Rollingas del diablo
The Rolling Stones es la banda de los ‘chicos malos del rock’, aquellos que encarnaron la tríada sexo, drogas y rock’n roll, y a quienes se les atribuye culto y simpatía por el demonio.
Ese grupo de viejos rockanroleros con pinta de pandilleros de guante blanco sobrevoló el continente, nos pasó por arriba, y tan solo tuvimos que conformarnos con las repercusiones compartidas por los medios y las redes. Aunque también hubo un grupo de afortunados compatriotas que se dio modos para verlos al vivo en países vecinos. Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Brasil. Envidia. A todos aquellos que pudieron admirarlos. Porque The Rolling Stones es sin dudas la banda más longeva en la historia del rock —era como asistir a un concierto de los otros precursores de la denominada segunda invasión inglesa, The Beatles, pero estos hace mucho que “fueron”—.
Y no solo ello, también es la agrupación vigente hasta mover la médula de las nuevas generaciones que, imagino, a esta altura deben lidiar con otras luchas y otras frustraciones propias de cada época. Por ello eligen a este género maldito como el caño de escape a esa ansiedad existencial que se infla con los años. Y ahí están los Rolling, quienes encarnan los rasgos distintivos de la rebeldía, anarquismo y complot rockero. ¿Son los “chicos malos del rock”? La historia dice que sí. Si sus “rivales” The Beatles universalizaron un ritmo más bien pop —canciones de corta a media duración, escritas en un formato básico, así como el uso habitual de estribillos repetidos—, los Jagger y compañía se internaron por los ritmos más lúgubres del blues, aquel sonido tristemente lento que por muchos años fue censurado en su país de origen, Estados Unidos. De hecho, su nombre viene de Rolling Stone, una canción del bluesero Muddy Waters. Estos chicos demostraban que estaban del lado oscuro y ello les provocó un aura satánica. Para colmo, se les ocurrió titular a uno de sus discos Sus majestades satánicas reclaman, lo que aumentó los rumores perversos sobre el quinteto.
¿Qué habían hecho para merecer epítetos injuriosos?, ¿para ser acusados de corromper moralmente a varias generaciones de jóvenes?. Pues hay algo por ahí. Desaliñados, provocadores, casi bestias pero también encantadores. La pose del grupo atrajo de inmediato la atención en las principales capitales de Occidente. En toda Gran Bretaña fueron odiados por el establishment inglés, ya que la prensa inició una campaña preguntándole a sus públicos: “¿Dejaría que su hija se casara con un Rolling Stone?”. Aún así, las sociedades conservadoras no pudieron ponerle freno y censura a una propuesta que le rendía culto a la desobediencia, a la sedición y a la obsenidad. “El rock de un principio, que en nuestro país se conocía como música de la Nueva Ola, era más ingenuo, inocente, y eso se notaba en las reuniones que organizaban los jóvenes, se bailaba, se consumía refrescos, gelatinas, hot dogs; eran fiestas más inocentes. La cosa cambió con los Rolling Stones, desde la pinta hasta el consumo de drogas”. Así, de esa manera, el excorredor de automovilismo y cantante del grupo nacional The Bonny Boys Hot’s, Armando Paravicini, explica el giro que sufrió aquella por entonces moda que degeneró en un movimiento contracultural y contestatario al sistema. Ahí, de nuevo, los Rolling.
Para estos melenudos se hizo habitual tener problemas con la ley por el escandaloso contenido de sus letras y su abierta predilección por las sustancias ilícitas. Por ello, en 1968, los sectores conservadores de la sociedad responsabilizaron al grupo de la corrupción púdica de la juventud. De ese modo, nadie como ellos encarnó a la perfección la famosa tríada “sexo, drogas y rock’n roll”.
La canción Simpatía por el demonio, del disco Beggars Banquet, con ambientes tribales en cuya letra se presenta al diablo como un miembro más de la humanidad, se hace referencia a oscuros y violentos pasajes de la historia, como la captura y el asesinato de Jesucristo, la Segunda Guerra Mundial, y los asesinatos del presidente Kennedy y de la familia Romanov por los bolcheviques rusos, provocó repudio en los sectores más conservadores, especialmente entre los grupos religiosos que no demoraron en acusar a los “chicos malos del rock” de ser adoradores de satanás.
Ellos, sin poquedades, les daban la razón a sus detractores. Mick Jagger, en el especial de televisión The Rolling Stones Rock and Roll Circus, exhibió en su torso desnudo un enorme dibujo de la bestia, símbolo inequívoco del diablo. Y en su reciente gira, algunas imágenes del escenario demostraban un claro homenaje a Belcebú.
Los bolivianos los vimos volar de cerca. Pero volverán. Porque los demonios son eternos.