Tuesday 16 Apr 2024 | Actualizado a 10:51 AM

¿Quién mató a la novela negra nórdica?

El empuje de nuevas potencias literarias y los efectos de la globalización del género criminal ponen en jaque la hegemonía del ‘noir’ que viene del frío

/ 7 de mayo de 2017 / 04:00

La novela negra vive una revolución global. El declive de la moda escandinava y el poderoso empuje de otras literaturas, otras geografías y otras realidades están cambiando el panorama. Hay una reacción a aquella amable e imparable invasión que se dio a partir de Millenium. Arnaldur Indridason, Jo Nesbo o Camilla Lackberg son ejemplos del poder comercial y a veces literario de la literatura criminal del norte de Europa, pero ya no es lo mismo. Francia, donde la tradición es extensa y rica y donde en la actualidad uno de cada cinco libros vendidos pertenece al género negro, es un excelente termómetro. “La de la novela negra es la única globalización positiva que se está dando”, comenta el nuevo rey del thriller francés —con más de 1,5 millones de libros vendidos— Bernard Minier. “Hoy estoy en Lyon, pero la semana pasada estaba en Dubai, en una mesa sobre la geografía del género con un autor anglo sudanés y otro indio. Esto antes no pasaba”, explica.

En Akabé, Gabón, uno de los grandes barrios marginales de África, prefieren leer a Janis Otsiemi, el Ellroy africano, y sus turbias historias de mafia y tuées, tuées, prostitutas que mueren un día sí y otro también. “Con la guerra civil y la corrupción África tiene la materia prima para el polar. Lo que veo cada día en la esquina cuando bajo de casa es novela negra”, nos cuenta Otsiemi. “Estoy cansado de leer historias que ocurren en ciudades en las que no he puesto un pie en mi vida. Espero que la nueva ola de novela negra sea africana. ¿Por qué no?” añade con una carcajada.

En el panorama de hoy día destacan tres autores de Islandia, un país entregado a la lectura y con cifras de ventas monstruosas para sus poco más de 300.000 habitantes. Indridason, el rey de la novela negra en un país sin crímenes, con más de 12 millones de libros vendidos en todo el mundo, defiende la pujanza del género en su versión nórdica. “No creo que haya sido solo una moda. Los nórdicos siempre han producido una excelente novela negra. Eso explica también por qué han tenido tanto éxito: en general están bien escritas y bien hechas”.

Sin embargo, la directora del festival internacional de novela negra Quais du Polar de Lyon (Francia), Hélène Fischbach, cree que el exceso de títulos aparecidos durante años ha tenido un efecto perverso. “En Francia la novela negra escandinava tiene todavía muchos seguidores, pero me parece que los lectores han hecho una criba. En el festival hemos podido constatar que cada vez hay más curiosidad por descubrir autores nuevos que vienen de otros territorios”.

Europa vive en crisis permanente y Francia se enfrenta a la realidad de la destrucción del tejido social, el racismo y la amenaza de Le Pen. Ante esa situación, resucita el género crítico y de raíces sociales, revolucionario en su esencia, que tanto le dio a la literatura francesa de los setenta. “La situación política y económica que estamos atravesando ha llevado a autores nuevos, de 30-40 años, a crear una ola que renueva el polar. El francés es mejor lector que votante”, subraya Marc Fernández, escritor parisino, editor y responsable de la revista Alibi. La francofonía, todavía residual pero con empuje, completa la renovación.

Pero no solo de Francia vive el género. El efecto de Perdida, de Gillian Flynn, llevó a los estadounidenses a centrarse de tal manera en el thriller psicológico, el domestic noir, y otras variantes que ha quedado un espacio enorme. Ahí el peligro es evitar la próxima moda, no caer en la repetición hasta la saciedad de lo que ha funcionado. “En un mercado saturado, el trabajo del editor es sorprender. Y eso se hace también a través de las geografías, elemento esencial del género negro, un género con una plasticidad tremenda”, comenta Anik Lapointe, editora de Salamandra.

