Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 01:11 AM

El orgasmo es un ‘macguffin’

El mayor pecado de la cinta es la falta de ritmo y narración. ‘Las malcogidas’ parte con una buena idea pero se queda ahí.

/ 8 de octubre de 2017 / 04:00

La campaña mediática previa al estreno de Las malcogidas jugó en contra de la película de Denisse Arancibia Flores. Suele pasar: crear una expectativa alta sobre una comedia con “humor ácido e inteligente”, sobre un “escándalo” (desde el título) no es lo más recomendable cuando sabes que tienes entre manos una comedia errática. ¿Es Las malcogidas una comedia? ¿Es un musical? ¿Es un drama pesimista con la marcha fuera del país de un homosexual víctima de palizas en la ciudad? ¿Es el filme más pretencioso que se haya estrenado en nuestras salas en años al hablarnos de manera elevada del cuestionamiento de roles sexuales y el lugar de la mujer boliviana en nuestra sociedad? No se sabe. Las malcogidas es una “Bridget Jones” a la paceña: está la gorda que se enamora del lindo flaco, falta todo lo demás.

Foto: Las malcogidas

El mayor pecado de Las malcogidas es la falta de ritmo y narración. Las malcogidas parte con una buena idea pero se queda ahí (la historia da para un cortometraje, lo demás está inflado). La dirección de actores brilla por su ausencia, los diálogos no están bien trabajados y el guion amaga pero no da. Las malcogidas tiene aparentemente un final feliz predecible desde el minuto uno pero acaba mal. La historia paralela de Karmen con K (Bernardo Arancibia Flores es lo único rescatable de un metraje excesivamente largo) se come poco a poco la trama principal sin que la directora, la actriz principal y el guion se den cuenta. Las malcogidas es un drama mal contado que no tiene final feliz; es una huida hacia adelante y el orgasmo anhelado y logrado, un “macguffin” (que por supuesto no es ningún combo de McDonald’s).

El tratamiento del sexo (otra vez mojigato), el retrato estereotipado y forzado del transexual buena onda y artista, la apuesta por lo grotesco y “almodovariano” para supuestamente escandalizar y la pésima elección del elenco (hay personajes que simplemente dan vergüenza ajena como la actriz Scarlet Bolívar que “interpreta” a la chica del rockerito) coloca a Las malcogidas en esa larga lista de películas caracterizadas por los males que trajo el facilismo digital. ¿Tenemos actores y actrices de cine en Bolivia? ¿Es lo mismo hacer teatro que cine? ¿Alcanza con el buenismo? Más preguntas reiterativas de la última década que no encuentran aún respuestas.

Foto: Las malcogidas

¿Algo rescatable? Sí, tres, a pesar de los pesares. El buen trabajo de Bernardo Arancibia (el único que se tomó en serio esta película de risa), la música y banda sonora de Juan Andrés Palacios y las apariciones de una veterana entrañable como doña Rosa Ríos, haciendo de doña Rosa Ríos.

¿De verdad creemos que “comedias” como ésta y otras que se han estrenado con indudable “éxito” de público están devolviendo nuestra confianza y apuesta por nuestro cine boliviano? ¿No son acaso intentos burdos de aterrizar con sello boliviano la gastada fórmula de las comedias de mucha pipoca y poco seso “made in Hollywood” para el gran público? Denisse Arancibia ya intentó en su “ópera prima” tratar de trasladar el éxito taquillero de las películas de terror y suspenso gringas a nuestra “realidad”. Ahora llega la “comedia” musical, otro género a explorar y explotar (mal).

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Acá está San Antonio Bulo Bulo

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 18 de abril de 2024 / 23:01

Introducción: el presidente Claure -siempre desde la lejanía y desde la impunidad de las redes sociales- calienta el partido después de la derrota de su equipo en el Chapare.

“El jueves los vemos”. Esas palabras desafiantes hacia un equipo recién ascendido son gasolina para los hombres de San Antonio. Robatto coloca otra vez un onceno con jugadores fuera de lugar: José Sagredo no es central y Algarañaz no es extremo.

Leitao va a ganar la partida de ajedrez a Robatto: el brasileño es más/mejor técnico que el argentino. Leerá mejor el “match” y Bolívar caerá en su inteligente trampa. El movimiento ciudadano Bunker/Tercera República inunda de propaganda política la Preferencia.

Nudo: el partido es trabado. Los dos equipos patean. San Antonio defiende con las líneas apretadas, es un equipo solidario/comprometido; todos marcan/meten. Así van a eliminar a la “Academia”, desde la fortaleza mental.

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Los celestes no saben como entrar y desaprovechan las bandas. Solo Ramiro Vaca intenta hacer algo diferente. Luego desaparecerá “asustado” por la pierna fuerte de la visita.

