La aparición de nuevas plataformas de diseño nos hacen reflexionar inmediatamente en el estado de la gestión, promoción y producción de diseño en nuestro país.

Existe una demanda actual por contenidos de calidad; atrás quedaron los días en los que el diseño se manifestaba como espectáculo y show.

Hoy en día, tanto la sociedad como los creadores convergemos en que el diseño plantea y propone nuevos espacios, interpela a través de las verdades estéticas de sus creadores y pretende tener un impacto evolutivo frente a los problemas y demandas de la sociedad. El diseño, en tanto, es transversal a nuestra contemporaneidad y existe una expectativa de ver al diseño actuar en esa dimensión.

El mundo se manifiesta a través de su diseño y nos dice, en el caso de la indumentaria, a través de un ejercicio de investigación social y creatividad, qué va a usar el hombre en un futuro inmediato. Qué uniformes le darán identidad y pertenencia a un usuario frente a un mundo globalizado y estandarizado. ¿Dónde estamos como autores bolivianos frente a esta realidad? ¿Cuál es nuestra participación en la creación de vanguardias y verdades estéticas?

Definitivamente hay un momento en Bolivia en el que se está gestando el diseño de manera significativa, se están dando eventos de alta calidad y del mismo modo otros pierden vigencia y relevancia en tanto el fenómeno siempre buscará lo fresco, auténtico, trascendente, sustentable a largo plazo y serio, todos valores universales.

El diseño boliviano tendrá vigencia en tanto las instituciones públicas se involucren en su gestión y promoción desde esa pretensión universal, dejando lo folklórico pero enalteciendo atributos reales y tangibles. Una gran distorsión se genera cuando el diseño es gestionado por iniciativas privadas, que buscan ante todo el rédito económico en la lógica de darle un buen show a los auspiciadores.

Los bolivianos tenemos la apreciación estética dispuesta a nuevos lenguajes; y de eso se trata, de trabajar con sutileza la creación de un lenguaje propio, que nos otorgue significancia y empoderamiento en la interacción con los productos que están diseñados por bolivianos.

De qué nos sirve tener nuestro Moschino local si ese chiste es ajeno. De qué nos sirve la ilusión de poseer una prenda calcada de Instagram si ese ejercicio es alienante y marginal. Los recursos pueden ser los mismos, pero no las intenciones.

El fast fashion ya está operando en nuestro país, en nuestro país desindustrializado. ¿Qué ventaja tiene un creador local frente a un gigante de poleras masivas hechas en maquilas en Asia? Los medios han preparado al consumidor a través de las redes sociales a encontrar significancia en la producción masiva. Significancia que expira cada cierto tiempo.

Como bolivianos tenemos que trabajar más en nuestra significancia en el diseño. Ese es el valor agregado real que le podemos dar a la pieza.

Se debe abordar el fenómeno de la construcción de un diseño boliviano, desde su imagen hasta su producto final. Se debe trabajar en certificar el buen diseño y ese certificado debe ser sinónimo de la más alta calidad tanto en la factura como en el discurso, y con ello habrá lo suficiente para abrir las puertas de cualquier mercado, bienal y evento en el mundo.

  • Juan Carlos Pereira es diseñador y docente universitario