Thursday 3 Oct 2024 | Actualizado a 21:40 PM

Los escritos que permanecen

La revista y editorial en internet La Escencia contribuye a la formación en dramaturgia y salva del olvido a las obras bolivianas.

/ 19 de febrero de 2017 / 04:00

La representación de una obra de teatro es, por definición, efímera. Cuando el telón cae, de ese montaje —aparte de la grabación de video que pueda tomarse— no queda más recuerdo que la impresión que haya causado en los espectadores. Lo que sí permanece es el texto de la obra, la dramaturgia. O debería permanecer, porque en el caso de Bolivia no se dan las condiciones para que estos escritos se publiquen en forma de libro o queden en algún registro, y resulta probable que cuando deje de representarse la obra su texto se guarde en un cajón y nunca más se vuelva a saber de él.

Para paliar este olvido el autor de teatro y actor Jorge Alaniz ha recurrido a internet, en donde desde hace dos años lleva adelante el proyecto La Escencia, que consiste en una editorial y una revista digitales dedicadas a la dramaturgia nacional. La semana pasada publicó la decimoséptima obra de su colección: Séptimo sentido, del director Marcos Loayza, un monólogo sobre la invisibilidad de la mujer en la historia boliviana.

Cada una tiene su propia dirección. La revista se encuentra en laescencia.wordpress.com, y la editorial en laescenciadramaturgiaboliviana.wordpress.com. En esta última están disponibles los 17 títulos en documentos PDF ligeros, para que se puedan descargar, además de gratis, rápidamente. Alaniz sube uno por mes “con la intención de promocionar las obras y crear una base de datos en la que figuren todos los dramaturgos que están activos, escribiendo teatro en el país”. Podría decirse que este objetivo ya casi se ha alcanzado, porque en el sitio están, por ejemplo, desde Fernando Arze hasta Laura Derpic o de Eduardo Calla a Percy Jiménez, Paola Oña, Toto Torres o Denisse Arancibia.

Lo único que las obras publicadas tienen en común es que están escritas por  autores bolivianos y que ya han sido representadas. Este segundo requisito se impone porque a La Escencia le interesa también el diálogo entre el teatro y otras artes, en este caso la fotografía que ilustra las publicaciones. Se pueden encontrar textos muy contemporáneos, como el de Diego Aramburo, otros más clásicos como el de Claudia Eid, otros más psicológicos como el de Camila Urioste, o comedias como la de Enrique Gorena. “Así se refleja que en el teatro boliviano hay mucha riqueza, mucha diferencia en las propuestas, y cuanto más haya, mejor”, dice Alaniz.

Las estadísticas que envían el servidor donde está alojada la página y el fan page de Facebook muestran, según Alaniz, que los links a las novedades de ambas se comparten mucho en los foros virtuales de dramaturgia y que se leen en el extranjero, en especial en España. Este interés surge gracias a los contactos que los dramaturgos establecen en los festivales de otros países. “Sergio Blanco, español, que es uno de los tops ahora, me abrió las puertas para hacer entrevistas a otros autores, y hemos publicado un trabajo de investigación suyo que si lo presenta en un seminario, cobra. Pero lo ha cedido gratis a la revista porque le gusta el proyecto, sabe que no podemos pagar y que es muy difícil que algún boliviano acceda a esos seminarios que da”, asegura.

Estas colaboraciones ayudan a que la revista se convierta en un espacio no solo de difusión sino también de reflexión y, sobre todo, de formación. Urioste cree que el banco de textos resulta de gran ayuda a los jóvenes que empiezan a escribir porque “aquí no se publica teatro, no hay buenas colecciones de teatro en las bibliotecas, y en internet se encuentran clásicos, pero contemporáneos es mucho más difícil, y más los nacionales. Como no hay dónde consultar las obras que se han producido, nadie puede estudiarlas después, ver qué hizo toda una generación de autores… con el sitio se ayuda a mejorar en esto”. Urioste anima el movimiento OFF, en el que la gente del teatro intercambia experiencias y que organiza un festival anual.