San Antonio no solo se defiende con uñas y dientes, también juega (mejor) al fútbol. Leitao coloca un atrevido dibujo ofensivo (4-3-3): pone a dos extremos (Preciado y Ribera) para hacer atacar a a los laterales de Bolívar. Ordena presión alta porque sabe que el hándicap celeste es su defensa. Así llega el cero a uno con Orihuela dormido, con el arquero Lampe pensando en Babia. Luego Preciado perdona un mano a mano con el arquero local. Aparecen los primeros pitos.

Desenlace: Bolívar asedia pero sigue equivocando el camino. Insiste en meterse por el medio donde el “General” Leitao -expulsado por salir tarde su equipo después del descanso- puebla con sus soldados un terreno minado. Se juega a lo que ha planificado San Antonio que no renuncia jamás a los contragolpes.

Los cambios de Robatto son incomprensibles: Saavedra (fuera de forma) entra de lateral derecho; un individualista Henry Vaca por un desaparecido Algarañaz; y Uzeda por Ramiro. Sobre el final, entra un chico de 17 años, Bruno Méndez. ¿Y “Papu”? Bien, gracias.

Los cuatro cambios al hilo de Leitao refrescan al equipo y solo sobre en el minuto 45 -de pelota parada- empata la “Academia”. Ya no se escuchan los pitos, solo un silencio ensordecedor.

Post-scriptum: Leitao, que ha sufrido la segunda parte pegado a la malla de la Preferencia, tuitea nada más termina el partido. Arroba a Claure y dice: “¡Acá estoy!”. Acá está San Antonio, la gran revelación de este torneo, un equipo intenso, trabajador, humilde que también juega bien al fútbol con un entrenador valiente que sabe leer (y también escribir).

(18/04/2024)

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El Tigre no cambia

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 17 de abril de 2024 / 23:14

Introducción: la Banda Intergaláctica Poopó (con 17 músicos) estrena la morenada “La garra del Tigre”. Lo hace frente a la curva sur media hora antes de que inicie el partido mientras la hinchada hace largas colas para entrar al estadio. Sin comentarios.

El presidente Ronald Crespo, que reniega del escaso apoyo del público gualdinegro en el Siles, verá todo el partido desde la cancha, cerca del acceso de la puerta cinco. Lavallén pone a Enoumbá de central haciendo pareja con un intocable del argentino, Caire.

En los laterales, están Bustos y Lino. En el doble cinco, Quiroga con un Ursino en estado dulce; el mexicano López es el sustituto de Ortega para abrir el juego con Amoroso y Sotomayor por los costados. El nueve es el ecuatoriano “Cuco” Angulo.

En la banca esperan titulares como Jusino, Wayar, Arrascaita, Triverio. GV San José no dará por perdida la eliminatoria y va a tener más la pelota que el local. Sin comentarios, capítulo dos.

Nudo: el Tigre arranca bien con una sociedad que ilusiona. Son Ursino y Amoroso. Es un espejismo. El gol de la apertura llega a la salida de un “corner” gracias a un bello testarazo de Enoumbá.

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Luego, los de Lavallén se quedarán poco a poco para convertir en figura -otra vez- a Viscarra. Solo tendrán ocasiones de gol cuando jueguen al contragolpe, cuando aparezcan espacios para que corra mucho y bien Joel Amoroso.

El empate de un ex atigrado como Percy Loza no cambia el partido: la cancha sigue inclinada sobre el arco de Viscarra. Da igual el rival y el ”score”, a Lavallén le gusta meterse atrás.

Sin hacer presión alta, sin salir -apenas- al contragolpe. Lo peor de todo es que el plantel tiene jugadores para ofrecer un mejor fútbol, para brindar otra cara, más ofensiva.

Desenlace: la segunda arranca igualita. La pelota es orureña. Y la paciencia, stronguista, a media máquina siempre. Entonces Lavallén hace un cambio marca de la casa. Saca de la cancha a… Ursino y Amoroso. Sin comentarios, capítulo tres.

La entrada de Víctor Cuéllar sirve para jugar con un doble cinco defensivo (junto a Quiroga) frente un rival sumamente limitado. Sobre el final se va un decepcionante Sotomayor para que juegue por afuera otro que está en deuda, Bruno Miranda. Sobre el final, otro “corner” trae el segundo tanto gualdinegro, esta vez de Cuéllar. Otra vez la pelota parada escondiendo la falta de fútbol, de ideas.

Post-scriptum: el Tigre clasifica a semifinales y eso es lo único que cuenta. Parece. Lavallén “cumple”, el Tigre no cambia. El rival será Universitario de Vinto y la ida será este sábado en Cochabamba. Otra vez las velas serán puestas en los tres santos de la iglesia stronguista: san Billy, San Michael y San Quique.

