido una ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos… y T2 Trainspotting esperaba agazapada. Pero Boyle no le veía tan claro. “Hace 10 años nos lo planteamos. Pero el guion no era potente, John Hodge (el guionista de ambos filmes) y yo teníamos claro que sin un buen libreto no rodaríamos”. Ahora sí, ahora lo han logrado y T2 Trainspotting ha sido el plato fuerte del primer fin de semana del festival de Berlín, la Berlinale, donde se ha presentado aunque fuera de concurso.

Boyle podría haber sido un gran Renton, por su forma expansiva de expresarse. Y su capacidad para ligar metáforas. Por ejemplo, en su reflexión sobre lo que significa echar la vista atrás: “Cuando miras por un telescopio, las cosas parecen distantes, pero, si le das la vuelta de repente, tienes la imagen encima. Así es nuestra relación con el pasado: a veces no recuerdas nada y otras se te cae todo encima”. Y a él le ha caído con el peso de la nostalgia: “La única manera de huir de ella es olvidarte de la primera parte. Pero en el momento en que encuentras puntos de agarre al primer Trainspotting, te agarra esa nostalgia —yo prefiero usar melancolía— y no te suelta. Porque el pasado no está muerto, te oprime.

La primera no dejaba de ser un artefacto de energía. Podíamos incluso imaginar que el cuarteto protagonista había ido al cine a verla y meternos en un loop de tiempo sin fin. Fíjate cómo se parecen los abuelos y los nietos. Bueno, vivo de crear ilusiones, y eso es T2, una ilusión de melancolía procedente de un estallido de hace 20 años”. Para Boyle, un buen ejemplo del cine que muestra el paso del tiempo con toda la crudeza y sin melancolía de Boyhood, de 2014. “Nunca queremos cruzar la línea, dejar de ser jóvenes. Pues llega un momento en que toca”.

Pero los tiempos han cambiado y, por tanto, los temas también. “Si la primera iba sobre drogas y juventud, ahora hablamos sobre el paso del tiempo y somos prisioneros de los personajes”. Las chicas miran a los protagonistas desde arriba. Como siempre ha ocurrido en el cine de Boyle. “Porque las mujeres son mucho más sabias que nosotros. Entre otras, su propio cuerpo les otorga una profunda enseñanza sobre el paso del tiempo. Nosotros vivimos en cambio desesperados por resucitar glorias pasadas, un sinsentido. Por eso, en T2, ellas luchan para que sus hijos no se parezcan a sus padres”.

Aquel viaje salvaje por la heroína de los tiempos de Trainspotting dejó sus cadáveres. “En Escocia fue más brutal el alcohol, porque es legal y aceptado socialmente. Incluso la violencia que emana de su consumo”. Y las dependencias siguen formando parte de los protagonistas de T2. Antes buscaban vida más allá de la vida en aquella ultrarrealidad inducida por la droga, y hoy la realidad se esconde bajo capas y capas de relaciones virtuales a través de las redes sociales digitales. “El discurso ‘Elige vida’ de la primera parte nacía de la arrogancia de la juventud. Ahora hay otras opciones, de acuerdo, pero todo surge de la decepción. No creo que la respuesta adecuada sea que sustituimos antiguas adicciones con estas nuevas tecnológicas. No va de eso. Si eres nativo digital —yo no lo soy, mis hijos sí— lo ves desde otra perspectiva. Lo que sí sé es que no amortiguan la soledad”.

A Boyle no le ha importado juguetear con los iconos. “Entiendo que tenía una responsabilidad. Pero mi obligación es contar una buena historia”. A pesar de todo, hay un discurso, y esta vez estaba señalada en la filmación. “Ahora ya no es un mantra, ni una inyección de rock, de punk. Quisimos olvidarnos de cualquier expectativa, pero sí, me preocupaba esa noche de rodaje”. Y también se ha quedado atrás cualquier atisbo de crónica social: “Nos pilló el Brexit en mitad del rodaje.

No encajaba en la trama ni con calzador. En Escocia fue un terremoto. Nos mató la little England, esa sociedad movida por la nostalgia ridícula, y la falta de liderazgo. En el rodaje no sabíamos si dejar los euros o no, y cuando rodamos en la puerta del Parlamento escocés pusimos todas las banderas posibles. ¡Para no cerrarnos ninguna posibilidad!”.