La vía literaria también se abre camino. Stieg Larsson completó la obra iniciada en los setenta por Maj Sjöwall y Per Wahlöö y ampliada después por Henning Mankell. Gracias a Millenium el género llegó a millones de lectores nuevos, salió del gueto comercial, aunque se quedó apartado en lo literario. Pero las opiniones de los profesionales de la edición apuntan en otro sentido. El hecho de que con El simpatizante Viet Thanh Nguyen ganase el año pasado el Pulitzer y el Edgar, el más prestigioso de los premios del género, es solo un ejemplo.

“Hay una generación de escritores jóvenes comprometidos que le están dando al polar una fuerza nueva y que además escriben bien, que es muy importante”, resume Víctor del Árbol, escritor español de novela negra. Aun así no parece que la situación política mundial vaya a mejorar antes de que el género del noir, el polar, la novela negra o policial, que siempre será su lado más literario y más cercano a la sociedad de cada país, complete su renovación.

Comparte y opina:

¿Quién mató a la novela negra nórdica?

El empuje de nuevas potencias literarias y los efectos de la globalización del género criminal ponen en jaque la hegemonía del ‘noir’ que viene del frío

/ 7 de mayo de 2017 / 04:00

La novela negra vive una revolución global. El declive de la moda escandinava y el poderoso empuje de otras literaturas, otras geografías y otras realidades están cambiando el panorama. Hay una reacción a aquella amable e imparable invasión que se dio a partir de Millenium. Arnaldur Indridason, Jo Nesbo o Camilla Lackberg son ejemplos del poder comercial y a veces literario de la literatura criminal del norte de Europa, pero ya no es lo mismo. Francia, donde la tradición es extensa y rica y donde en la actualidad uno de cada cinco libros vendidos pertenece al género negro, es un excelente termómetro. “La de la novela negra es la única globalización positiva que se está dando”, comenta el nuevo rey del thriller francés —con más de 1,5 millones de libros vendidos— Bernard Minier. “Hoy estoy en Lyon, pero la semana pasada estaba en Dubai, en una mesa sobre la geografía del género con un autor anglo sudanés y otro indio. Esto antes no pasaba”, explica.

En Akabé, Gabón, uno de los grandes barrios marginales de África, prefieren leer a Janis Otsiemi, el Ellroy africano, y sus turbias historias de mafia y tuées, tuées, prostitutas que mueren un día sí y otro también. “Con la guerra civil y la corrupción África tiene la materia prima para el polar. Lo que veo cada día en la esquina cuando bajo de casa es novela negra”, nos cuenta Otsiemi. “Estoy cansado de leer historias que ocurren en ciudades en las que no he puesto un pie en mi vida. Espero que la nueva ola de novela negra sea africana. ¿Por qué no?” añade con una carcajada.

En el panorama de hoy día destacan tres autores de Islandia, un país entregado a la lectura y con cifras de ventas monstruosas para sus poco más de 300.000 habitantes. Indridason, el rey de la novela negra en un país sin crímenes, con más de 12 millones de libros vendidos en todo el mundo, defiende la pujanza del género en su versión nórdica. “No creo que haya sido solo una moda. Los nórdicos siempre han producido una excelente novela negra. Eso explica también por qué han tenido tanto éxito: en general están bien escritas y bien hechas”.

Sin embargo, la directora del festival internacional de novela negra Quais du Polar de Lyon (Francia), Hélène Fischbach, cree que el exceso de títulos aparecidos durante años ha tenido un efecto perverso. “En Francia la novela negra escandinava tiene todavía muchos seguidores, pero me parece que los lectores han hecho una criba. En el festival hemos podido constatar que cada vez hay más curiosidad por descubrir autores nuevos que vienen de otros territorios”.

Europa vive en crisis permanente y Francia se enfrenta a la realidad de la destrucción del tejido social, el racismo y la amenaza de Le Pen. Ante esa situación, resucita el género crítico y de raíces sociales, revolucionario en su esencia, que tanto le dio a la literatura francesa de los setenta. “La situación política y económica que estamos atravesando ha llevado a autores nuevos, de 30-40 años, a crear una ola que renueva el polar. El francés es mejor lector que votante”, subraya Marc Fernández, escritor parisino, editor y responsable de la revista Alibi. La francofonía, todavía residual pero con empuje, completa la renovación.

