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Cuando las plantas nos crían

El mundo de los materiales vegetales ha estado en relación con las sociedades humanas andinas, amazónicas y chaqueñas desde tiempos muy antiguos. Tal vez —a diferencia de sociedades occidentales y modernas— las maderas, cañas y fibras vegetales diversas son, en este lado del mundo, mucho más que materia prima. Cuando recordamos que para los incas los árboles eran mallquis, espíritus ancestrales, o que los pueblos de la Amazonía cantaban a las plantas al cortar sus hojas y tallos a modo de pedirles permiso, podemos ver que imperan el animismo y la noción de crianza mutua entre humanos y vegetales.

Desde ese punto de vista, los materiales vegetales son sustancias vivas, que evocan ambientes y paisajes concretos: selvas, lagos y bosques. Tal vez derivando de esa noción, muchas prácticas ceremoniales y funerarias de los pueblos prehispánicos emplearon materiales vegetales: vasos, tabletas inhalatorias, máscaras mortuorias, cestas, fardos funerarios. Fueron vegetales las sustancias inhaladas para lograr estados alterados de conciencia en el fenómeno del chamanismo. Y la llegada del español, si bien modificó algunas formas religiosas, mantuvo a las maderas y fibras como esenciales en la ritualidad: retablos y cruces de madera, palmas de Semana Santa.

Desde luego estos materiales fueron más que rituales, haciéndose esenciales en el mantenimiento de la vida social humana; tal vez es pertinente después de todo decir que, así como criamos vegetales, ellos nos cobijan y crían a nosotros. Por su capacidad de flotar, se convirtieron en balsas de totora y canoas de madera, esenciales para la pesca y el transporte; su peso ligero los convirtió en materiales ideales para construir casas y refugios en ciertos ecosistemas; en otros, al menos para techar casas. En nuestro medio urbano, las maderas duras siguen siendo empleadas como sostenes de la construcción.

Las propiedades aromáticas de muchos de estos materiales los convirtieron en inciensos. La resistencia de algunos de ellos, en pesadas herramientas agrícolas; su flexibilidad, en esteras, canastas y redes. Es difícil pensar en la mayor parte de las actividades productivas (caza, pesca, recolección, agricultura) sin considerar el uso de las maderas, las fibras procedentes de tallos y hojas, o las cañas. Aún el transporte o el pastoreo han hecho uso frecuentemente de sogas de fibra vegetal.

Materiales en muchos casos accesibles, la madera y la fibra vegetal se emplearon en el menaje doméstico y como juguetes; las cortezas de calabazas, como recipientes. Materiales en otros casos bellos y costosos, o exóticos, fueron privilegiados para la mueblería más fina, para el producto puesto a la venta, o para la obra de arte. Al mismo tiempo, su notable sonoridad los convirtió en el alma de la música, jugando con el viento los bambúes y cañahuecas, y con las membranas y cuerdas las maderas. El siku, el violín, el charango, el bajón, el bombo, son el resultado de historias largas de afinamiento de técnicas y sonoridades; algunas muy largas, prehispánicas, y otras en contacto con los cánones y estéticas europeas.  

Los materiales vegetales fueron empleados para confeccionar ítems de vestimenta como cascos, bandas cefálicas y otros tocados, o adornos corporales como orejeras y collares; aun trajes enteros como las camejetas benianas, hechas de corteza aplastada de árbol, o calzados. En algunos casos, objetos que demarcan jerarquía, identidad y poder, como bastones de mando o símbolos clánicos.

Todo esto, dejando de lado aún los obvios usos del material vegetal como alimento y combustible, con cuyos detalles podríamos extendernos por muchos párrafos más. Al respecto, tal vez sean las propiedades combustibles de estos materiales los que hayan causado su deterioro desde tiempos coloniales en adelante, pues dinámicas como la minería a gran escala o el ferrocarril tendieron a disminuir su presencia, al menos en tierras altas. En tierras bajas, más recientemente, fenómenos como la expansión de la frontera agrícola o la explotación maderera masiva también atentan contra la preservación de muchas especies vegetales.

Este 22 de agosto, el Musef inaugurará la Reunión Anual de Etnología 2017, La rebelión de los objetos: cestería y maderas, que durará cinco días. Y presentará también el catálogo y exposición Fibras vivas: la colección de cestería y maderas del Museo Nacional de Etnografía y Folklore según la cadena de producción. Dos maneras de profundizar, aprender, debatir y reflexionar sobre el pasado y presente de los materiales vegetales en su relación eterna, de mutua crianza, con los seres humanos.