Tuesday 23 Apr 2024 | Actualizado a 19:47 PM

El silencio y su poética

‘Toto’ Torres reflexiona sobre la creación de lo imposible, el silencio, en la propuesta artística de Philippe Bizot, quien regresa a La Paz.

/ 22 de noviembre de 2017 / 04:00

Hace aproximadamente 10 años, recuerdo que en una charla Fred Núñez le preguntó a Philippe Bizot: ¿qué es el silencio?, pregunta nada fácil de responder; en ese momento, varios de los que estábamos presentes, esperábamos del maestro del arte del mimo una larga y elaborada respuesta, pero Bizot sin ningún aspaviento solo dijo: “Yo soy el silencio” y pasó a otra pregunta. Lo que más me sorprendió entonces fue que esa respuesta, que en otras circunstancias podría haber sonado terriblemente pretenciosa, era honesta y carecía de soberbia alguna.

Hoy, pensando en Bizot, mi mente le da vueltas a esta pregunta y se desliza sin querer en otra igual de peligrosa: ¿Será posible el silencio? Cage decía que al no existir espacio o tiempo vacíos siempre habría algo que ver y algo que escuchar, y por consiguiente sin importar cuánto lo intentemos no podemos hacer silencio; mientras estemos vivos siempre habrá sonido, un corazón latiendo, un cerebro pensando, mientras seamos algo la nada es imposible.

Es muy probable que Cage tenga razón, que el silencio no exista como algo que podamos percibir físicamente. Pero de eso se trata el arte, de crear lo que no existe, de crear desde lo que no existe. No es solo a través de los sentidos que se percibe la vida, hay universos imposibles que existen dentro de nosotros y que son el origen de nuestras creaciones. Si Bizot es el silencio no es porque sea un mimo, en última instancia la pantomima es una técnica que puede ser usada para actuar escenas muy ruidosas. Bizot es porque está, porque habita, porque vive en el silencio que existe al interior de su ser y crea a partir de él.

Siempre que Bizot visita Bolivia además de su espectáculo procura hacer uno o varios talleres. Cuando uno pasa un taller y logra, gracias a él, encontrar su propio silencio en la intimidad de su ser, cuando uno descubre el ritmo de su silencio, la elegancia, la fragilidad y la quietud, entonces la técnica pasa a un segundo plano, porque lo que se ha descubierto no es forma, es fuente de creación. Él más que enseñar una técnica, comparte su poética y con esta acción de compartir te ayuda a conocer el silencio que llevas dentro.

Sus espectáculos se ordenan en torno a esa misma esencia, quien vaya a ver una obra de Bizot debe estar listo para entrar en un ritmo muy diferente al cotidiano, el ritmo de la quietud, del silencio y la contemplación. Sus gestos son precisos, la técnica muy elegante, de eso no cabe duda, pero cuando está en escena hay algo que se hace presente que va más allá de la forma de sus movimientos, algo que tiene que ver con la vida que lleva a cuestas. Con los años los actores cobran más fuerza en escena, en parte porque ya no se preocupan por mostrar, solo por estar presentes y vivir; en el caso de Bizot esa fuerza se hace todavía más grande, porque cuando está en escenario no representa un personaje, él es él haciendo una escena,  sus vivencias, tanto las actorales como las personales.

Hoy vivimos tiempos enojados, tiempos ansiosos que nos devoran la vida, demasiadas notificaciones, demasiados mensajes instantáneos, imágenes que nos saturan, nuestros ojos y oídos trabajando sin tregua alguna. Hoy vivimos un vértigo constante que no deja de hacer ruido, y por eso necesitamos más que nunca hacer una pausa y darnos un tiempo de silencio, para convivir, con un hombre que crea el silencio en escena, a partir de su experiencia de vida. Es algo que hay que hacer, algo que quizás nos devuelva eso que sin darnos cuenta hemos perdido.

 

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‘Toto’ Torres reflexiona sobre la creación de lo imposible, el silencio, en la propuesta artística de Philippe Bizot, quien regresa a La Paz.

/ 22 de noviembre de 2017 / 04:00

Hace aproximadamente 10 años, recuerdo que en una charla Fred Núñez le preguntó a Philippe Bizot: ¿qué es el silencio?, pregunta nada fácil de responder; en ese momento, varios de los que estábamos presentes, esperábamos del maestro del arte del mimo una larga y elaborada respuesta, pero Bizot sin ningún aspaviento solo dijo: “Yo soy el silencio” y pasó a otra pregunta. Lo que más me sorprendió entonces fue que esa respuesta, que en otras circunstancias podría haber sonado terriblemente pretenciosa, era honesta y carecía de soberbia alguna.

Hoy, pensando en Bizot, mi mente le da vueltas a esta pregunta y se desliza sin querer en otra igual de peligrosa: ¿Será posible el silencio? Cage decía que al no existir espacio o tiempo vacíos siempre habría algo que ver y algo que escuchar, y por consiguiente sin importar cuánto lo intentemos no podemos hacer silencio; mientras estemos vivos siempre habrá sonido, un corazón latiendo, un cerebro pensando, mientras seamos algo la nada es imposible.

Es muy probable que Cage tenga razón, que el silencio no exista como algo que podamos percibir físicamente. Pero de eso se trata el arte, de crear lo que no existe, de crear desde lo que no existe. No es solo a través de los sentidos que se percibe la vida, hay universos imposibles que existen dentro de nosotros y que son el origen de nuestras creaciones. Si Bizot es el silencio no es porque sea un mimo, en última instancia la pantomima es una técnica que puede ser usada para actuar escenas muy ruidosas. Bizot es porque está, porque habita, porque vive en el silencio que existe al interior de su ser y crea a partir de él.

Siempre que Bizot visita Bolivia además de su espectáculo procura hacer uno o varios talleres. Cuando uno pasa un taller y logra, gracias a él, encontrar su propio silencio en la intimidad de su ser, cuando uno descubre el ritmo de su silencio, la elegancia, la fragilidad y la quietud, entonces la técnica pasa a un segundo plano, porque lo que se ha descubierto no es forma, es fuente de creación. Él más que enseñar una técnica, comparte su poética y con esta acción de compartir te ayuda a conocer el silencio que llevas dentro.

Sus espectáculos se ordenan en torno a esa misma esencia, quien vaya a ver una obra de Bizot debe estar listo para entrar en un ritmo muy diferente al cotidiano, el ritmo de la quietud, del silencio y la contemplación. Sus gestos son precisos, la técnica muy elegante, de eso no cabe duda, pero cuando está en escena hay algo que se hace presente que va más allá de la forma de sus movimientos, algo que tiene que ver con la vida que lleva a cuestas. Con los años los actores cobran más fuerza en escena, en parte porque ya no se preocupan por mostrar, solo por estar presentes y vivir; en el caso de Bizot esa fuerza se hace todavía más grande, porque cuando está en escenario no representa un personaje, él es él haciendo una escena,  sus vivencias, tanto las actorales como las personales.

Hoy vivimos tiempos enojados, tiempos ansiosos que nos devoran la vida, demasiadas notificaciones, demasiados mensajes instantáneos, imágenes que nos saturan, nuestros ojos y oídos trabajando sin tregua alguna. Hoy vivimos un vértigo constante que no deja de hacer ruido, y por eso necesitamos más que nunca hacer una pausa y darnos un tiempo de silencio, para convivir, con un hombre que crea el silencio en escena, a partir de su experiencia de vida. Es algo que hay que hacer, algo que quizás nos devuelva eso que sin darnos cuenta hemos perdido.

 

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