Pero no solo de Francia vive el género. El efecto de Perdida, de Gillian Flynn, llevó a los estadounidenses a centrarse de tal manera en el thriller psicológico, el domestic noir, y otras variantes que ha quedado un espacio enorme. Ahí el peligro es evitar la próxima moda, no caer en la repetición hasta la saciedad de lo que ha funcionado. “En un mercado saturado, el trabajo del editor es sorprender. Y eso se hace también a través de las geografías, elemento esencial del género negro, un género con una plasticidad tremenda”, comenta Anik Lapointe, editora de Salamandra.

La vía literaria también se abre camino. Stieg Larsson completó la obra iniciada en los setenta por Maj Sjöwall y Per Wahlöö y ampliada después por Henning Mankell. Gracias a Millenium el género llegó a millones de lectores nuevos, salió del gueto comercial, aunque se quedó apartado en lo literario. Pero las opiniones de los profesionales de la edición apuntan en otro sentido. El hecho de que con El simpatizante Viet Thanh Nguyen ganase el año pasado el Pulitzer y el Edgar, el más prestigioso de los premios del género, es solo un ejemplo.

“Hay una generación de escritores jóvenes comprometidos que le están dando al polar una fuerza nueva y que además escriben bien, que es muy importante”, resume Víctor del Árbol, escritor español de novela negra. Aun así no parece que la situación política mundial vaya a mejorar antes de que el género del noir, el polar, la novela negra o policial, que siempre será su lado más literario y más cercano a la sociedad de cada país, complete su renovación.

Comparte y opina:

Novela negra a la carta

La novela policial vive un singular auge en Francia, con Fred Vargas a la cabeza

/ 1 de diciembre de 2013 / 04:00

El género policiaco en Francia está de fiesta. Hace 152 años que Honoré de Balzac publicó Un asunto tenebroso, lo más próximo a una obra fundacional del género en el país, pero la literatura criminal no para de crecer más allá de los Pirineos y de extenderse por Europa rivalizando con nórdicos y anglosajones. Uno de cada cuatro libros vendidos en Francia es novela negra y casi todas las editoriales tienen su colección o sello policial. A la tradición del polar —nombre con el que se conoce popularmente en Francia al género negro— de los 60 y 70, con su carga social, se han unido voces jóvenes que han renovado el género sin perder su esencia.

El nombre de Fred Vargas aparece en cualquier conversación sobre el género en Francia. La creadora del comisario Adamsberg ha vendido 100.000 copias de La tercera virgen y destaca por su calidad. “Es la que más ha marcado esta época”, comenta el escritor Bernard Minier. “Es esencial por su fantasía, sus personajes, su punto de vista posmoderno y, sobre todo, su amor a la lengua”, asegura.

La nómina de autores de un género que ha inutilizado las etiquetas que trataban de clasificarlo es inabarcable. El thriller tiene en Francia una repercusión que no ha tenido fuera del mundo anglosajón y se nota en su proyección exterior. Franck Thilliez es el maestro de este subgénero. El autor de Gataca o Atomka constata la evolución en Francia: “Cuando era joven las librerías estaban copadas de literatura anglosajona. Ahora, la gente busca comprender la realidad en la que vive y hay muchos escritores capaces de divertir y explicar el mundo en que vivimos”.

“La tradición de señalar las zonas sombrías de la sociedad está muy viva”, asegura Olivier Truc, corresponsal de Le Monde para Escandinavia y exponente de la deslocalización del género con su primera novela, El último lapón. “Los autores de hoy han tenido recorridos menos politizados que sus predecesores de los 70, ligados a la extrema izquierda”, añade Truc rememorando a Jean-Pierre Manchette, Didier Daeninckx o Jean-Bernard Pouy.