El director cuenta un secreto al final: “Robé la conclusión de Trainspotting de Memorias del subdesarrollo, de Tomás Gutiérrez Alea. En esta ocasión, dudé y dudé. Y no lo encontré hasta cuatro semanas después de rematar el montaje. Pero es bueno, ¿eh?”.

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‘EEUU glorifica la violencia’

El director Spike Lee, enfrentado a Hollywood por marginar el cine de los negros, denuncia en ‘Chi-Raq’ la elevada criminalidad de Chicago.

/ 22 de febrero de 2016 / 17:20

Desde 2003 hasta hoy han muerto más personas en Chicago por arma de fuego (superan los 7.000 fallecidos) que estadounidenses en las guerras de Irak y Afganistán. Solo en febrero ya van 90 asesinatos. “Es la capital estadounidense de la muerte”, aseguran en Chi-Raq, la nueva película de Spike Lee, que para ilustrar esa tragedia ha adaptado Lisístrata, la sátira de Aristófanes escrita hace 2.426 años, a los barrios del sur de esa ciudad. Allí Lisístrata, novia de Demetrius Chi-Raq —el líder de una banda gangsta llamada Esparta, enfrentada a sus rivales, los Cíclopes— decide poner fin a esa sangría. Y como en la antigua Grecia, pedirá a todas las mujeres ayuda en su huelga de piernas cruzadas: “No peace No piece” (No paz, no sexo), gritan en sus manifestaciones. Sin sexo, los hombres entran en razón.

“Yo nunca he estado en Irak, así que no sé cómo es una zona de guerra, pero creo que las cifras deberían dejarnos calificar así a Chicago”, dijo esta semana Lee durante la presentación de su película en la Berlinale. A su lado John Cusack, que encarna a un sacerdote en lucha contra la violencia, recalcó: “Cada día 99 personas mueren a balazos en Estados Unidos”. El realizador ha encontrado apoyo en una fuerza de la industria, Amazon Studios, que estrenó la película en streaming, para mostrar una sociedad que, asegura, “glorifica la violencia”. “Vivo en un país muy violento, con un exceso de armas de fuego. Hay una gran batalla por dar. En Chicago hay un tiroteo diario. ¿Qué nos pasa? ¡Puede que Donald Trump sea presidente! Me da miedo”.

Spike Lee cree que no es solo un problema afroamericano. “En esto también están los blancos, porque en la muerte hay negocio. Se mueve demasiado dinero”. Sobre su voto presidencial, lo tiene claro: “Bernie Sanders es de Brooklyn, así que votaré por Bernie”. En entrevistas previas, Lee (Atlanta, 1957) llegó a calificar esta masacre de “genocidio negro autoinfligido que hay que detener”. “Seamos honestos. No podemos acusar a la Policía de asesinarnos si no analizamos que también nos asesinamos a nosotros mismos”.

Además, apuntaba que el cambio solo podía nacer desde los mismos estadounidenses: “Lo llevo diciendo desde Aulas turbulentas (1988). ¿Cuáles eran las dos últimas palabras que se oían en pantalla, dichas por Lawrence Fishburne? ‘Wake up!’ (¡Despertad!). ¿Qué es lo primero que se escucha en Haz lo que debas, en la voz de Samuel L. Jackson? ‘¡Despertad!’. ¿Y qué dice Jackson al final de Chi-Raq? ‘¡Despertad!’. Llevo décadas recalcando lo mismo en pantalla, pero la gente aún no me ha hecho caso”. Y de ahí su lamento: “Hemos fallado toda una generación cuando a un joven negro hoy no le importa morir a los 18 años. No hemos abierto el debate sobre el control de las armas, ni parece que vayamos a afrontarlo próximamente”.

El director sigue siendo un realizador visualmente impactante, pero le puede afectar el exceso en pantalla y ante la prensa. “Mis películas favoritas muestran problemas serios de forma satírica. Me encanta Kubrick”, contaba, como reflejo de su personalidad. Lee ha estado comedido en Berlín, divertido.

Aún mantiene su energía, y sentado ante la prensa, se ve cómo se revuelve en la silla: como una lagartija. Ha sabido usar el hip-hop para atacar justo a algunos de sus creadores, los gangsta rap que con la música azuzan la violencia. Lástima que en Chi-Raq intente abarcar demasiados temas y se vaya por las ramas con algunas tramas secundarias que ralentizan la acción. Sin embargo, todavía queda cineasta para rato. Y por supuesto, nadie callará a alguien que jamás tuvo pelos en la lengua.

