Este año ha sido de mucha importancia en la recuperación de textos desconocidos de Hilda Mundy, la rebelde periodista que se hizo célebre durante la campaña del Chaco. Se adeudó con gran talento en la tarea de retaguardia, desde donde hizo su propia guerra, y utilizó su desmedida carga de Dum dum, Brandy Cocktail, Corte circuito, Vitaminas y otras colecciones de 1934-1937 particularmente. La retaguardia le permitió una perspectiva más amplia que en las ardientes arenas de operaciones. Enjuició la conducción, los desaciertos, las contradicciones, y una sociedad inerme ante la adversidad, anclada en prejuicios y menudencias pues solo así, puesta a tensión extrema, puede mostrarse sin reservas en sus verdaderos valores y debilidades, amores y desamores.

Desde muchas ubicaciones y desde muchos pseudónimos, Mundy puso en tela de juicio triunfalismos, arribismos, patrioterismos y siguió febril el desarrollo de la campaña paso a paso hasta el final, señalando inconsecuencias, derrotismos, y leyes que igualaron a los que volvieron mutilados con los evadidos. No quedaron sin juicio ni militares, ni políticos, ni señoritos, ni señoritas…

Mundy desconcertó con una prosa profunda, un lenguaje pródigo y una psicología crítica y futurista, y tuvo que ser amenazada y desterrada de su Oruro para evitar la irónica tormenta que salía de su pluma. Olvidada después, solo hizo un resumen de sus más importantes artículos de prensa en un episódico libro, Pirotecnia, que contiene 58 textos divididos en dos secciones, editado en La Paz, que no dejó de sorprender y de crear, cuándo no, envidia y temor.

Desconocida y relegada, vivió en La Paz, junto a su esposo Antonio Ávila Jiménez desde 1939, sin dejar aflorar sino esporádicamente su pasión y su opinión, de manera harto silenciosa. Después de su muerte en 1982, su hermana Julieta Villanueva Rocabado —testigo de esa época fecunda— entregó a Silvia Mercedes Ávila, hija de Hilda Mundy, una colección de todos los artículos de su madre para que fuesen publicados, pues la autora nunca conservó nada para sí. La mala fortuna hizo que al trasladarlos fuesen robados en una valija, que contenía el tesoro, perdiéndose gran parte de su obra, excepto una fotocopia parcial que dejó Silvia Mercedes a Julieta Montaño, activista de los derechos femeninos.

Gracias a ello y al financiamiento de otra hermana, Nelly Villanueva Núñez del Prado, se publicó de manera póstuma el libro Cosas de fondo, con prólogo de Lupe Cajías. Se trata de un compendio de unos 65 artículos, con lo que sumaban 129 textos que no dejaron de hacer mella ya no en la intelectualidad de su generación sino en la de los hijos, quienes descubrieron una prolijidad fuera de serie —no solo en nuestro medio— en una ultraísta nacida en una pequeña pero pujante urbe en un país aferrado al romanticismo.

El Grupo La Mariposa Mundial —diríamos los nietos— decidió con la aquiescencia del viudo de Silvia Mercedes, Guido Orías Luna, hacer pública de la segunda edición de Pirotecnia, en 1998 esta vez con prólogo de Virginia Ayllón. Como ya hemos dicho, este opúsculo contiene 58 textos, los únicos que en 1937 autorizó para la imprenta su autora.

Desde entonces han sido muchas las voces que se han alzado para encumbrar la importancia de la obra de Hilda Mundy, pero nunca como hasta 2016, cuando se han publicado dos importantes ediciones: Bambolla Bambolla en agosto y La obra reunida de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB) en el marco de la XXI edición de la Feria Internacional del Libro de La Paz, en septiembre. Sumados 201 nuevos artículos de nuestra periodista, que se posiciona cada vez con más nitidez como un referente imprescindible de nuestra literatura, y desde luego no por cantidad. Pero podemos ya contar con 321 publicaciones.

Bambolla Bambolla, editado por La Mariposa Mundial con Rodo Ortiz a la cabeza, coincidió con un hallazgo inesperado de la sobrina de Hilda, Carmen Bedregal Villanueva: más de una docena de cartas escritas entre la poeta y un amigo en Villamontes —Jorge Fajardo— conservadas en la casa Perelman Fajardo de Oruro.

Pronto la casa editorial y a familia Bedregal Villanueva establecieron el compromiso de buscar en hemerotecas públicas y privadas de Oruro y en otras revistas de la época el resto de documentos perdidos. Todo esto, en el año que corre.

La BBB concertó servicios de Rocío Zavala Virreira, maestrante y doctorante de una importante Universidad de Francia: la Charles de Gaulle. Zavala hizo sus tesis precisamente sobre la obra de Mundy. También ella, hace ya más de 10 años, fue heredera de lo que en parte se conservaba en casa de Silvia Mercedes y en casa de la hermana Julieta, aunque extrañamente este impulso no figura en su prólogo. También consultó, durante 10 años según sus propias declaraciones, la obra de Laura Villanueva —quien, además del de Hilda Mundy tuvo al menos una decena de pseudónimos— en las bibliotecas y hemerotecas de Oruro. Y se publicaron los textos ya conocidos Pirotecnia y Cosas de Fondo.

Realizando una revisión más o menos detallada y más matemática que literaria, podemos afirmar que en el trabajo realizado de manera totalmente independiente de ambos empeños, se han descubierto de manera aislada 73 documentos en común. Zavala ha aportado textos no conocidos ni publicados por La Mariposa Mundial en un número de 60, en tanto que La Mariposa Mundial y la familia han aportado 70 textos no conocidos por Zavala, además de las 14 cartas que se transcribieron de manera facsimilar. Total: 217.

Cuando se editó Cosas de fondo fue muy difícil ubicar una fotografía de Mundi y la portada se completó con un retrato de Gonzalo Bedregal. Bambolla Bambolla ahora ha rescatado 84 fotografías, casi todas inéditas, y otros tres retratos del mismo autor, con lo que suman 302 documentos nuevos.

Esta fiebre por conocer y disfrutar la obra de Laura Villanueva ha marcado un renacimiento, vivido muy de cerca por toda una intelectualidad, particularmente los literatos de nuevo cuño. También en Chile, de manera totalmente permisiva, Los libros de la Mujer Rota —una nueva editorial independiente— ha publicado Pirotécnia, con prólogo del intelectual boliviano Edmundo Paz Soldán. Sabemos por las numeraciones de las diversas colecciones que aún queda mucho que hallar; pero ya podemos contar con un corpus literario mucho más desarrollado que permite comprender mejor la obra de Mundy, que ahora está ahí para todos.