Las voces femeninas destacan mucho y, algunas, precoces. Como Cécile Coulon, 23 años, seis novelas y un apoyo excepcional de crítica y público. Más ejemplos: Dominique Sylvain (autora de La ausencia del ogro) y Karine Giébel. “Son autores de entre 25 y 40 años, que no han conocido el Mayo del 68, que viven con las nuevas tecnologías”, resume Fernández.

La voracidad traductora completa un panorama difícil de igualar. Víctor del Árbol, Prix du polar Européen 2012 por La tristeza del samurari, o Carlos Salem han vivido un éxito de crítica y ventas y un reconocimiento en Francia que todavía se les niega en España. ¿Por qué triunfa tanto el género en Francia? Thilliez y Truc hablan de éxito mundial, de una oferta de evasión y de mucha calidad. Pero Minier lanza una alerta: “El peligro es que demasiado polar mate al polar”. Por ahora no ha ocurrido. La fiesta continúa.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Novela negra a la carta

La novela policial vive un singular auge en Francia, con Fred Vargas a la cabeza

/ 1 de diciembre de 2013 / 04:00

El género policiaco en Francia está de fiesta. Hace 152 años que Honoré de Balzac publicó Un asunto tenebroso, lo más próximo a una obra fundacional del género en el país, pero la literatura criminal no para de crecer más allá de los Pirineos y de extenderse por Europa rivalizando con nórdicos y anglosajones. Uno de cada cuatro libros vendidos en Francia es novela negra y casi todas las editoriales tienen su colección o sello policial. A la tradición del polar —nombre con el que se conoce popularmente en Francia al género negro— de los 60 y 70, con su carga social, se han unido voces jóvenes que han renovado el género sin perder su esencia.

El nombre de Fred Vargas aparece en cualquier conversación sobre el género en Francia. La creadora del comisario Adamsberg ha vendido 100.000 copias de La tercera virgen y destaca por su calidad. “Es la que más ha marcado esta época”, comenta el escritor Bernard Minier. “Es esencial por su fantasía, sus personajes, su punto de vista posmoderno y, sobre todo, su amor a la lengua”, asegura.

La nómina de autores de un género que ha inutilizado las etiquetas que trataban de clasificarlo es inabarcable. El thriller tiene en Francia una repercusión que no ha tenido fuera del mundo anglosajón y se nota en su proyección exterior. Franck Thilliez es el maestro de este subgénero. El autor de Gataca o Atomka constata la evolución en Francia: “Cuando era joven las librerías estaban copadas de literatura anglosajona. Ahora, la gente busca comprender la realidad en la que vive y hay muchos escritores capaces de divertir y explicar el mundo en que vivimos”.

“La tradición de señalar las zonas sombrías de la sociedad está muy viva”, asegura Olivier Truc, corresponsal de Le Monde para Escandinavia y exponente de la deslocalización del género con su primera novela, El último lapón. “Los autores de hoy han tenido recorridos menos politizados que sus predecesores de los 70, ligados a la extrema izquierda”, añade Truc rememorando a Jean-Pierre Manchette, Didier Daeninckx o Jean-Bernard Pouy.

Las voces femeninas destacan mucho y, algunas, precoces. Como Cécile Coulon, 23 años, seis novelas y un apoyo excepcional de crítica y público. Más ejemplos: Dominique Sylvain (autora de La ausencia del ogro) y Karine Giébel. “Son autores de entre 25 y 40 años, que no han conocido el Mayo del 68, que viven con las nuevas tecnologías”, resume Fernández.

La voracidad traductora completa un panorama difícil de igualar. Víctor del Árbol, Prix du polar Européen 2012 por La tristeza del samurari, o Carlos Salem han vivido un éxito de crítica y ventas y un reconocimiento en Francia que todavía se les niega en España. ¿Por qué triunfa tanto el género en Francia? Thilliez y Truc hablan de éxito mundial, de una oferta de evasión y de mucha calidad. Pero Minier lanza una alerta: “El peligro es que demasiado polar mate al polar”. Por ahora no ha ocurrido. La fiesta continúa.

Temas Relacionados

Comparte y opina: