Recuerdo que años anteriores esperaba la Feria Internacional del Libro (FIL) de Santa Cruz en cuenta regresiva. Mis amigos temían estas fechas porque abusaba un poco de su paciencia para que me esperaran mientras revisaba los libros de cada estante y de cada stand (uno-por-uno), para luego dar rienda suelta a mi manía de compradora compulsiva de libros. Este año, me propuse comprar menos y leer más; eso y participar en cuanta conferencia, presentación, encuentro o conversatorio me fuera posible.

Entre los momentos más memorables de la feria de 2017, la 18ª, estuvieron los conversatorios de la novelista Almudena Grandes y el poeta Luis García Montero, españoles, dos de los invitados más esperados este año, quienes contaron sus motivaciones para recorrer el camino de la escritura en un ambiente tan cálido y tan íntimo como sus palabras.

También fue digna de aplauso la presentación de la colección de narrativa Mantis, de Plural Editores, a cargo de Magela Baudoin y Giovanna Rivero, quienes ofrecieron sus primeros títulos: No soñarás flores, de Fernanda Trías, y Lo que no tiene nombre, de Piedad Bonnet, en una edición exquisita. Resultó muy emotivo escuchar a ambas autoras hablar sobre el origen de sus libros. Un libro que asombra siempre provoca la pregunta: ¿cómo lo logran? Por eso no tiene precio escuchar a los autores revelar cómo funciona su laboratorio creativo. Y el esfuerzo de los organizadores del Encuentro de Narrativa logró reunir a 16 autores en la FIL para develar sus “secretos y delitos literarios” y desmontar frente al público la maquinaria de sus escritos.

Se realizó también en la Feria, como ya es una joven tradición, el Encuentro Internacional de Poesía de la Ciudad de los Anillos, que ha alcanzado su cuarta versión este año, con la participación de casi 50 poetas entre invitados nacionales e internacionales. Estuvieron autores como García Montero y José María Muñoz Quirós de España, Mario Bojórquez de México, Edel Morales de Cuba, Enrique Solinas y Ernesto Rojas de Argentina, Paola Valverde de Costa Rica, Dennis Ávila de Honduras, Amanda Pedrozo de Uruguay y la cantautora colombiana Martha Elena Hoyos.

Lo maravilloso de este espacio que han creado Gabriel Chávez Casazola y Gary Daher es poder escuchar distintas voces de diversos países, como quien sobrevuela distintas geografías poéticas, y acercarse a los autores como quien se reencuentra a un amigo. Además, este año se publicó por primera vez una antología que reúne poemas de todos los participantes en el Encuentro, publicada por Editorial 3600, titulada Encrucijada, y se presentaron además libros recién editados en Bolivia de los dos poetas invitados españoles: Una melancolía optimista (Agua Ardiente-Plural), García Montero, y La espina de la nieve (3600), de José María Muñoz Quirós.

También fueron lanzadas dos antologías internacionales de poesía que incluyen a autores nacionales. Una de ellas, Voces de América Latina, compilada por la poeta dominicana María Palitachi, fue publicada por la editorial Mediaisla, de Estados Unidos, y ha sido recientemente premiada en ese país. Incluye a varios poetas bolivianos, entre ellos Vilma Tapia, Paura Rodríguez, Homero Carvalho y Óscar Gutiérrez. La segunda antología, Legado de generaciones, acaba de ser publicada en Nicaragua por con un asombroso tiraje de 250.000 ejemplares e incluye a poetas del mundo entero, entre ellos cuatro participantes en la Feria: García Montero, la paraguaya Amanda Pedrozo, Paola Valverde, de Costa Rica, y Gabriel Chávez por Bolivia.

Alemania fue el país invitado de la Feria. Contó con un espacio especial y la presencia de Gisbert Haefs, uno de los escritores alemanes más reconocidos, autor de más de 30 novelas. Otra de las invitadas especiales fue la prestigiosa periodista brasileña Dorrit Harazim, quien dio una conferencia contando su experiencia como corresponsal en guerras y elecciones presidenciales.

La FIL celebró el nacimiento de nuevas publicaciones, como Eisejuaz, de Sara Gallardo, primer título de la nueva Editorial Dum Dum —dirigida por la escritora cruceña Liliana Colanzi— y de más de un centenar de nuevos títulos. Entre ellos, tuve el honor de ver publicado en la editorial 3600 mi libro Luminiscencia, ganador del Premio de Poesía Noveles Escritores de la Cámara del Libro cruceña, y que será anual desde esta versión.

La agenda de la FIL de Santa Cruz ha sido amplia y variada y ha conseguido una muy buena participación por parte del público, pero siempre quedan cosas que podrían mejorarse. Falta, por ejemplo, abrirse más, con una mayor difusión del programa que ayudaría a tener una mejor asistencia. También sería bueno que se programaran más espacios de formación con los que se aprovechase más a fondo la visita de tantos invitados nacionales e internacionales.

Las presentaciones y diálogos han sido muchos, y no resulta fácil programarlos para que no coincidan en el mismo horario. Esto hace que, lamentablemente, el asistente tenga que descartar algo. Tal vez sería una buena idea ofrecer menos actividades, cuidando más la calidad de lo que se presenta.

A pesar de todo esto, la FIL de Santa Cruz se ha convertido en una verdadera fiesta de las letras, en la que se han reencontrado —o se han conocido por primera vez— escritores y lectores, para intercambiar pasiones y escuchar otras voces. Un buen lugar para maravillarse una y otra vez por esa magia que es la palabra y abrazar nuevas historias. Porque las palabras sirven, finalmente, para eso: para encontrarnos y abrazarnos.