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La peligrosa perversión

La obra ‘No hay libertad política sin libertad sexual’ devela la erradicación colonial de las sexualidades indígenas

/ 2 de julio de 2017 / 04:00

La transgresión permanente, la capacidad de revertir la indignación, la condena, la ofensa pública o la censura para transformarlas en acción pública subversiva actúan como motores de la obra No hay libertad política sin libertad sexual, de María Galindo y Mujeres Creando. Esta obra devela la quimera descolonizadora, en una suerte de fantasía que se resquebraja cuando los “padres y madres de la patria” se enfrentan, a través de entrevistas, a una sexualidad desnuda, de la que emergen atávicas y coloniales marañas de homofobia, discriminación y racismo acentuadas por la ortodoxia judeocristiana, profundamente constitutiva de nuestra bolivianidad polifónica, sea indígena, campesina, originaria, urbana, mestiza, criolla, intelectual, política, partidaria, masculina, femenina, joven, adulta o mayor.

No hay libertad política sin libertad sexual es una investigación realizada entre 2015 y 2016 en la Asamblea Legislativa Plurinacional. Fue auspiciada por la Vicepresidencia del Estado, afortunada paradoja que abrió las compuertas para que en el corazón mismo del sistema se investiguen las percepciones y subjetividades sobre sexualidad, mariconería o aborto, para vislumbrar utopías subversivas hacia la construcción de otras formas de representación política, emparentadas quizá con el Parlamento de los Cuerpos.

Las indagaciones y los resultados del muestreo errático develaron cuán fuerte fue el disciplinamiento de la cruz y la extirpación de “idolatrías” en la estructuración patriarcal judeocristiana que erradicó los universos quewas, diversos o fluidos de pansexualidades precolombinas. Y también los panteones politeístas indígenas, que se desplegaron entre la androginia, hermafroditismo u homosexualidad como intermediadores entre los mundos de arriba y abajo, en sus complejas particiones de los espacios no solo terrenales.

Un disciplinamiento colonial muy presente a pesar de la propaganda descolonizadora y que se evidencia en las entrevistas de representantes nacionales, de distintas bancadas, mujeres y hombres. Como señala la autora, la investigación no podía ser políticamente inofensiva.

Los resultados de la investigación dejan entrever las asimetrías de clase y etnicidad de quienes sirven a la patria, donde “se aprende a ser hombre”; o las similitudes de percepción ante la homofobia preñada de prejuicios, desconocimiento y desinformación sin distinción de bancadas. Los matices coloniales profundamente judeocristianos que regurgitan la condena religiosa y demoniaca ante el aborto y que recurrentemente condena a las niñas, adolescentes y mujeres de los males de la comunidad, pero que no condena con la misma vehemencia la violación, el incesto, la violencia o el feminicidio.

Y si bien la obra de Galindo y Mujeres Creando es una radiografía de la Asamblea Legislativa Plurinacional, es también un reflejo de la sociedad boliviana y de las estructuras subjetivas profundamente ancladas en el sistema e ideología patriarcal, y colonial, que a pesar de la profusa discursividad descolonizadora y despatriarcalizadora desnudan la internalización medieval del disciplinamiento religioso ante la sexualidad y los universos eróticos, ante la libertad, el placer o el amor.

Este estudio también pone en evidencia el resquebrajamiento de la representatividad y los endebles liderazgos a quiénes se confió el voto ciudadano y la conducción de los destinos del país, hoy como ayer, convertidos en escenarios de consigna, con estrechas fisuras para el debate.
El prólogo de No hay libertad política sin libertad sexual está brillantemente escrito por Raquel Gutiérrez, matemática, filósofa, doctora en sociología, activista mexicana y destacada intelectual latinoamericana. Gutiérrez es una de las fundadoras del Ejército Guerrillero Túpac Katari (EGTK), en el que plantea una serie de provocadores cuestionamientos: ¿qué nos dice todo esto sobre las formas contemporáneas de la política y de su reducción a complicados y opacos mecanismos de sustitución y representación? ¿Por qué admitimos una democracia sin cuerpo y una representación sin democracia? ¿Cómo se ha reinstalado una representación formal y solo procedimentalmente democrática del cuerpo de las mujeres y de los indígenas que repudia la autonomía, escinde lo privado de lo público, la mente del cuerpo, la economía, de la política? ¿Por qué se ha reconstruido un parlamento de seres humanos que niegan el cuerpo, el propio y el ajeno? ¿Hasta dónde lo que creemos y hacemos es una reiteración de las marcas más brutales de la historia colonial?

