Víctor Montoya es un escritor boliviano de extraña trayectoria. Joven aún, muy joven, fue torturado por los regímenes dictatoriales militares y gracias a Amnistía Internacional fue liberado y llevado a Suecia en calidad de exiliado. Mientras estuvo en Suecia, nunca olvidó a su país y escribió varias obras con temática boliviana, vinculadas con su vida de exiliado, como Cuentos violentos, Ediciones Luciérnaga, Estocolmo, 1991; El laberinto del pecado, Ediciones Luciérnaga, Malmoe, 1993; Cuentos de la mina, Ediciones Luciérnaga, Estocolmo, 2000; Entre tumbas y pesadillas, Editorial Heterogénesis, Lund-Suecia, 2002; Cuentos en el exilio, Editorial Kipus, Bolivia, 2011 y otras obras más que no mencionamos en este artículo.

Al trabajar en Suecia en una biblioteca, se vinculó con la literatura infantil, lo que le sirvió de base para escribir el libro Literatura Infantil, Lenguaje y Fantasía, libro pionero en su género en Bolivia. Este conocimiento le valió para ser invitado a escribir la presentación principal del Diccionario de Literatura Infantil de la editorial SM, obra de trascendencia internacional y para ser invitado también a codirigir el Boletín Vuelan vuelan de la Academia Boliviana de Literatura Infantil y Juvenil.

Ahora nos sorprende con La señora de la conquista, editorial Kipus, novela ubicada en territorio azteca-maya y en tiempos del descubrimiento de lo que sería América y la hazaña mayúscula del encuentro de las culturas indígenas con la española. Montoya recupera un personaje fundamental de la conquista del imperio de los mayas y de América: la Malintzin.

La Malinche, como se la conoce en la historia, ha tenido cuatro nombres: Malinalli, nombre de nacimiento, Malintzin, al ser rechazada y vendida por su madre, Malinche, sinónimo de traidora que trajo mala suerte y Marina, nombre cristiano con el que se la bautizó. La Malinche ha sido la rueda viva, el fuego imaginativo y real, para muchos novelistas que la han interpretado desde distintas perspectivas y la han odiado o la han amado. Esta presencia en tantas obras escritas sobre ella prueba su vitalidad.

Malintzin es la intérprete de lenguas indígenas para el español Cortés, el osado conquistador, es la amante seductora de Cortés y la que informa a Moctezuma que Cortés es un ser humano y no Quetzalcoatl, el dios que vuelve, es el principio del mestizaje, la visionaria de lo que realmente sucedía al fondo de aquella hazaña, la fuerza de mujer indígena frente a la lujuria española, la víctima de la Conquista, la gran traidora, también la heroína, símbolos todos del primer encuentro entre culturas y sangres, etc. La Malintzin es un tema inacabable. Así que, atreverse a acercarse a ella, es un desafío y un derecho que se atribuye Montoya.

Un pequeño texto, muy valioso al respecto, es Apología de Malintzin del escritor nicaragüense de hoy, Lizandro Chávez Alfaro, que desde un breve ensayo busca darle el sitio que le corresponde frente a la históricamente maldecida Malinche. Tomamos unas frases: “Hicieron de ella la endemoniada culpable de todos los males de la conquista”, y sigue: “…desde el arbitrario poder masculino seguimos cobrándole a aquella Malintzin, el atrevimiento transgresor del mandato —que de sus dueños originales había recibido: ser tortillera— concubina y nada más; nunca se le mandó ser protagonista de nuestra semienterrada historia de latinoamericanos, de mestizos…”.

Montoya se acerca a ese reclamo de Chávez Alfaro, posiblemente sin conocerlo. La Malintzin es la admirable protagonista de nuestra historia de mestizos. Inicia el relato del nacimiento de Malinalli en ese territorio misterioso de presagios, vinculada con los mitos indígenas, huracanes, fuego, jaguares, serpientes, sacerdotes indígenas, astros. Descripción altamente poética, sin duda no registrada en textos de la época, aunque, por ejemplo, debía haber mucha admiración en el cronista español Bernal Díaz del Castillo, que nombra a la Malinche, por su importancia, centenares de veces en sus crónicas. Pensamos que jamás con el lenguaje de Víctor Montoya, enérgico, poético, poblado de enigmas y mitos, jamás se presentó así la niña misteriosa que nace para cambiar el mundo.

Son magníficas algunas escenas como las de la yegua, la montura de la Malitzin, ella sobre la yegua, vigorosa, inteligente, magnífica en carnes, debilitando a Cortés. La mujer habla maya, náhuatl, aprende fácilmente el español.

Muchísimas y bellas narraciones, leyendas indígenas se entrelazan al relato histórico de las peleas de los conquistadores entre sí, con Pedro de Alvarado saboteando a Cortés y otras informaciones de ida y vuelta desde y hacia Cuba, que se había constituido en centro de organización y administración de la conquista española.

Hacemos un alto para subrayar las múltiples escenas de amor entre la Malintzin y Cortés que son tratadas con un poético erotismo, imposible de ejemplificar mostrando un fragmento solamente. Anotamos algunas páginas para el interesado lector, 34-5, 74-5.

El tono narrativo y la temática de enfrentamientos de cuerpo a cuerpo entre indígenas y españoles recuerdan las descripciones épicas de La Ilíada. La novela entera se mueve en una atmósfera de enfrentamiento. La historia de la Conquista ha sido investigada una vez más por Montoya y hay que contarla. La abundante información histórica y legendaria son su fuerte. Poquísimos diálogos. Ningún soliloquio, territorio de la imaginación del interior de personajes al que Montoya decide no ingresar. Opta por apasionadas descripciones del esplendor de Tlatelolco, de Tenochtitlán, de la fuerza de Moctezuma, de las danzas guerreras y los sacrificios humanos, de la tortura a fuego de Cuauhtémoc. Montoya es un creador de una atmósfera vívida de una época perdida. 

En una carta destinada al Rey de España, Hernán Cortés había expresado: “Después de Dios le debemos esta conquista de la Nueva España a doña Marina”, nombre cristiano con el que había sido bautizada la Malitzin y que coincide con la propuesta de Chávez Alfaro. Fue la “protagonista de nuestra semienterrada historia”.

La novela es también un elogio al poder del lenguaje que uniría o separaría a conquistadores y conquistados.

  • Autor. Víctor Montoya Lora nació en La Paz en 1958, escritor, ensayista, pedagogo y periodista cultural.