El último, en abril, estuvo dedicado al teatro emergente, con un concurso de dramaturgia para jóvenes. Las tres autoras ganadoras publicaron en La Escencia: “Tenemos una relación fluida, colaboramos para mejorar la circulación teatral, formar públicos… si crece la calidad de las obras y crece el público, todos nos beneficiamos”.

Loayza explica que existe una tradición en Bolivia de que el teatro se entienda casi solo como la puesta en escena, dejando el texto en segundo plano: “incluso que se puede terminar de escribir mientras se está montando la obra”, dice. Pero, en su opinión, hay una nueva generación que se está dando cuenta de que los textos merecen la pena ser leídos, que son importantes por sí mismos y que pueden trascender a su puesta en escena y, sobre todo, que se puede aprender mucho de ellos.

En una universidad de Uruguay se ha abierto la licenciatura en Dramaturgia, en Buenos Aires hay una maestría sobre el tema y en ambos países funcionan sitios de internet que recopilan los textos de las obras, mucho más desarrollados que La Escencia. Alaniz sueña con que en un futuro alguna institución quiera hacerse cargo del proyecto para que se cree una buena base de datos y así se aplique al teatro boliviano aquel viejo principio de que las palabras vuelan pero lo escrito permanece.

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Salvan un mural de Alandia Pantoja en El Alto

La pintura estaba amenazada por la humedad y se trasladará para que sea restaurada. Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad.

/ 5 de septiembre de 2017 / 17:00

El colectivo de artistas Cementerio de Elefantes y funcionarios de la Alcaldía de La Paz impidieron ayer que los vecinos demoliesen un mural de Miguel Alandia Pantoja en Milluni, en el Distrito 13 de El Alto.

Dos artistas de Cementerio de Elefantes, Eliazar Loza y Javier del Carpio, dieron la alarma y llevaron al lugar a los técnicos municipales paceños. El director de la Escuela Taller —una institución que trabaja en la restauración del patrimonio—, Rolando Saravia, acudió con ellos y comprobó que el mural corresponde a Alandia Pantoja y que sufre ligeros daños.

La obra mide 4,2 metros de largo y 2,6 de alto. “Se encuentra en buen estado de conservación en un 90%, mientras que el 5% está amenazado por la humedad y el otro 5% se desprendió y ya se considera perdido”, informó Saravia. El artista lo creó en una pared del teatro Hernán Siles, que lleva años abandonado y semiderruido y junto al que existe un charco que provoca las humedades.

Para Saravia no queda ninguna duda de que la obra es de Alandia Pantoja “por la temática, por las técnicas constructivas y los rasgos de los personajes”. “Se trata de una obra importante que se hizo expresamente para donde está” y que representa a un minero y está rodeado por iconografía relacionada con la zona de Milluni.

Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad. Saravia asegura que “hicieron las gestiones en el ayuntamiento de El Alto para obtener el permiso”. La delegación de Cementerio de Elefantes y del ayuntamiento de La Paz se reunieron ayer con ellos, les explicaron la importancia de la obra y consiguieron el compromiso del jilakata y de otros representantes de que la obra no se va a tocar hasta que se tome una decisión sobre qué hacer con ella.

  • Abandono. La obra se encuentra en uno de los muros de un antiguo teatro. Foto: GAMLP

“Para recuperar el mural hay que sacarlo de donde está”, dijo Saravia. Y se debe hacerlo con cierta celeridad porque más agua perjudicaría gravemente a la obra y la temporada de lluvias se aproxima. De hecho, estos días nubes muy oscuras han amenazado El Alto con lluvias o, probablemente, nevadas.

El mural se desmontaría por partes, que se llevarían a algún taller de restauración, para en un principio detener la degradación de la obra y más tarde recuperar sus características originales. Quedaría por determinar a qué taller iría, que puede ser el de La Paz, uno de El Alto o en otro. En esta decisión tendrá que intervenir el Ministerio de Culturas.

Loza dijo ayer que hoy miembros de su colectivo volverán a Milluni con funcionarios de la Unidad de Catalogación del ministerio, quienes cubrirán el mural con una nueva lona y tomarán mediciones y fotos que ayuden a elaborar un plan de actuación. El descubrimiento de la obra, según Loza, “fue casual”. “Varios miembros de Cementerio de Elefantes andábamos por la zona y entramos en la construcción sin saber qué era lo que había dentro”. A partir de ahora, el colectivo va a seguir dando seguimiento al caso y “haciendo lo que se pueda para agilizar las gestiones de unos y otros para que esto se resuelva lo antes posible y se asegure el mural”. “Ellos son los principales actores en todo esto”, afirma Saravia.