No hay libertad política sin libertad sexual es una apuesta despatriarcalizadora que subvierte, desde el corazón del sistema político, la peligrosa perversión de la sexualidad.

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Subversivas en la bienal de Venecia

La lucha feminista en el encuentro de arte más antiguo y prestigioso del mundo

/ 30 de agosto de 2015 / 04:00

Las mujeres han irrumpido en el arte de forma subversiva, rompiendo con el academicismo a base de talento, genialidad e interpelación, principalmente desde las corrientes vanguardistas. En muchos casos apelan al propio cuerpo como lienzo y a los entornos abiertos, liberados de las paredes, para desestabilizar los sistemas tradicionales de legitimación y promoción del arte.

En el arte contemporáneo trabajado por mujeres predomina el potencial expresivo del propio cuerpo. Éste se utiliza como una alegoría de lo femenino, de la violencia, de las dictaduras religiosas misóginas y patriarcales, del control de la propia vida y del cuerpo o de los anhelos emancipatorios. Así se desafían las instituciones y estructuras excluyentes de poder, en todos los campos. En el arte esta actitud complicó el ingreso de las autoras a salas de exposiciones, museos y festivales.

Las artistas acentúan la denuncia contra el conservadurismo y la misoginia, como ocurrió hace diez años en la Bienal de Venecia, cuando el grupo de las Guerrilla Girls denunciaba en un cartel: “¿Tienen que desnudarse las mujeres para ingresar al Museo…? Menos del 3 por ciento de los artistas en las exposiciones de arte moderno son mujeres, pero el 83 por ciento de los desnudos son femeninos”. Mientras, a Venecia y al mundo del arte en general llegaban autoras africanas y latinoamericanas para poner en escena la migración, el racismo, la exclusión, el colonialismo y las guerras.

RUPTURAS. La edición de este año de la Bienal de Venecia ha apostado por reservar un espacio a las polifonías de Todos los futuros del mundo, con una amplia presencia de artistas de diversos países. Todas comparten el compromiso político, y han traducido en diversos soportes la belleza de narrativas y la crueldad del mundo. Un monumental montaje que ha tenido como comisario artístico a Okwui Enwezor, renombrado historiador, crítico de arte, escritor y poeta de origen nigeriano, cuyo planteamiento puso a las rupturas en el eje central: “las que proliferan en cada esquina del paisaje global hoy día, evocan los desvanecidos escombros de sucesivas catástrofes apiladas a los pies del ángel de la historia. ¿Cómo puede el desasosiego de nuestra época ser captado, hecho comprensible, examinado y articulado?”, dice Enwezor.

La boliviana María Galindo participó con una pieza de oratoria sobre la construcción del sujeto político del feminismo. Ante 500 personas en directo y más de 5.000 a través de conexiones virtuales, la activista destacó el aporte del movimiento Mujeres Creando al “concierto de la lucha feminista mundial”. Su propuesta política amplificada a través del arte levantó sonoras ovaciones.

El filósofo y pensador posmarxista italiano Antonio Negri también intervino en la Bienal, y apuntó que “el arte se distingue de la plusvalía en la medida en que el trabajo artístico es un trabajo liberado, y el valor es en consecuencia un excedente producido libremente. Su mecanismo de producción es democrático en el sentido que produce lenguaje, palabras, colores, sonidos que se aglutinan en nuevas comunidades. Así, el arte recupera el trabajo colectivo de producir el mundo, que empieza y termina en los cuerpos: en cada cuerpo de la multitud de singularidades, arte que se incorpora a la vida”.