Y sobre los Oscar y la Academia, que le ha premiado este año con un galardón de honor, apuntó: “No boicoteo los Oscar, simplemente mi mujer y yo hemos decidido no ir. ¿Por qué? En los dos últimos años en las cuatro categorías de interpretación no ha habido finalistas negros. Y se han hecho trabajos que deberían haber estado ahí. Pero el problema son los ejecutivos. Esos que se sientan en las reuniones de los estudios, los que hacen las películas, las series. Incluso si no crees en diversidad, los encargados del negocio deberían pensar en el enorme mercado que existe y dejan fuera”.

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Oliver Stone: ‘Estados Unidos es una historia de miedo’

El director, que prepara una película sobre Snowden,  critica la avaricia y el poder en su país

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Con los años, el director de cine estadounidense Oliver Stone ha dulcificado sus formas, pero no su lengua. La semana pasada, en el festival de cine fantástico y de terror de Sitges (España), denunció ante todo quien quisiese oirle el “pasado sangriento e imperialista” de su país. En el certamen, donde recibió el Gran Premio Honorífico, se recreó al hablar de su libro La historia silenciada de Estados Unidos (editorial La Esfera de los libros), la versión literaria de la serie documental de televisión La historia no contada de Estados Unidos, ambos realizados junto al profesor de Historia y director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University Peter Kuznick. “Eso sí que era una historia de miedo, mi mejor trabajo en el documental y en el terror”.

Dado el marco en donde impartía la clase magistral, el cineasta empezó hablando de su pasión por el cine japonés y el coreano de terror extremo y de su implicación en la producción de alguna película asiática. Luego se centró en sus temas habituales, como Alejandro Magno, su película favorita de la que ya ha realizado tres montajes. “En el momento de su estreno no pude entregar la película que quise. En 2014, edité en DVD y Blu-ray el montaje definitivo de tres horas y cuarenta minutos, un tiempo necesario para hablar de un personaje tan complejo y original”.

Stone ahondó mucho más en los elementos necesarios para escribir un buen guion y dirigir una gran película. “No hay una fórmula que pueda recomendarte. Pero necesitas una visión, mucha imaginación y algo que te inspire. En mi caso, mucha de esa inspiración nace del asesinato de John Fitzgerald Kennedy porque marcó mi infancia y cambió radicalmente el rumbo de Estados Unidos. El guion de El precio del poder, por ejemplo, se basa en mi intención por investigar en la avaricia y el poder en EEUU. En Salvajes me interesaba hablar de la negociación más que del narcotráfico”. El director reconoció lo que realmente le mueve: “El desafío. Cuando alguien me dice no, yo me crezco”.

Un discurso parecido defendió cuando pasó a explicar la forma de trabajar cuando filma sus películas sobre personajes históricos: “Yo no hago biopics, sino que intento definir los momentos que han motivado sus vidas: Nixon iba de las inseguridades de un presidente espantado de sus propios demonios interiores, procedentes de su infancia… Bueno, al menos Nixon poseía, tenía tres dimensiones, porque George W. Bush es plano. Por las mañanas, éste se mira al espejo y le encanta lo que ve, sin ir más lejos. Y eso también es fascinante”. Preguntado por JFK, Stone reconoció que fue un éxito enorme. “Entusiasmó. Con ella se cambiaron leyes, yo mismo intervine en el Congreso. Cambió la sociedad y dejó como legado que hoy mis compatriotas saben que América no es transparente”.

SECRETOS. En cuanto al recorrido que la serie de televisión y el libro trazan sobre el imperialismo estadounidense, Stone explicó por ejemplo cómo, tras apoyar a Filipinas en 1898 en su guerra de independencia contra España, Estados Unidos conquistó el país:“Y ésta fue una guerra mucho más sangrienta que la que se libró contra España, fue el Vietnam de la época”. Tampoco ahorró calificativos despreciativos contra el expresidente de Estados Unidos Ike Eisenhower y su visita a la España del dictador Francisco Franco, al que brindó todo su apoyo: “Ike era un ignorante y no sabía nada de la Guerra Civil española ni del régimen franquista”.

Ahora, Stone está rematando Snowden, una película sobre la vida de Edward Snowden, exanalista de la CIA que ha revelado varios secretos de la agencia. “He vuelto a trabajar con material delicado. ¿Que si tengo miedo? Alguna vez sí he pensado en que me podían hacer algo las agencias gubernamentales. Hay días en los que te sientes nervioso, desde luego”.