El potosino Alandia Pantoja está considerado como uno de los muralistas más influyentes del siglo XX, no solo en Bolivia sino en toda América Latina. Fue dirigente del partido trotskista POR y perseguido por la dictadura, tuvo que exiliarse a Lima, donde murió. Su obra está llena de mensajes revolucionarios y sociales, y de mineros como los de Milluni. (05/09/2017)

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Salvan un mural de Alandia Pantoja en El Alto

La pintura estaba amenazada por la humedad y se trasladará para que sea restaurada. Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad.

/ 5 de septiembre de 2017 / 17:00

El colectivo de artistas Cementerio de Elefantes y funcionarios de la Alcaldía de La Paz impidieron ayer que los vecinos demoliesen un mural de Miguel Alandia Pantoja en Milluni, en el Distrito 13 de El Alto.

Dos artistas de Cementerio de Elefantes, Eliazar Loza y Javier del Carpio, dieron la alarma y llevaron al lugar a los técnicos municipales paceños. El director de la Escuela Taller —una institución que trabaja en la restauración del patrimonio—, Rolando Saravia, acudió con ellos y comprobó que el mural corresponde a Alandia Pantoja y que sufre ligeros daños.

La obra mide 4,2 metros de largo y 2,6 de alto. “Se encuentra en buen estado de conservación en un 90%, mientras que el 5% está amenazado por la humedad y el otro 5% se desprendió y ya se considera perdido”, informó Saravia. El artista lo creó en una pared del teatro Hernán Siles, que lleva años abandonado y semiderruido y junto al que existe un charco que provoca las humedades.

Para Saravia no queda ninguna duda de que la obra es de Alandia Pantoja “por la temática, por las técnicas constructivas y los rasgos de los personajes”. “Se trata de una obra importante que se hizo expresamente para donde está” y que representa a un minero y está rodeado por iconografía relacionada con la zona de Milluni.

Los vecinos han acometido trabajos de transformación del lugar, que lleva años abandonado, para darle alguna utilidad que favorezca a la comunidad. Saravia asegura que “hicieron las gestiones en el ayuntamiento de El Alto para obtener el permiso”. La delegación de Cementerio de Elefantes y del ayuntamiento de La Paz se reunieron ayer con ellos, les explicaron la importancia de la obra y consiguieron el compromiso del jilakata y de otros representantes de que la obra no se va a tocar hasta que se tome una decisión sobre qué hacer con ella.

  • Abandono. La obra se encuentra en uno de los muros de un antiguo teatro. Foto: GAMLP

“Para recuperar el mural hay que sacarlo de donde está”, dijo Saravia. Y se debe hacerlo con cierta celeridad porque más agua perjudicaría gravemente a la obra y la temporada de lluvias se aproxima. De hecho, estos días nubes muy oscuras han amenazado El Alto con lluvias o, probablemente, nevadas.

El mural se desmontaría por partes, que se llevarían a algún taller de restauración, para en un principio detener la degradación de la obra y más tarde recuperar sus características originales. Quedaría por determinar a qué taller iría, que puede ser el de La Paz, uno de El Alto o en otro. En esta decisión tendrá que intervenir el Ministerio de Culturas.

Loza dijo ayer que hoy miembros de su colectivo volverán a Milluni con funcionarios de la Unidad de Catalogación del ministerio, quienes cubrirán el mural con una nueva lona y tomarán mediciones y fotos que ayuden a elaborar un plan de actuación. El descubrimiento de la obra, según Loza, “fue casual”. “Varios miembros de Cementerio de Elefantes andábamos por la zona y entramos en la construcción sin saber qué era lo que había dentro”. A partir de ahora, el colectivo va a seguir dando seguimiento al caso y “haciendo lo que se pueda para agilizar las gestiones de unos y otros para que esto se resuelva lo antes posible y se asegure el mural”. “Ellos son los principales actores en todo esto”, afirma Saravia.