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Es el Tigre más práctico

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 14 de abril de 2024 / 23:10

Introducción: el grito que más se va a escuchar en el Jesús Bermúdez de Oruro es el grito de los stronguistas: “y ya lo ve y ya lo ve, somos locales otra vez”. Hay 25.000 hinchas en la cancha y la mayoría son gualdinegros. El argentino Rolando Adrián Carlen coloca a cinco ex “tigres” en su onceno: Banegas, Torres, Loza, Melgar y Ronaldo. Su compatriota, Pablo Hernán Lavallén, deja a Triverio (medio resfriado) en la banca para colocar de nueve a Bruno Miranda. ¿Por qué no apuesta por el ecuatoriano “Cuco” Angulo, bigoleador en el último partido? No entiendo a Lavallén. De “wing” derecho va Amoroso que va camino de quitarle el puesto a Ramallo.

Nudo: la primera parte es aburrida. GV San José quiere pero no puede. Tiene la posesión de la pelota y llega con peligro al arco de Billy Viscarra. Perdón, San Billy Viscarra, para ser más exactos. El arquero cruceño va a regalar otro partidazo, ahogando el grito de gol en dos y hasta tres ocasiones diáfanas de los hombres de la “V” azulada. Cuando se lesione Sanguinetti, se acabará el fútbol de los locales. GV San José es un equipo corto y limitado.

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Y el Tigre de Lavallén, un equipo rácano, ratonero a más no poder. Tiene jugadores para regalar mejor fútbol pero Lavallén prefiere el orden, la paciencia, el miedo. ¿Será por eso que Ortega desaparece y camina, camina y desaparece? El colombiano necesita la posesión de la pelota, Lavallén no la necesita, no la quiere. Sin el diez y sin Triverio en cancha, el gualdinegro es la vulgaridad con patas.

Desenlace: la segunda arranca igualita que la primera. Hasta que GV se rinde sin ideas, hasta que el Tigre comienza a jugar su mini partido sobre el último tercio del “match”. Entonces Lavallén mete un cambio incomprensible. Saca a Ortega cuando decide ir a por el partido y la pelota y mete un volante de contención como Víctor Cuéllar. También saca a un inoperante Miranda para meter a un delantero de verdad como Triverio. Antes había entrado, tras el descanso, el “Pito” Sotomayor (por un improductivo Arrascaita).

No entiendo a Lavallén. Pero en la primera que toca Cuéllar, llega el penal. Y sobre el final, la sentencia con un gol de Sotomayor (que pide más minutos) tras una trepada (de las pocas) de Lino por banda izquierda.

Post-scriptum: dirán los resultadistas que el Tigre manejó bien los tiempos del partido, que esperó el cansancio de los orureños, que Lavallén acertó en los cambios (lo que es totalmente cierto), que leyó bien lo que pedía/necesitaba el partido. Es verdad. El Tigre jugó esperando la vuelta y se encontró, sin querer queriendo, con una llave solucionada de antemano. Es el Tigre más práctico y eficaz; el que le gusta a Lavallén.

(14/04/2024)

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¿Se viene otro Clásico en Cuartos?

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 5 de abril de 2024 / 22:30

Introducción: el Tigre necesita ganar para clasificar a cuartos de final del Apertura. El rival es la sorpresa del campeonato, San Antonio de Bulo Bulo, el equipo que goleara sin piedad en el Chapare en la ida. Llega al Siles con cinco bajas sentidas. En el mediodía del “match”, las redes sociales del club cochabambino muestran a los jugadores estirando en una plaza pública. Eso es el fútbol “profesional” boliviano, señores y señoras.

El partido cae en mitad de la Libertadores. Hoy sábado los stronguistas viajan a Buenos Aires para jugar el martes contra Estudiantes de La Plata. El técnico Lavallén, a pesar de la victoria contra Gremio, sigue siendo cuestionado por una parte de la hinchada merced al pobre juego del equipo. En hora extraña de “match” (viernes a las seis de la tarde y con dos por uno), apenas estamos cuatro mil hinchas en la cancha.

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El onceno gualdinegro suena así: Viscarra; Bustos-Caire-Aimar-Roca; Quiroga-Ursino; Chura-Ortega-Ramallo; y Triverio. El lateral derecho sigue siendo un dolor de cabeza. El presidente Cespo anuncia unas celebraciones por el ocho de abril “austeras”.  Sin comentarios. Viscarra recibe una polera conmemorativa por sus cien cotejos como gualdinegro.

