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El cuerpo como campo de batalla

Las formas que adopta el arte del performance corporal son inagotables. Los artistas han encontrado en el cuerpo un instrumento versátil con que celebrar la sexualidad, canalizar traumas o derrumbar estereotipos de género y raza. Es aquí donde la fotografía no es un instrumento sino un acompañante.

Las imágenes de Angelo nos relacionan con los complejos estados emocionales del ser humano. Desde sus primeras fotografías, esta joven artista utiliza su propio cuerpo para crear autorretratos performáticos que abarcan el catálogo de miedos ilógicos que son parte y dominan casi todos los aspectos de nuestras vidas: sentimientos compulsivos, creencias irracionales, ansiedades extrañas y pensamientos no deseados.

Se podría decir que los autorretratos obsesivos construyen un elaborado conjunto que representa algún aspecto de la psicología humana o una manifestación física de un estado emocional. Angelo abusa de su propio cuerpo con el objetivo de poner al descubierto su neurosis y sus miedos. Estas obras corporales son acontecimientos íntimos, ritos solitarios representados en la habitación de la artista, que de alguna manera comparte un carácter efímero. En ese sentido, la cámara resulta ser un instrumento indispensable. Los momentos únicos, transitorios e irrepetibles adquieren formas permanentes en las fotografías que forman parte de un aspecto integrante de su obra más que un mero instrumento de registro. Exquisofrenia es una serie que expresa pensamientos no deseados,  suspendidos amenazadoramente en los rincones más secretos de una casa aparentemente vacía pero llena de celebraciones viscerales, animales y sexuales. El cuerpo se maneja como un arma que ilumina y subvierte prácticas culturales represivas. En los ensayos Diazepam de Andrómeda y en Pastilla de Quetidín una vez al día, se plantea una manifestación física y universalmente comprensible de un estado emocional individual. Al poner su cuerpo frente a la cámara, la artista provoca un intenso escrutinio del yo con la esperanza de obtener una nueva perspectiva sobre la existencia de uno mismo y de la humanidad.

El cuerpo también está inmerso en realidades políticas y sociales. Es un campo donde se libra la batalla entre el individuo y la sociedad, pero también un espacio para ponerse a prueba y descubrirse. El cuerpo como material artístico sigue siendo fértil y accesible y por ello, el arte corporal es una disciplina eficaz para reflejar nuestra humanidad compartida.

La cuestión psicológica se presenta en cada una de las fotografías de Angelo, pero depende del espectador el lidiar con el espacio en su propia mente y traer su propia estructura psicológica. Tampoco es el amor propio lo que motiva los oníricos autorretratos; por el contrario, los retratos revelan el miedo a que su cuerpo no sea más que una aparición o un objeto de deseo fetichista. Las batallas de Angelo se balancean entre los extremos de lo imposible, intentando liberar lo real de lo irreal y ponderando si llegará el momento en que el espíritu humano encuentre buen acomodo en la carne.

Fin del PROYECTO. Museo de Papel completa con este artículo su segundo ciclo en Tendencias. Con él ha visibilizado a jóvenes creadores bolivianos de diferentes disciplinas artísticas que, más allá del dominio de la técnica, ofrecen una reflexión poética sobre la creación artística. Ha sido un museo que no ha exhibido en un espacio físico ni ha atesorado, consagrado o jerarquizado obras; se ha convertido en un dispositivo para ampliar la mirada hacia un horizonte mestizo donde conviven lenguas, temporalidades y culturas. Museo de Papel es un proyecto de la Fundación Cinenómada para las Artes. Cuenta con el apoyo del Centro Cultural de España en La Paz, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el periódico La Razón.

Alcira Angelo

La fotografía es el ‘Ajayu de Alcira’. Vivo alucinando, y la fotografía es la forma más hermosa para poder expresar mis sentimientos, estados emocionales, vivencias, mi poesía. Empecé a disparar en el invierno de 2013. En ese entonces tenía 16 años, la fotografía de cine captó mi atención y me deslicé en las plazas, capturando trucos de skaters. Seguí deslizándome hasta llegar a los conciertos, mis ojos no paraban de disparar, hasta que por fin aterricé en un Nirvana. Fue el 9 de marzo de 2015 a las 18.45 cuando mi ajayu pidió salir y pasear desnudo por los campos desolados, abrazar miles de árboles, sentir las rocas, viajar a la galaxia más lejana y alucinar en mi habitación. Desde esta fecha empecé con los autorretratos. La verdad, no sé si es mi ajayu, es ARAWAKI, o es mi cerebro, pero ahí están… son las fuentes principales para desarrollar cada pieza mía, partes de mí, crearlas con cada pixel, diafragma, obturación, balance de blancos… Actualmente me encuentro disparando, más partes de mí, realizando fotografías de estados emocionales que transcurren en mi vida.