El potosino Alandia Pantoja está considerado como uno de los muralistas más influyentes del siglo XX, no solo en Bolivia sino en toda América Latina. Fue dirigente del partido trotskista POR y perseguido por la dictadura, tuvo que exiliarse a Lima, donde murió. Su obra está llena de mensajes revolucionarios y sociales, y de mineros como los de Milluni. (05/09/2017)

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La devoción reúne a toda Bolivia en Urcupiña

40.000 bailarines desfilaron por las calles de Quillacollo.

/ 15 de agosto de 2017 / 18:52

Bailarines de todo el país se reunieron ayer en Quillacollo para danzar por las principales calles de la localidad cochabambina en honor a la Virgen de Urcupiña, en el segundo día de una semana de fiestas llenas de devoción.

Los colores y los ritmos los pusieron 56 fraternidades, y el apoyo, el numeroso público nacional e internacional que prácticamente llenó los 4,5 kilómetros de un recorrido que incluyó las avenidas Martín Cárdenas, 6 de Agosto, José Ballivián; la acera este de la plaza Bolívar, las avenidas Suárez Miranda, Luis Uría y Waldo Ballivián, además de la acera oeste de la plaza Bolívar y la avenida Héroes del Chaco.

Por esas calles rindieron homenaje a la Virgen no menos de 40.000 bailarines de todo el país, que demostraron su destreza en danzas tan variadas como los wititis, caporales, diablada, morenada, tinku, pujllay, rueda chapaca y kullawada. Según informa el diario Extra, la morenada Chacaltaya dio inicio al desfile folklórico y la fraternidad Comadritas llegó desde el departamento de Tarija. Uno de los 60 bailarines de la fraternidad de tinku San Simón aseguró que entre ellos había fraternos llegados de Oruro y de Argentina.

Seguridad. La entrada comenzó a las 10.30, con una hora de retraso sobre el horario previsto. El presidente de la Asociación de Fraternidades Folklóricas Virgen de Urcupiña, René Valdez, dijo que se sentía “muy molesto” con las autoridades por la desorganización. El comandante departamental de la Policía, Ronald Sánchez, informó que 1.000 policías se encargaron de la seguridad.

Como indica la tradición, los participantes en el festival culminaron su recorrido entrando de rodillas, doloridos pero muy alegres y sobre todo emocionados, hasta el tempo San Idelfonso. Allí pudieron presentar sus respetos y sus peticiones a la Virgen. Todo este proceso final, como el festival en general, se desarrolló en completo orden y sin ningún incidente resaltable, según declaró el director de Culturas de la Alcaldía de Quillacollo, Rodolfo Medrano, a la agencia de noticias ABI.

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Aprovechar (o no) el patrimonio

Bolivia sigue moviéndose entre el mero folklorismo y la construcción de una cultura propia, contemporánea, con identidad y visión de futuro.

/ 13 de agosto de 2017 / 04:00

Acaban de cumplirse 25 años del fallecimiento de Astor Piazzolla, el más importante de unos artistas que tomaron algo tan tradicional como el tango, patrimonio cultural argentino, y lo convirtieron en una expresión artística radicalmente contemporánea y revolucionaria. Esta semana la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), por iniciativa del Ministerio de Culturas, ofreció un concierto para celebrar el 6 de agosto titulado Homenaje a Bolivia. Se interpretaron arreglos orquestales de canciones populares de todos los departamentos del país. ¿Tocar Viva mi patria Bolivia, Collita o Linda cochabambinita con 40 violines se debe considerar una revolución cultural?

La música se puede entender como un ejemplo de lo que ocurre o de lo que no ocurre en todos los ámbitos de la cultura boliviana. El Estado “continúa en un proceso, ya bastante largo, de reivindicación de manifestaciones que antes estaban postergadas o excluidas”, asegura el presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Cergio Prudencio. El dramaturgo y director de teatro Diego Aramburo aseguraba el año pasado, durante el Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), que “el patrimonialismo es correcto, Bolivia tiene mucho que aprovechar de su tradición, pero si no se preocupan por los creadores de hoy, mañana nos vamos a quedar sin cultura”.

