Los escritos que permanecen
La revista y editorial en internet La Escencia contribuye a la formación en dramaturgia y salva del olvido a las obras bolivianas.
La representación de una obra de teatro es, por definición, efímera. Cuando el telón cae, de ese montaje —aparte de la grabación de video que pueda tomarse— no queda más recuerdo que la impresión que haya causado en los espectadores. Lo que sí permanece es el texto de la obra, la dramaturgia. O debería permanecer, porque en el caso de Bolivia no se dan las condiciones para que estos escritos se publiquen en forma de libro o queden en algún registro, y resulta probable que cuando deje de representarse la obra su texto se guarde en un cajón y nunca más se vuelva a saber de él.
Para paliar este olvido el autor de teatro y actor Jorge Alaniz ha recurrido a internet, en donde desde hace dos años lleva adelante el proyecto La Escencia, que consiste en una editorial y una revista digitales dedicadas a la dramaturgia nacional. La semana pasada publicó la decimoséptima obra de su colección: Séptimo sentido, del director Marcos Loayza, un monólogo sobre la invisibilidad de la mujer en la historia boliviana.
Cada una tiene su propia dirección. La revista se encuentra en laescencia.wordpress.com, y la editorial en laescenciadramaturgiaboliviana.wordpress.com. En esta última están disponibles los 17 títulos en documentos PDF ligeros, para que se puedan descargar, además de gratis, rápidamente. Alaniz sube uno por mes “con la intención de promocionar las obras y crear una base de datos en la que figuren todos los dramaturgos que están activos, escribiendo teatro en el país”. Podría decirse que este objetivo ya casi se ha alcanzado, porque en el sitio están, por ejemplo, desde Fernando Arze hasta Laura Derpic o de Eduardo Calla a Percy Jiménez, Paola Oña, Toto Torres o Denisse Arancibia.
Lo único que las obras publicadas tienen en común es que están escritas por autores bolivianos y que ya han sido representadas. Este segundo requisito se impone porque a La Escencia le interesa también el diálogo entre el teatro y otras artes, en este caso la fotografía que ilustra las publicaciones. Se pueden encontrar textos muy contemporáneos, como el de Diego Aramburo, otros más clásicos como el de Claudia Eid, otros más psicológicos como el de Camila Urioste, o comedias como la de Enrique Gorena. “Así se refleja que en el teatro boliviano hay mucha riqueza, mucha diferencia en las propuestas, y cuanto más haya, mejor”, dice Alaniz.
Las estadísticas que envían el servidor donde está alojada la página y el fan page de Facebook muestran, según Alaniz, que los links a las novedades de ambas se comparten mucho en los foros virtuales de dramaturgia y que se leen en el extranjero, en especial en España. Este interés surge gracias a los contactos que los dramaturgos establecen en los festivales de otros países. “Sergio Blanco, español, que es uno de los tops ahora, me abrió las puertas para hacer entrevistas a otros autores, y hemos publicado un trabajo de investigación suyo que si lo presenta en un seminario, cobra. Pero lo ha cedido gratis a la revista porque le gusta el proyecto, sabe que no podemos pagar y que es muy difícil que algún boliviano acceda a esos seminarios que da”, asegura.
Estas colaboraciones ayudan a que la revista se convierta en un espacio no solo de difusión sino también de reflexión y, sobre todo, de formación. Urioste cree que el banco de textos resulta de gran ayuda a los jóvenes que empiezan a escribir porque “aquí no se publica teatro, no hay buenas colecciones de teatro en las bibliotecas, y en internet se encuentran clásicos, pero contemporáneos es mucho más difícil, y más los nacionales. Como no hay dónde consultar las obras que se han producido, nadie puede estudiarlas después, ver qué hizo toda una generación de autores… con el sitio se ayuda a mejorar en esto”. Urioste anima el movimiento OFF, en el que la gente del teatro intercambia experiencias y que organiza un festival anual.
El último, en abril, estuvo dedicado al teatro emergente, con un concurso de dramaturgia para jóvenes. Las tres autoras ganadoras publicaron en La Escencia: “Tenemos una relación fluida, colaboramos para mejorar la circulación teatral, formar públicos… si crece la calidad de las obras y crece el público, todos nos beneficiamos”.
Loayza explica que existe una tradición en Bolivia de que el teatro se entienda casi solo como la puesta en escena, dejando el texto en segundo plano: “incluso que se puede terminar de escribir mientras se está montando la obra”, dice. Pero, en su opinión, hay una nueva generación que se está dando cuenta de que los textos merecen la pena ser leídos, que son importantes por sí mismos y que pueden trascender a su puesta en escena y, sobre todo, que se puede aprender mucho de ellos.
En una universidad de Uruguay se ha abierto la licenciatura en Dramaturgia, en Buenos Aires hay una maestría sobre el tema y en ambos países funcionan sitios de internet que recopilan los textos de las obras, mucho más desarrollados que La Escencia. Alaniz sueña con que en un futuro alguna institución quiera hacerse cargo del proyecto para que se cree una buena base de datos y así se aplique al teatro boliviano aquel viejo principio de que las palabras vuelan pero lo escrito permanece.