Un señorón traje
Para bien o para mal, Vargas Llosa acaba de cumplir 80 años en la cumbre de la literatura, de la fama y de la vida social y política
Cuando haces historia, te sientes bien”, le confiesa Alan García al periodista Guillermo Thorndike en La revolución imposible, una suerte de retrato biográfico del expresidente peruano. Si la historia así lo disponía, García hubiese sido el encargado de entregarle la presidencia a Vargas Llosa en la década de los 90 del siglo pasado. Pero la historia es caprichosa, eso lo sabemos todos, y siempre te echa para otro lado (o no te echa: te olvida simplemente). Vargas Llosa está ahí, lo claro es eso. Es la historia de un caballero para bien o para mal.
Para mal por su servilismo a los más poderosos de este mundo. A los que siempre ganan o aquellos que pierden poco. Sí, lo sé: suena a verso baratón. Lo malo de este verso baratón es que es cierto. Para mal porque siempre deseó estar más allá de lo que su carácter como peruano le permitía. Para bien porque con los años, gracias a los años, pasó de ser el exestudiante de la carrera de Derecho de San Marcos a ser el autor siempre juvenil de la Ciudad y los perros. Pasó de ser el creador de Zavalita o de Fushía, a ser, simplemente, un señorón de traje. Para mal, Vargas Llosa se traicionó a sí mismo. Pasó de una discreta militancia en la izquierda sesentera, a una militancia recalcitrante y a ratos furiosa en una derecha recontra conservadora. Le ganaron los años a don Mario, imagino, quizá también la fama, también puede ser que el dinero.
Pese a que, internacionalmente hablando, no es un libro muy conocido, se convirtió (utilizaríamos ahora) en “un machista violento”. ¿Cuánta gente habrá leído Lo que varguitas no dijo sin esa mirada de compasión hacia su autora, Julia Urquidi? La tía Julia, la tiacha, en el libro que menciono, hace un retrato contundente del Mario más latinoamericano del mundo: violento, celoso y chantajista sentimental. En todo caso, ahora que Vargas Llosa aparece más en las revistas del corazón que en una buena reseña sobre algunas de sus más recientes novelas, no estaría de más volver a darle una mirada a ese libro e intentar comprender, desde ahí, cómo funciona la decadencia, cómo se arma o mejor dicho: cómo termina confirmándote (ya de viejito), lo que fuiste de joven.
RECETARIO. Para mal porque su columna (mensual, si no me equivoco) se volvió demasiado predecible. Para mal porque también sus novelas (a partir de Historia de Mayta, me parece) se volvieron predecibles, o mejor dicho: escritas con el recetario bajo el brazo. Todas tienen la siguiente estructura: algún tema sobre la libertad + cuestiones obvias acerca del mundo contemporáneo. Un ejemplo claro de lo que digo es El héroe discreto, léanla y se darán cuenta del recetario vargasllosiano en su máxima expresión. Para mal porque siempre dice las mismas cosas cuando habla de política. Las mismas elementales burreras, diríamos, que el sentido común, el más común de los sentidos comunes, dice. Es como tener a Doria Medina con un poquito de lecturas en sus venas, para hacer una comparación facilona. Ese, el Vargas Llosa para mal, el Vargas Llosa señorón y de traje.
El Vargas Llosa para bien, el que los vargasllosianos agradecemos, está sin duda en sus novelas. En libros como Conversación en la Catedral, La casa verde o, incluso, en Pantaleón y las visitadoras. ¿Qué le pasó a don Mario? ¿Por qué empezó a escribir tan mal? ¿Se trata acaso del cansancio? ¿Del aburrimiento? ¿De la excesiva confianza en sí mismo? ¿O le habrá hecho mal su excesiva derechización?
Para bien, el Vargas Llosa serio, el de tomarse esta vaina literaria con seriedad. El que escribía con método, con horarios. O el Vargas Llosa ensayista, para bien. Pienso en Gabriel García Márquez: Historia de un deicidio, solo por mencionar un caso. Un libro con escasas ediciones, no más de dos, y viene a ser, hasta el momento, uno de los más profundos estudios críticos y serios y apasionados sobre Gabo.
Visto de esa manera, pareciera que son más los contras que los pros. ¿Le habrá hecho bien que le dieran el Nobel? ¿Él le habrá hecho bien al Nobel, lo habrá enriquecido? Eso no lo sabemos. Varguitas acaba de cumplir 80 y puedo afirmar: La verdad que estas estupideces de los cumpleaños ni me va ni me viene. La edad de un señorón de traje es lo de menos.
Tal vez envejeció mal, don Mario, eso es lo que jode. “Tal vez la placa del abuelito tiene hongos”, diría la maldad paceña. Y yo agregaría: ¿por qué se habrá olvidado de lavarla, ah?