El director artístico de la OSN, Weimar Arancibia, refrenda esta idea: “Hay que producir música nueva, que realmente potencie los valores de nuestra cultura, lo que no se hace con folklore mal entendido, como el caporal sinfónico. Basta viajar un par de horas por la carretera para encontrar cosas que tienen valores muy interesantes, musicales e ideológicos”. Y también existen buenos ejemplos sin salir de La Paz, como la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos —que Prudencio creó y dirigió durante 30 años y que ahora está en manos de los que fueron sus alumnos—, el espacio Casa Taller o compositores como Javier Parrado y Willy Pozadas, entre otros. Pero estos músicos valiosos no contarían con el reconocimiento o el apoyo necesario por parte de un Estado que, según escribe el músico Álvaro Montenegro en este mismo número de Tendencias, tendría “bajos niveles de exigencia, respondiendo a criterios de propaganda más que a una visión político-cultural de largo alcance”.

Un ensayo de la OEIN.

La coreógrafa Norma Quintana considera que desde el folklore se puede dar un paso adelante en crear una buena danza contemporánea boliviana, aunque duda de que por el momento esa sea la meta de las políticas públicas. “Para hacer un planteamiento artístico contemporáneo, considerando la danza en cualquiera de sus estilos, necesitamos tener mucho más rigor”. Los concursos como el Eduardo Abaroa fomentan mucho más la cantidad que la calidad en las producciones y en ellos “se premia pero luego nunca se ven las obras”. Las instalaciones físicas como el Teatro Municipal son escasas y por tanto desbordadas, y en ellas resulta complicado montar un espectáculo con buen nivel. Y los certámenes de danza “más bien son festivaluchos de tres al cuarto donde durante tres horas bailan mezclados moros y cristianos. Es como una cosa muy escolar, muy paternalista, muy de concurso televisivo. Vamos, que hay talento pero no hay dónde cocinarlo. Eso no es la revolución cultural”, concluye Quintana. La coreógrafa considera que la danza está abandonada por el Estado, lo cual puede tener su lado bueno: “Nos ha obligado a todos a movernos y aprender a hacer nuestra empresita cultural. Todo el mundo hace lo suyo en chiquito, como puede”.

Esa ausencia también se puede observar, por ejemplo, en la Feria Internacional del Libro que se celebra ahora mismo en La Paz. Según la gerente general de la Cámara Departamental del Libro de La Paz (CDLLP), Tatiana Azeñas, “este año no hay ninguna contribución del Estado y vamos a extrañar la participación del Ministerio de Culturas, que siempre fue auspiciador y aliado pero ahora solo pone un stand alquilado, como cualquiera puede hacer”. En cuanto al apoyo que otorga o no al sector editorial en general, el editor y director de ferias de la CDLLP, Fernando Barrientos, considera que la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (que depende de la Vicepresidencia) puede hacer de puente en la relación con el Estado para avanzar en la ejecución de la Ley del libro, “que sigue durmiendo el sueño de los justos cuatro años después de su promulgación”. “Hasta ahora solo el IVA (Impuesto al Valor Agreado) se ha hecho efectivo. Pero lo del IVA se pierde si no viene acompañado de otras medidas que están en la ley y no se aplican”. “Parece que el Ministerio de Culturas ha perdido el interés en el sector”, concluye Barrientos.

Prudencio rechaza la idea de que haya un abandono: “Creo que el Estado de hoy hace mucho más que hace 15 o 20 años. Aun así habrá quien diga que no ha generado muchas políticas públicas, que son insuficientes. Probablemente lo sean, pero comparativamente el Estado tiene ahora mucha más presencia en lo cultural que nunca antes”. Así que queda un amplio margen de mejora, un horizonte amplio hacia el que dirigirse: “El proceso político ha tenido incidencia pero no está cerrado. Hay que generar debate del patrimonio, la herencia, la cultura para repensarnos nuevamente como sociedad en el marco de este nuevo país, pero es imposible pasarle al Estado toda la expectativa del mundo de la cultura”.

Arancibia dirige la OSN.

