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ALIEN: COVENANT

Y dale con las franquicias! El octogenario Ridley Scott vuelve a las fuentes casi 40 años después de Alien, el octavo pasajero (1979), impensado éxito que perdura en la memoria —especialmente de los amantes de la ciencia-ficción en onda Lovecraft— y cuyo advenimiento tuvo además otros ecos, tampoco premeditados, como haber cambiado radicalmente el sentido del término alien, anglicismo instalado ahora en el lenguaje común, sinónimo de extraño, desconocido.

Ya pasaron por las pantallas tres secuelas: Alien, el regreso (1986) una plausible segunda parte dirigida por el entonces prometedor James Cameron; Alien 3 (1992) realización del efectista David Fincher, y Alien: Resurrección (1997) encomendada a un Jean-Pierre Jeunet embarcado de lleno en el disparate.

A tono con el rumbo de la industria, entró en circulación la bendita franquicia materializada en diversas novelas, historietas, videojuegos, juguetes y un ampuloso etc. Algunos de esos artículos aprovecharon una cruza que en materia cinematográfica dio a luz dos nulidades: Alien vs. Depredador (2004) de Paul Anderson y Alien vs. Depredador: Requiem (2007) a cargo de Colin y Greg Strause.

El feo bicho diseñado por el suizo Dinger tampoco resultó inmune a la onda de las precuelas, la última argucia de los estudios para optimizar el rendimiento de la exprimidora de taquilla. Así Scott volvió a reencontrarse con aquel octavo pasajero en Prometeo (2012) y lo intenta de nuevo en esta Alien: Covenant, pensada como el segundo episodio de una saga cuyo devenir dependerá de la taquilla, indistintamente si la remisión a los antecedentes de la nave Nostronomo en el planetoide tenga algún sentido o no, tal cual acaeció con las más recientes, erráticas, entregas de La Guerra de las Galaxias.

Se trata de conectar con las nuevas generaciones de espectadores, agregándolas a las estadísticas de forofos más o menos nostálgicos del tiempo de los inicios de la macdonalización planetaria. Scott ya anticipó su disposición a perseverar anticipando el próximo emprendimiento bajo el título provisional de Prometeo 3. Así al infinito y más allá. El cotilleo sugiere que Scott se sintió dolido cuando la productora lo sustituyó por Cameron en la secuela del original.

De tal suerte estaríamos en presencia de un ejercicio terapéutico para restañar viejas heridas.

Desde los títulos de apertura Alien: Covenant conecta con Prometeo, coqueteando de nuevo con la pretensión “filosófica” alrededor de la exploración de los orígenes de David, el protagonista, un ser concebido mediante procedimientos sintéticos que en la anterior perseguía la evasiva respuesta a la pregunta ¿de dónde venimos?, impregnada de connotaciones religiosas.

A ese ambicioso enigma atiende Scott por medio de un mix de géneros: acción, aventuras, terror, ciencia ficción y unas pinceladas de cine bélico, procedimiento igualmente en boga. Dispersas aquí y allá a lo largo de la trama, las citas al poeta Lord Byron y a Mary Shelley —progenitora de Frankenstein, inspirado en la personalidad del primero— cumplen la doble función de recubrir de una pátina de prestigio intelectual al relato y de ofrecer algunas pistas a la indagación existencial. Diseminadas en la línea narrativa principal asoman citas y autocitas a los episodios precedentes. Que semejante mescolanza no acabe hundiendo el relato se debe al oficio de Scott para armar una puesta de interés sostenido. Oficio no es igual a inventiva, pues en materia de creatividad el arqueo arroja un resultado más bien exiguo. Verdadera paradoja tratándose de una pesquisa acerca de la creación y de la Creación.

Luego de las imágenes de la nave Covenant flotando en el espacio, algo así como el sello visual introductorio de todos los episodios de la serie, ya dentro de la nave nos ponemos al corriente del viaje, previsto para 7 años, de 2.000 pasajeros humanos y 1.140 embriones criogenizados a un planeta elegido para fundar una colonia. A cargo de la expedición se encuentra el autómata David, enlace referencial a la primera precuela.

De pronto una explosión provoca un grave desperfecto, obligando a la tripulación a despertar, trance en el cual recibe una señal, al parecer inteligente, obligándola a cambiar de rumbo. Entretanto David se enfrenta a una especie de doble con el cual se enfrasca en tremenda contienda, descuidando a sus verdaderos enemigos: los xenomórfos, los neomórfos… Resulta opinable la insinuación respecto a la superioridad de la inteligencia artificial sobre la humana que atraviesa todo el asunto. Mientras el robot conoce a su creador —el ingeniero que lo diseñó—, el hombre no.

El oficio resguarda a Scott del papelón. Y la mucha habilidad que necesitó se constata en los agujeros de un guion pródigo en absurdas casualidades y generoso en caprichosos apuntes, digresiones más bien, que no aportan un ápice a la trama. Para peor el libreto opta por el facilismo, para generar tensión y suspenso, de atribuirles a los tripulantes del Covenant decisiones siempre erradas. Lo cual, si se miran las cosas con detenimiento, es una flagrante contradicción con el carácter de esos personajes altamente cualificados.

En el ritmo sin respiro y en la prodigalidad visual encontró el director la salida a tales engorros, pero también en el tino de reservar la esperada aparición del bicho para el momento dramáticamente adecuado, alimentando el desasosiego del respetable y manteniendo a flote la intriga, en lugar de explotar innecesariamente el morbo de la platea.

No es en el balance final un trabajo de magnitud equiparable al de cuatro décadas atrás. Le faltan para serlo el empuje, el atrevimiento, gracias a los cuales conseguía impregnar cada una de las situaciones de una pegajosa sensación de horror. Aquí todo es más mecánico y calculado, impactante, abriendo una profunda duda respecto a la intención de prolongar una aventura que pareciera responder más a la intención de ahondar ese ejercicio de autorreferencialidad que a una genuina necesidad de expresar algo que se tiene atravesado en la mente, o en el riñón, y que urge ser puesto en imagen.

Ficha técnica

Título Original: Alien: Covenant.

Dirección: Ridley Scott.

Guion: Dan O’Bannon,  Ronald Shusett.

Historia: Jack Paglen,  Michael Green.

Fotografía: Dariusz Wolski.

Montaje: Pietro Scalia.

Diseño: Chris Seagers.

Arte: Damien Drew. Ian Gracie.

Música: Jed Kurzel.

Efectos: Cris Alex, Genevieve Bevan-John.

Producción:  David Giler, Walter Hill.

Intérpretes: Michael Fassbender, Katherine Waterston,

Billy Crudup, Danny McBride, Demián Bichir,

Carmen Ejogo, Jussie Smollett – USA/2017.