La Bienal de Venecia, la exposición internacional de arte más antigua y más prestigiosa del mundo, se celebró por primera vez en 1895 con exposiciones internacionales. En 1948 las muestras y eventos paralelos se fijaron en los movimientos de vanguardia y desde entonces Venecia se mueve en espacios que redefinen las fronteras de las disciplinas del arte y se abre a apuestas profundamente innovadoras, buena parte de ellas impulsadas por mujeres artistas de diversas culturas del mundo.

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Feminismo, lo personal como arma para la lucha

Artistas que usan su cuerpo de mujer para provocar a las instituciones y combatir la opresión del sistema patriarcal

/ 26 de julio de 2015 / 04:00

Lo personal es político es el movimiento de arte feminista con matices radicales que amplifica la tesis de Carol Hanisch y detona un arte político de mujeres, sobre mujeres, relaciones de poder y subordinación social con narrativas que abordan realidades proscritas como la menstruación, la violación, el embarazo, el aborto, el racismo o las desigualdades laborales. En la mayoría de los casos se apela al propio cuerpo expuesto en intervenciones públicas, la performance o la acción artística, acentuando su presencia con apariciones efímeras o márgenes de improvisación. Se trata de un arte vivo y dinámico emparentado con el happening, el movimiento Fluxus o el arte conceptual, entre otras corrientes.

Figuras emblemáticas subvierten desde los 60 las convencionalidades del arte —al grado de ser censuradas o expulsadas de los escenarios museísticos o ser objeto de la agresión policial— y se han convertido en revolucionarias del feminismo, no solo en el arte. Una pionera del Fluxus fue la japonesa Shigeko Kubota, que en 1965 con su obra Vagina Painting, sumergía pinceles en su vagina para pintar con la menstruación y así denunciaba las opresiones y sistemas patriarcales hegemónicos y re-significaba el cuerpo femenino. También hubo insurrectas como Judy Chicago, que inauguró el arte feminista estadounidense con su provocadora instalación The Dinner Party en “un intento de reinterpretar la última cena desde el punto de vista de las personas que han preparado siempre la comida”. Chicago presentaba platos en forma de vagina que convertían la obra en una representación arcaica de la vulva como el génesis del mundo y del universo.

Carolee Schneemann, también de Fluxus, incorporó su propio cuerpo desnudo, matizado por fluidos de pintura, paneles, espejos rotos o serpientes de juguete, para confrontar los impulsos primales de la sexualidad pasiva. Despertó encendidos cuestionamientos por su desvergüenza erótica y por incitar a la liberación sexual, ya que su obra confrontaba el cuerpo femenino como objeto y espejo del deseo masculino.

Marina Abramovic, la serbia bautizada como “la abuela del arte de la performance”, puso en el centro de su propuesta artística su propio cuerpo, como lienzo de experimentación y cambio en el que indagar sobre los límites y resistencia de la mente y los sentimientos. Sus juegos con la desnudez, el aliento o la sangre fluyen como espejos deconstructores, en los que la artista incluso se somete a la tortura física rasgando su propio vientre, dejando brotar la sangre como denuncia de la brutalidad patriarcal.

Lo personal es político encendió también la contracultura, alimentando a los movimientos emancipatorios que convergían en demandas de igualdad y críticas a las relaciones de poder desde la vida cotidiana —sexual, laboral o política— con las “microrrevoluciones de autoconsciencia”. Así, interpelaba al sexismo, al “racismo masculino”, y se manifestó contra la opresión patriarcal, rechazando que la mujer fuera reducida a un cuerpo, objeto de deseo o máquina reproductora por los sistemas educativos, la institucionalidad y los universos mediáticos. Lo personal es político se convirtió desde entonces en el faro de la reivindicación, el norte de la interpelación, la cimiente artística para desestructurar las relaciones de poder y dominación porque, como bien decía Kate Millet, “el patriarcado se asienta sobre la ideología pero también sobre el sexo”.

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