Porque las empresas privadas deben de constituirse en otro actor importante a la hora de financiar el arte y darle a los creadores la posibilidad de crear esos productos nuevos, contemporáneos, ajustados a la cosmovisión propia, descolonizadores y revolucionarios. En una época en que muchas entidades privadas están generando beneficios, Prudencio aboga por encontrar la fórmula legislativa que propicie que parte de estas ganancias se canalicen hacia la cultura, un importante bien común. Aunque mucha de la gente del mundo de la cultura estalló el año pasado porque consideró que el Rally Dakar fue un contraejemplo de manual, que demostró que sí hay dinero público y de auspiciadores para organizar eventos, pero no los culturales.

Tras 11 años del “proceso de cambio” sigue pendiente la tarea de definir qué se entiende por un arte contemporáneo propio, que vaya mucho más allá de la potenciación del folklore. Volviendo al campo de la música, el reciente caso de la OSN puede servir de ejemplo. Tras el ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven —música que también se debe considerar propia porque es del patrimonio universal y por lo tanto, del boliviano— tocaba pasar a otra cosa. Y no fue a música contemporánea, con identidad, creativa y descolonizadora, sino a una serie de tres conciertos más propios de una orquesta de variedades que de la institución musical más importante del país: un espectáculo cómico, un musical, y un repertorio folklórico criollo. Todo bastante lejos del camino revolucionario, renovador y tradicional pero futurista que han mostrado, entre otros, Piazzolla.

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/ 13 de agosto de 2017 / 04:00

Acaban de cumplirse 25 años del fallecimiento de Astor Piazzolla, el más importante de unos artistas que tomaron algo tan tradicional como el tango, patrimonio cultural argentino, y lo convirtieron en una expresión artística radicalmente contemporánea y revolucionaria. Esta semana la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), por iniciativa del Ministerio de Culturas, ofreció un concierto para celebrar el 6 de agosto titulado Homenaje a Bolivia. Se interpretaron arreglos orquestales de canciones populares de todos los departamentos del país. ¿Tocar Viva mi patria Bolivia, Collita o Linda cochabambinita con 40 violines se debe considerar una revolución cultural?

La música se puede entender como un ejemplo de lo que ocurre o de lo que no ocurre en todos los ámbitos de la cultura boliviana. El Estado “continúa en un proceso, ya bastante largo, de reivindicación de manifestaciones que antes estaban postergadas o excluidas”, asegura el presidente de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, Cergio Prudencio. El dramaturgo y director de teatro Diego Aramburo aseguraba el año pasado, durante el Festival Internacional de Teatro de La Paz (Fitaz), que “el patrimonialismo es correcto, Bolivia tiene mucho que aprovechar de su tradición, pero si no se preocupan por los creadores de hoy, mañana nos vamos a quedar sin cultura”.

El director artístico de la OSN, Weimar Arancibia, refrenda esta idea: “Hay que producir música nueva, que realmente potencie los valores de nuestra cultura, lo que no se hace con folklore mal entendido, como el caporal sinfónico. Basta viajar un par de horas por la carretera para encontrar cosas que tienen valores muy interesantes, musicales e ideológicos”. Y también existen buenos ejemplos sin salir de La Paz, como la Orquesta Experimental de Instrumentos Nativos —que Prudencio creó y dirigió durante 30 años y que ahora está en manos de los que fueron sus alumnos—, el espacio Casa Taller o compositores como Javier Parrado y Willy Pozadas, entre otros. Pero estos músicos valiosos no contarían con el reconocimiento o el apoyo necesario por parte de un Estado que, según escribe el músico Álvaro Montenegro en este mismo número de Tendencias, tendría “bajos niveles de exigencia, respondiendo a criterios de propaganda más que a una visión político-cultural de largo alcance”.

Un ensayo de la OEIN.