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Oliver Stone: ‘Estados Unidos es una historia de miedo’

El director, que prepara una película sobre Snowden,  critica la avaricia y el poder en su país

/ 25 de octubre de 2015 / 04:00

Con los años, el director de cine estadounidense Oliver Stone ha dulcificado sus formas, pero no su lengua. La semana pasada, en el festival de cine fantástico y de terror de Sitges (España), denunció ante todo quien quisiese oirle el “pasado sangriento e imperialista” de su país. En el certamen, donde recibió el Gran Premio Honorífico, se recreó al hablar de su libro La historia silenciada de Estados Unidos (editorial La Esfera de los libros), la versión literaria de la serie documental de televisión La historia no contada de Estados Unidos, ambos realizados junto al profesor de Historia y director del Instituto de Estudios Nucleares de la American University Peter Kuznick. “Eso sí que era una historia de miedo, mi mejor trabajo en el documental y en el terror”.

Dado el marco en donde impartía la clase magistral, el cineasta empezó hablando de su pasión por el cine japonés y el coreano de terror extremo y de su implicación en la producción de alguna película asiática. Luego se centró en sus temas habituales, como Alejandro Magno, su película favorita de la que ya ha realizado tres montajes. “En el momento de su estreno no pude entregar la película que quise. En 2014, edité en DVD y Blu-ray el montaje definitivo de tres horas y cuarenta minutos, un tiempo necesario para hablar de un personaje tan complejo y original”.

Stone ahondó mucho más en los elementos necesarios para escribir un buen guion y dirigir una gran película. “No hay una fórmula que pueda recomendarte. Pero necesitas una visión, mucha imaginación y algo que te inspire. En mi caso, mucha de esa inspiración nace del asesinato de John Fitzgerald Kennedy porque marcó mi infancia y cambió radicalmente el rumbo de Estados Unidos. El guion de El precio del poder, por ejemplo, se basa en mi intención por investigar en la avaricia y el poder en EEUU. En Salvajes me interesaba hablar de la negociación más que del narcotráfico”. El director reconoció lo que realmente le mueve: “El desafío. Cuando alguien me dice no, yo me crezco”.

Un discurso parecido defendió cuando pasó a explicar la forma de trabajar cuando filma sus películas sobre personajes históricos: “Yo no hago biopics, sino que intento definir los momentos que han motivado sus vidas: Nixon iba de las inseguridades de un presidente espantado de sus propios demonios interiores, procedentes de su infancia… Bueno, al menos Nixon poseía, tenía tres dimensiones, porque George W. Bush es plano. Por las mañanas, éste se mira al espejo y le encanta lo que ve, sin ir más lejos. Y eso también es fascinante”. Preguntado por JFK, Stone reconoció que fue un éxito enorme. “Entusiasmó. Con ella se cambiaron leyes, yo mismo intervine en el Congreso. Cambió la sociedad y dejó como legado que hoy mis compatriotas saben que América no es transparente”.

SECRETOS. En cuanto al recorrido que la serie de televisión y el libro trazan sobre el imperialismo estadounidense, Stone explicó por ejemplo cómo, tras apoyar a Filipinas en 1898 en su guerra de independencia contra España, Estados Unidos conquistó el país:“Y ésta fue una guerra mucho más sangrienta que la que se libró contra España, fue el Vietnam de la época”. Tampoco ahorró calificativos despreciativos contra el expresidente de Estados Unidos Ike Eisenhower y su visita a la España del dictador Francisco Franco, al que brindó todo su apoyo: “Ike era un ignorante y no sabía nada de la Guerra Civil española ni del régimen franquista”.

Ahora, Stone está rematando Snowden, una película sobre la vida de Edward Snowden, exanalista de la CIA que ha revelado varios secretos de la agencia. “He vuelto a trabajar con material delicado. ¿Que si tengo miedo? Alguna vez sí he pensado en que me podían hacer algo las agencias gubernamentales. Hay días en los que te sientes nervioso, desde luego”.

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Cómo devorar la taquilla

La película de Steven Spielberg, que cambió radicalmente la manera en que los grandes estudios hacen cine e inventó el taquillazo veraniego, se estrenó hace cuatro décadas

/ 26 de julio de 2015 / 04:00

Steven Spielberg y el estudio Universal crearon el taquillazo de verano hace 40 años. Mataron al Hollywood de Francis Ford Coppola, Martin Scorsese y Brian de Palma, de El graduado, El padrino, y del talento de Hal Ashby y Terrence Malick. El 20 de junio de 1975 se estrenó Tiburón en Estados Unidos. Sin embargo, la película por poco se convierte en un desastre comercial y en un filme ridículo que hubiera hundido la incipiente carrera de Spielberg por culpa de un rodaje caótico.

