La exposición de pinturas “Apología de la frivolidad en el Oriente”, que el Centro de la Cultura Plurinacional (CCP) —con sede en la capital cruceña— organiza en torno a la obra realizada por el artista plástico Oriol Moragas, abre una sugestiva conversación con el ciudadano cruceño. No es la primera vez que Oriol expondrá sus cuadros en este espacio —ya lo hizo en 2010 y también en 2013— pero en esta ocasión se plantea una retrospectiva de toda su obra producida en Santa Cruz de la Sierra, ciudad en la que reside hace nueve años.

Esta retrospectiva fue curada por Andrea Hinojosa, profesional del CCP, quien destaca el valor crítico del trabajo de Oriol. La exposición se inaugurará el 8 de marzo. Por ello visitamos al artista en su hogar, deseando que el encuentro ayude a desvelar algunos tópicos que propone su pintura.

Oriol es español y habla el catalán. Lo primero que conversamos fue en torno a la lengua. “Si saben francés, el catalán les resultará muy familiar”, nos dijo a modo de pista. También tocamos el entusiasmo que despierta la figura de Ada Colau como gobernadora de Cataluña, una mujer activista y además egresada de Filosofía.

Oriol se ha acomodado delante de sus cuadros en una parte de su sala. Con voz pausada nos comenta acerca de su pasión como artista. Se muestra sencillo y nada rebuscado. Conocerlo en persona nos abre un modo más de leer su trabajo. Tanteando, podría decirse que su obra invita al menos a dos lecturas; una sería la veta combativa, la de Oriol el provocador, que explica así: “El pintor no debe buscar agradar, a mí me interesa despertar a la gente de una sociedad acomodada en costumbres caducas”. Aunque él no use estas palabras, varios de sus cuadros podrían verse como dispositivos de batallas micro-políticas. Luego, podemos identificar una segunda veta en su trabajo, más ligada a lo que emerge del silencio y de la mística propia del acto de pintar. La exposición “Porque sí” (abril 2013, CCP) daba mayores señas de esa otra faceta.

Entonces, un primer momento es combativo, en sentido artístico, y el otro ya más sosegado, en términos de lo que desea acentuar. Para lo primero recordemos su exposición “Magníficas apariencias” (julio 2010, CCP), donde invitaba a cuestionar la banalidad de la sociedad cruceña en su manera de apropiarse y explotar el cuerpo de la mujer. Su procedimiento entonces consiste en tomar el elemento y deformarlo, hacerse la burla, distorsionar la imagen, también como una reivindicación de lo que llama “estética de lo feo”.

El segundo momento que identificamos puede verse más a partir de sus retratos de modelos, ya no de fotografías de modelos, como operaba en “Magníficas apariencias”. La presencialidad de la persona retratada promueve esta variación; Oriol explica: “Cada persona tiene una vibración particular, algo especial, y eso es lo que trato de captar en el lienzo”.

Más que representar al modelo en el cuadro, lo que acentúa Oriol es el proceso. “El cuadro no representa algo, el cuadro es”. Por ello pone atención a temas como su interacción con el modelo cuando cuenta: “Con algunos modelos todo era muy indiferente, pero con otros sentíamos tanta cercanía que era posible que nos soltemos repentinamente en una carcajada, o cualquier cosa. Es con ambas sensaciones con lo que pinto y eso influye en el cuadro”.  

A más de uno podrá tentarle relacionar ciertos cuadros de Oriol con el trabajo de Francis Bacon (1909-1992), pintor angloirlandés que trazó un singular plano de inmanencia donde la deformación iba de la mano con la exaltación de lo indiscernible. En el caso de Oriol, nos confiesa que lo descubrió tarde, y que no fue uno de los que siguió en su formación, aunque pueda entender que se den comparaciones desde afuera. Podría esbozarse respecto de Oriol la misma conclusión a la que llegó el poeta chaqueño Jesús Urzagasti cuando lo compararon con Samuel Beckett: “Suele suceder que aunque no hubieras leído a un autor de algún modo puedes estar transitando una ruta paralela”.

Lo importante es que Oriol, como buen expresionista, pinta también en un plano de inmanencia, enfocado en la intensidad más que en la forma. ¿Y qué será lo que intenta reflejar Oriol en el retrato de una persona? “Una comunicación por afectos y desafectos”, será su respuesta. Haciendo una analogía, sus retratos mejor logrados serían como mapas caloríficos, mapas de afectos, con pendientes, serranías y abismos, donde el hilo conductor no está en lo intelectual. “Lo importante es que pinto siempre dejándome conducir por las emociones del momento”.

Finalmente, cabe preguntarse ya no solo por lo que dice, sino por el efecto crítico de sus obras en la escena. Desde 2010, cuando desarrolló su exposición, hasta la fecha, la presencia corporal de Las Magníficas no ha cambiado ni se ha removido nada, por lo menos en apariencia. Bueno, no esperaremos que un artista cambie la idiosincrasia de una escena, pero ¿cómo encara él la indiferencia de la realidad? Su respuesta denota cierta frustración: “Me hubiera gustado escuchar más reacciones, pero se pasó nomás, casi nadie dijo nada”. Sin embargo, reivindica su labor como artista: “Sería pretencioso si esperara que mis cuadros cambien el mundo. Pero también siento que tengo la responsabilidad de denunciar y hacer ver lo que anda mal, y estoy convencido de que en una exposición de mis cuadros por lo menos a uno le llegará algo de lo que se expresa, algo le afectará y eso ya es algo valioso. El cambio no surge de la colectividad, el cambio parte del individuo”. Preferencia por el trabajo micropolítico antes que la seducción a nivel macro, delicada operación de afectar líneas de percepción.  

Finalmente, Sissi, su esposa, nos brindará otra mirada. Ella aportará con unos espontáneos chispazos mientras Oriol se apresta a retratarla: “está recuperándose de una operación, pero cuando Oriol pinta es que está bien”, dice aliviada. “Se pierde como un niño feliz con sus nuevos juguetes”. “A veces le fallan los modelos que habían quedado en venir, ni avisan, él agarra un espejo medio enojado y comienza a retratarse. Todos sus autorretratos han surgido así” (risas).

El retrato de esta amable mujer se observa en varios cuadros en la sala. Oriol se ha puesto a pintar un cuadro como parte de esta entrevista. No queda más que decir y dejarlo trabajar, la invitación al público está hecha.