La coreógrafa Norma Quintana considera que desde el folklore se puede dar un paso adelante en crear una buena danza contemporánea boliviana, aunque duda de que por el momento esa sea la meta de las políticas públicas. “Para hacer un planteamiento artístico contemporáneo, considerando la danza en cualquiera de sus estilos, necesitamos tener mucho más rigor”. Los concursos como el Eduardo Abaroa fomentan mucho más la cantidad que la calidad en las producciones y en ellos “se premia pero luego nunca se ven las obras”. Las instalaciones físicas como el Teatro Municipal son escasas y por tanto desbordadas, y en ellas resulta complicado montar un espectáculo con buen nivel. Y los certámenes de danza “más bien son festivaluchos de tres al cuarto donde durante tres horas bailan mezclados moros y cristianos. Es como una cosa muy escolar, muy paternalista, muy de concurso televisivo. Vamos, que hay talento pero no hay dónde cocinarlo. Eso no es la revolución cultural”, concluye Quintana. La coreógrafa considera que la danza está abandonada por el Estado, lo cual puede tener su lado bueno: “Nos ha obligado a todos a movernos y aprender a hacer nuestra empresita cultural. Todo el mundo hace lo suyo en chiquito, como puede”.

Esa ausencia también se puede observar, por ejemplo, en la Feria Internacional del Libro que se celebra ahora mismo en La Paz. Según la gerente general de la Cámara Departamental del Libro de La Paz (CDLLP), Tatiana Azeñas, “este año no hay ninguna contribución del Estado y vamos a extrañar la participación del Ministerio de Culturas, que siempre fue auspiciador y aliado pero ahora solo pone un stand alquilado, como cualquiera puede hacer”. En cuanto al apoyo que otorga o no al sector editorial en general, el editor y director de ferias de la CDLLP, Fernando Barrientos, considera que la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (que depende de la Vicepresidencia) puede hacer de puente en la relación con el Estado para avanzar en la ejecución de la Ley del libro, “que sigue durmiendo el sueño de los justos cuatro años después de su promulgación”. “Hasta ahora solo el IVA (Impuesto al Valor Agreado) se ha hecho efectivo. Pero lo del IVA se pierde si no viene acompañado de otras medidas que están en la ley y no se aplican”. “Parece que el Ministerio de Culturas ha perdido el interés en el sector”, concluye Barrientos.

Prudencio rechaza la idea de que haya un abandono: “Creo que el Estado de hoy hace mucho más que hace 15 o 20 años. Aun así habrá quien diga que no ha generado muchas políticas públicas, que son insuficientes. Probablemente lo sean, pero comparativamente el Estado tiene ahora mucha más presencia en lo cultural que nunca antes”. Así que queda un amplio margen de mejora, un horizonte amplio hacia el que dirigirse: “El proceso político ha tenido incidencia pero no está cerrado. Hay que generar debate del patrimonio, la herencia, la cultura para repensarnos nuevamente como sociedad en el marco de este nuevo país, pero es imposible pasarle al Estado toda la expectativa del mundo de la cultura”.

Arancibia dirige la OSN.

Porque las empresas privadas deben de constituirse en otro actor importante a la hora de financiar el arte y darle a los creadores la posibilidad de crear esos productos nuevos, contemporáneos, ajustados a la cosmovisión propia, descolonizadores y revolucionarios. En una época en que muchas entidades privadas están generando beneficios, Prudencio aboga por encontrar la fórmula legislativa que propicie que parte de estas ganancias se canalicen hacia la cultura, un importante bien común. Aunque mucha de la gente del mundo de la cultura estalló el año pasado porque consideró que el Rally Dakar fue un contraejemplo de manual, que demostró que sí hay dinero público y de auspiciadores para organizar eventos, pero no los culturales.

Tras 11 años del “proceso de cambio” sigue pendiente la tarea de definir qué se entiende por un arte contemporáneo propio, que vaya mucho más allá de la potenciación del folklore. Volviendo al campo de la música, el reciente caso de la OSN puede servir de ejemplo. Tras el ciclo de las nueve sinfonías de Beethoven —música que también se debe considerar propia porque es del patrimonio universal y por lo tanto, del boliviano— tocaba pasar a otra cosa. Y no fue a música contemporánea, con identidad, creativa y descolonizadora, sino a una serie de tres conciertos más propios de una orquesta de variedades que de la institución musical más importante del país: un espectáculo cómico, un musical, y un repertorio folklórico criollo. Todo bastante lejos del camino revolucionario, renovador y tradicional pero futurista que han mostrado, entre otros, Piazzolla.

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