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Picasso, esculturas en múltiple dimensión

Sí, el pintor Pablo Picasso fue también un genial escultor, como recuerda la exposición abierta el 8 de marzo en el Museo Nacional que lleva su nombre en París, pensada con la ambición de revelar aspectos inéditos de la legendaria capacidad creativa del artista malagueño.

La muestra aspira a poner de manifiesto “aspectos poco estudiados” de su escultura, para lo que reúne —hasta el 28 de agosto— más de 240 obras y sigue un recorrido cronológico, desde los primeros modelados de inicios del siglo XX hasta los agrandamientos de la década de los sesenta.

“Picasso. Esculturas” es la tercera gran exhibición dedicada a esa faceta del artista que organiza o coorganiza el Museo Picasso de París en 16 años. La última fue clausurada en el Museo de Arte Moderno (MoMa) de Nueva York, en febrero. En la capital francesa el precedente data del 2000, también en Hôtel Salé, sede el museo.

De la actual exhibición, que cuantitativamente es la mayor organizada sobre el tema desde entonces, sus promotores celebran también la suerte de poder ver juntos ciertos conjuntos, como los Vasos de absenta, pintados en 1914, cuyos seis elementos coinciden por primera vez en Europa.

Uno de los objetivos es ahora vislumbrar la escultura de Picasso (1881-1973) en su múltiple dimensión, sus series y variaciones, hierros colados, tiradas y agrandamientos, realizados a partir de los geniales originales que esculpió. Sendas figuras de mujeres embarazadas protagonizan la primera sala, homenaje a la creada con tres cerámicas ensambladas en el taller de Vallauris, en la Costa Azul francesa, donde en 1953 el maestro conoció a Jacqueline (1926-1986), su futura esposa; y a las dos Femme enceinte que fundió en bronce entre 1950 y 1959.

Siguen en salas contiguas sus primeras esculturas, creadas desde 1902, como Femme assise, pequeña figura de mujer sentada hecha con tierra, Le Fou y Tête de femme (Fernande); así como su trabajo en madera influido por la cultura catalana, el arte grecorromano y los chamanes africanos.

Brillan también sus proyectos de monumento en memoria del poeta Apollinaire, fallecido en 1918, rechazados por el Comité que en 1921 lo encargó; además de varios agrandamientos póstumos efectuados en 1985 de maquetas en hierro soldado, o la Cabeza de mujer que presentó en el pabellón español de la Exposición Internacional de París de 1937.

La sala 10 se dedica por completo a su creación en colaboración con la fundición de Claude Valsuani, cuya calidad atrajo a Picasso de la misma manera que a Auguste Rodin, Henri Matisse o Edgar Degas.

Esculturas en papel, hierro o latón, todo material resulta apto para el artista, que despide al visitante cinco salas después con un desnudo etéreo y monumental —La Femme aux bras écartés (1962)—, cuya maqueta de cartón fue agrandada luego en metal y en cemento.

La exhibición ocupa la planta baja y el primer piso, donde se renueva parte de la exposición que desde el otoño llenaba el edificio para celebrar el 30 aniversario de su apertura. En el segundo y tercer pisos, dedicados a la “figura pública” e íntima del artista sigue intacta la muestra “¡Picasso!”

“Picasso. Esculturas” viajará en octubre de este año al Palacio de Bellas Artes de Bruselas, tras haber tomado París pocos meses después de la exitosa “Picasso. Manía”, abierta también el pasado otoño en el Grand Palais para explorar la herencia del maestro en los creadores que le sucedieron.

Se adelanta en pocas semanas a la monográfica “Un genio sin pedestal, Picasso y las artes y tradiciones populares”, que se contemplará del 27 de abril hasta finales de agosto en el Museo de las Civilizaciones de Europa y del Mediterráneo, el MuCEM de Marsella, en el sureste de Francia.

Además, del 5 de abril al 18 de julio, la siempre densa actualidad picassiana captará el foco en “Apollinaire, la mirada del poeta”, muestra de la Orangerie de París concentrada entre 1902 y 1918, período en el que el poeta fue un activo crítico de arte.