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Búsquedas creativas de Alasita

Cada visitante transita la Alasita de diferente manera: algunos buscan el mejor plato paceño, otros máscaras de danzas folklóricas, la adrenalina de los futbolines y los más, billetes, certificados, casas, pasaportes y todo lo necesario para que los sueños se concreten en el año.

Cada persona es un mundo. Por eso invitamos a Guely Morató (artista sonora), Milton Eyzaguirre (antropólogo), Joaquín Cuevas (historietista) y Paulina Oña (teatrista) para que compartan sus búsquedas personales en la feria el mismo 24 de enero, a mediodía.

Construcción de deseos

“A la Alasita he ido los últimos tres años porque no soy paceña. Antes terminaba con muchas cosas, pero estoy tratando de ser más minimalista: compré una manito de trabajo, una ollita de la fortuna y un certificado de funcionamiento para mi familia.

Es una fiesta que instaura un momento de planificación que nos permite preguntarnos sobre qué simboliza nuestro propósito más fuerte este año.

Es un ejercicio interesante que hice para ser más objetiva con lo que compré.

Además, es divertido porque mucho de lo que deseo lo tengo que construir yo misma —como sintetizadores chiquitos o cosas así—, porque no lo encuentro; y al final ese es mi trabajo, yo siempre construyo mis instrumentos. Por eso mi Ekeko —tengo uno propio al que hago fumar un montón, es muy consentido— tiene muchas cosas hechas a mano.

Con el tiempo, me entero de más elementos del código de la Alasita, que no tienen que ver con los objetos realmente, sino con lo que algún momento significaron; como el vínculo entre palitas, picotas y la agricultura, que fue el motor principal de trabajo. Y ahora muchos amigos se regalan palitas y picotas que significan lo mismo, aunque ya no con lo agrícola como centro, pero que permaneció en el imaginario como una referencia de trabajo”.

Guely Morató, artista sonora contemporánea

Recorridos por la memoria

“Me gusta mucho la Alasita, es una fiesta a la que voy todos los años, sobre todo a tomar api. Compro si veo algo interesante, pero últimamente hay muchas cosas chinas y chucherías que la deslucen bastante.

Cuando sacábamos El fanzineroso junto a Alejandro Archondo, Alexandra Ramírez y Avril Filomeno, le dedicamos un número al Ekeko. Nos gustaba mucho trabajar ese tipo de temáticas porque lo que tiene que ver con nuestra identidad es buen material, aunque se puede caer en clichés.

Hace algunos años descubrí El museo de la Alasita, un puesto en el que pagas unos pesitos por la entrada y puedes ver miniaturas antiguas, como autos desde los 40 hasta los 70. También hay recreaciones en miniatura de escenas históricas. El dueño cuenta que sobrevivió a la represión de la época de la dictadura, es más, está representado en una de sus escenas, junto con varios militares. Es uno de los puestos con artesanías más lindas”.

Joaquín Cuevas, historietista

Sentidos que sobreviven

“Hay una hipótesis que dice que la Alasita era conocida como Alavi situa, que era la fiesta de la expulsión de todos los males. Según el cronista Cristóbal de Molina (1572), los guerreros incas se reunían en el Cusco y salían en dirección a los cuatro suyos (divisiones del Imperio Inca) hasta encontrar un río. Ahí echaban los males con elementos de limpieza.

Ahora lo que siempre hago es comprarme una canasta con víveres que tenga escoba, para que todo el año haya productos surtidos en la casa y para que la escoba barra con las cosas malas.

Después busco billetes y sapitos. Éstos están relacionados con la humedad y con la fertilidad del suelo. Muchos dicen que cuando llueve a mediodía del 24 de enero es una señal de buen augurio, que también tiene que ver con la diversidad de productos agrícolas.

Esta vez la gente ha comenzado a tomar una actitud interesante, le devuelven al Ekeko con billetes de Alasita lo compraron en el año. La figura de piedra que está en el campo ferial tiene una alfombra de billetes; y después otra gente los toma como una forma de amuleto, esperando que les vaya tan bien como a aquellos que los pusieron”.

Milton Eyzaguirre, antropólogo e investigador

Una despedida perfecta

“Es mi fiesta favorita, tanto así que compré mi pasaje a Colombia —donde vuelvo a terminar un posgrado— pensando en que no me podía ir sin pasear por la feria.

Me gustan mucho las piecitas como telefonitos, camaritas y  maquinitas de coser. Compro siempre colgadores de ropa y cosas así, porque tienen que ver con mi oficio, soy diseñadora de vestuario, costurera de profesión.

De niña buscaba piezas que no todavía no podía confeccionar. Ahora tengo la necesidad de revalorizar el trabajo manual y entiendo la Alasita como esta alegoría al artesano y a su labor creativa.

Mucho de lo que hago también gira alrededor de la ficción y reconozco que este es un espacio ficcional muy fuerte; es un lugar donde mucha gente se reúne a determinada hora para hacer bendecir lo que sueña y es donde todos los anhelos se hacen reales.

Este año ha sido interesante porque es la primera vez que fui sola. Así noté no solo las miniaturas o el ritual, sino el viento y todos aquellos olores que emanan de la feria. Compré recuerdos y un pasaporte para mi gato, que se va conmigo. Ha sido una gran forma de despedirme de La Paz”.

Paulina Oña, teatrista