El hoy legendario cineasta reconoce: “Mereció la pena porque así pude rodar Encuentros en la tercera fase, la película que realmente quería hacer, y porque desde entonces tengo el derecho al montaje final de todos mis trabajos. Pero sobre todo, Tiburón me convirtió en una persona humilde que aplaca la imaginación cuando se enfrenta a la realidad”. “Steven era desde el principio parte del sistema de Hollywood, sin segundas intenciones ni pizca de espíritu rebelde. Se pasaba el tiempo hablando de recaudaciones”, dice Matthew Robbins, guionista de Loca evasión, una película anterior de Spielberg.

La bola de nieve arrancó en 1973, cuando Universal compró los derechos cinematográficos de la novela Jaws (Mandíbulas). A la vez, llamaron a su oficina a un jovencito Spielberg y le ofrecieron dirigir MacArthur. Éste rechazó la propuesta, pero vio en un montón de guiones el de Jaws. Pidió llevárselo, lo leyó durante el fin de semana, y el lunes propuso hacerse cargo del proyecto.

PROBLEMAS. Mientras se filmaban tiburones blancos en Australia, en California se construyeron tres tiburones mecánicos. Pocas veces funcionaron bien y solo sus problemas técnicos le costaron a Universal dos millones de dólares. El rodaje, impuesto por Spielberg en aguas abiertas, arrancó en mayo de 1974 en la Costa Este estadounidense. El presupuesto de cuatro millones llegó a nueve, y los 55 días de rodaje previstos se convirtieron en 159.

Los culpables de los retrasos fueron los falsos tiburones, que no habían sido probados en el mar. De Palma, que vio las primeras tomas, recuerda: “Se les ponían los ojos bizcos, y no podían cerrar las mandíbulas, se desteñían y se hundían”. Como se rodaba en alta mar, de las 12 horas de cada jornada solo eran útiles cuatro: entre ir y venir y las manipulaciones de los tiburones y los barcos, se perdía el resto.

El cuadro se completaba con constantes accidentes, actores borrachos… Robert Shaw era tan buen intérprete como alcohólico, Roy Scheider perdía constantemente los nervios y Richard Dreyfuss —que pensaba que aquello era un fracaso seguro— se convirtió en el rey de la farra. El enfrentamiento final entre el trio protagonista y el tiburón se rodó en dos meses y medio, duplicando lo presupuestado para ese momento.

Solo una cosa funcionó: la montadora Vera Fields trabajaba según se rodaba, con lo que en Universal fueron viendo metraje de suficiente calidad como para no abandonar la película. Cuando Spielberg escuchó la primera propuesta musical de su amigo el compositor John Williams, le dio risa y pensó que era broma. Sin embargo, el músico acertó: aún hoy mucha gente tararea su melodía cuando se sumerge en el mar.

PUBLICIDAD. Pese a todo, la película fue un éxito de taquilla y crítica. Universal invirtió 700.000 dólares en saturar de anuncios las televisiones, pero optó por un estreno de tan solo 409 cines. Acertó creando expectación, y a mediados de julio ya estaba en mil pantallas y había superado los $us 470 millones en taquilla, un récord absoluto en su momento.

Desde entonces Hollywood abandonó la navidad como época de grandes lanzamientos, multiplicó su inversión publicitaria televisiva e incrementó su apetito por las rápidas tajadas económicas. Se olvidó del público adulto, que había dejado de ir al cine, y se centró en los adolescentes. Star wars confirmó este cambio, que convertía material propio de serie-B en la esencia de los guiones y de las grandes producciones.

Cuatro décadas después, Jurassic world —la primera película de la historia en superar los 500 millones de dólares de taquilla en su estreno, y la más rápida, en tan solo 13 días, en alcanzar los mil millones— muestra que en esencia nada ha cambiado. Solo han aumentado el tamaño de los monstruos, el número de sus dientes y los presupuestos: cuanto más, mejor. Y además, como Steven Spielberg y Universal son quienes producen Jurassic world, ambos taquillazos se miran cara a cara como reflejos de un espejo.

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