Tzvetan Todorov fue un importante pensador sobre la literatura y la historia cultural del siglo XX. Nació en la Bulgaria comunista en 1939 y huyó a París a sus 23 años, donde trabajó con Roland Barthes, uno de los pilares del estructuralismo francés, y donde falleció hace ahora 12 días. Su vida intelectual se divide en dos campos principales: la investigación de la literatura, en una primera etapa; la historia cultural, en una segunda. Según sus propias palabras, sintió una especial inclinación hacia el segundo campo de reflexión, al cual se dedicó por largos años.

Durante su época de reflexión sobre la literatura, Todorov estuvo marcado por la tradición del estructuralismo francés. Para él, “se estudia, no la obra, sino las virtualidades del discurso literario que la han hecho posible: es así como los estudios literarios podrán llegar a ser una ciencia de la literatura”. Un ejemplo de esta concepción “cientificista” de la literatura se puede advertir en el artículo Las categorías del relato literario, publicado en una de las obras centrales del estructuralismo francés: Análisis estructural del relato. En ese artículo, realiza, sobre todo, un estudio de la novela epistolar Relaciones peligrosas (que tan famosa se hizo al ser llevada al cine por Stephen Frears en 1988). Para Todorov, esta novela es un objeto que se ha de describir con categorías objetivas, siempre bajo el influjo de la teoría del análisis del relato procedente de los formalistas rusos, vale decir, de la búsqueda de una gramática de la obra literaria.

Otra obra fundamental para comprender el pensamiento de Todorov es el Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (1972), escrito con Oswald Ducrot. Asimismo, publicó Los géneros del discurso (1978), donde relaciona literatura, discurso y género, en particular, la ficción y la poesía. Una de sus obras, Introducción a la literatura fantástica, resulta esencial para comprender su comprensión de la crítica literaria. Todas ellas fueron obras enormemente consultadas y, hoy por hoy, relativamente olvidadas o superadas según dirían algunos críticos literarios.

En su obra La crítica de la crítica (1984), Todorov hace una síntesis de la tradición de la crítica literaria, la crítica inmanente. Esta obra plantea una superación de esta crítica, que él denomina “dogmática” para proponer una crítica dialógica: “la crítica es diálogo y tiene todo el interés en admitirlo abiertamente; encuentro de dos voces, la del autor y la del crítico, en el cual ninguna tiene un privilegio sobre la otra”. Además, en este libro se desarrolla un profundo ensayo sobre una novela de Dostoievski.

Esta crítica dialógica abre el camino a la crítica de otras culturas o del otro cultural, que constituye la segunda etapa de su reflexión. Una obra representativa de este nuevo enfoque es La conquista de América. El problema del Otro (1982). Todorov la dedica a una mujer maya devorada por los perros, cuya historia se encuentra en la crónica Relación de las cosas de Yucatán escrita por el sacerdote español Diego de Landa en el siglo XVI:

“El capitán Alonso López de Ávila prendió una moza india y bien dispuesta y gentil mujer, andando en la guerra de Bacalar. Ésta prometió a su marido, temiendo que en la guerra no la matasen, no conocer otro hombre sino él y así no bastó disuasión con ella para que no se quitase la vida por no quedar en peligro de ser ensuciada por otro varón, por lo cual la hicieron emperrar”.

Este caso extremo de la violencia colonial podría haberse evitado si se hubiera concretado —o deseado— el descubrimiento del otro. Pero, en realidad, los conquistadores se aprovecharon para la conquista de la interpretación de los signos que tenían los mexicanos: por ejemplo, la suposición de los aztecas de que Cortés era la encarnación del dios Quetzalcóatl. Para Cortés, señala Todorov, los indígenas poseían el mismo valor que un objeto del paisaje. He aquí la desigualdad de percepciones y la problemática afirmación sobre la enseñanza que nos brinda la conquista de América: “la civilización occidental ha vencido, entre otras cosas, gracias a su superioridad en la comunicación humana”.

Sobre la historia, Todorov escribió otros ensayos como La memoria: ¿un remedio contra el mal? y Los abusos de la memoria, ubicados, sobre todo, en el siglo XX, cuando se revela, dice, el riesgo de la supresión de la memoria. Se cuestiona qué hacer con la misma, ¿tal vez el “olvido impuesto” de apagarla y adormecerla, “como si se tratara de algo no ocurrido”, como dijo Enrique IV en 1598? Incluso cuestiona la conmemoración de la memoria sobre hechos del pasado sobre los que tomamos parte, en tanto que puede contribuir al olvido de las miserias del presente, que tendemos a soslayar: “sacralizar la memoria es otro modo de hacerla estéril”.

Asimismo, afirma que no debemos “olvidar que bien y mal brotan de la misma fuente, y que en los mejores relatos del mundo nunca están separados”.

En suma, la obra de Todorov nos confronta con la historia pasada y presente desde una reflexión desgarradora; hace de la memoria la posibilidad de recuperar el humanismo que nos recuerda quiénes somos.