Nudo: el gol a los tres minutos marca una primera parte donde San Antonio se atreve a llegar al arco de Viscarra, donde el Tigre vuelve a ofrecer su rostro más deslucido; sin intensidad, sin sorpresa. ¿Qué clase de “Ratonero” Díaz es Lavallén? Evidentemente no toda la culpa es del técnico argentino. Hay jugadores que han bajado su nivel: hablo de Roca, de Ramallo, de Chura… ¿Y la docena de “refuerzos”? Las papas calientes siempre son sacadas del horno a tiempo por jugadores como Ursino, Ortega, Viscarra, Triverio; los de siempre. Vuelven a sonar los pitos aunque el director de fútbol, señor Revilla, los prohíba por decreto dictatorial.

Desenlace: en la segunda parte, mejora el Tigre, especialmente tras la entrada de un vertical Amoroso. Los gualdinegros, sobre la recta final, abandonan la especulación. Este Tigre (con este plantel) puede y debe jugar más y mejor al fútbol. De momento, no lo hace por los planteamientos y mentalidad timorata de Lavallén; y por el desempeño descendente de “players” llamados a hacer la diferencia. Por ahora (como decía el comandante Hugo Chávez Frías), es Ortega (autor de los goles y de cumpleaños este sábado) y nada más.

Post-scriptum: la victoria clasifica a cuartos. En el último partido (el jueves, de visita frente a un eliminado Real Santa Cruz), se deberá ganar (no sirve el empate) para evitar a Bolívar, rival contra el cual el Tigre ha ofrecido la mejor cara del año. Que venga otro clásico, nomás.

(05/04/2024)

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No me gusta ganar así

Ricardo Bajo

Por Ricardo Bajo H. - periodista

/ 3 de abril de 2024 / 00:09

Introducción: el Tigre afronta su edición número 30 de Copa Libertadores, la decimotercera de forma consecutiva. Todo un récord. Con el tiempo se valorará. El rival es Gremio de Porto Alegre que deja en casa a sus estrellas. Los brasileños no “necesitan” los puntos y priorizan el torneo regional. Lavallén se juega su continuidad en esta Copa tras un inicio irregular en el campeonato local. Convencerá con el resultado, quedará en deuda con el juego.

El argentino sorprende con Rojas de lateral derecho. Y Wayar, de cinco (a ratos de central para dar salida). Los brasileños de Renato Gaucho tienen dorsales como el 53 y el 51. Y en la banca, hay solo seis suplentes (en la del Tigre, hay doce) en una actitud de menosprecio y falta de respeto. En la curva sur aparece de nuevo el “trapo” de Sergio Luna sobre la pelota. Hay 15.000 hinchas gualdinegros (y 50 de Gremio en la gélida curva norte).

Nudo: el Tigre arranca como motorcito diesel, de a poco. No acelerará jamás. Será un equipo lento, previsible; sin intensidad, pesado; sin ritmo, cansino; sin fútbol, sin ideas. Vencerá por dos a cero pero dejará más dudas que certezas. ¿Por qué se descansó seis días con la Libertadores a la vuelta de la esquina? ¿Por qué no se jugó durante tres semanas? El Tigre necesita partidos para aceitar la idea de Lavallén.

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Las dos únicas chances de gol en la primera parte llegan de la mano de Ortega: la primera, con una apertura a Lino que centra para el gol de Ursino; la segunda, una pared dibujada con Triverio. Nada más. El Tigre es Ortega, que a ratos inventa espacios y regala exquisiteces. Con el uno a cero, el Tigre se mete atrás. Lavallén había resultado una fotocopia idéntica de la ínclita pareja Díaz/Ramondino; una versión gualdinegra del timorato Beñat San José. El argentino, apurado por la necesidad de resultados, está cometiendo el peor de los pecados: desconocer la idiosincrasia del club que dirige.

Desenlace: la segunda parte es más de lo mismo. Los cambios marcan la idea de Lavallén: mete al central Aimar para sacar a Rojas. Y pone a Caire de lateral derecho. A la hora, saca a Ortega, toda una declaración de principios. En su lugar, no entra el mexicano López, su relevo natural sino un hombre de marca (Cuéllar) para borrar de la cancha al creativo de Gremio, Queirós. Lo que no cambia es la lentitud y la previsibilidad. Tras una jugada a pelota detenida y un despiste visitante, llega el segundo gol. De Triverio, muy solo toda la noche.

Post-scriptum: los tres primeros puntos se quedan en casa. Objetivo cumplido. Cuando todos nos vamos del Siles, las dudas siguen ahí, como los pitos que no pararon de sonar desde la primera media hora. El Tigre de Lavallén no transmite, no contagia. Gana, eso sí. Pero a mí, lo siento, no me gusta ganar así.

(03/04/2024)

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