En 1736, el matemático Leonard Euler resolvió el problema de los siete puentes inventando la Teoría de Grafos. El acertijo planteaba cómo cruzar todos los puentes de Koenisberg (hoy Kailinigrado, en Rusia), sin repetir ninguno. Aparentemente simple, se torna altamente complejo, por lo que la solución de Euler fue la de crear círculos con números e interconectarlos entre sí. Casi 300 años antes de Facebook, definió su forma de funcionar: te conecta a diario con personas con quienes tienes un grado de afinidad (parentesco, amistad, etc).

Al respecto, las redes sociales diseñan algoritmos complejos basados en grafos para mostrar en tu línea de tiempo toda la actividad de dichos contactos (fotos, comentarios, videos) de tal manera que sientas permanentemente una fascinante sensación de estar conectado con todo lo que te gusta. Pero no todo es color de rosa.

¿Cuándo fue la última vez que leíste un post sobre el Ramadán?, ¿o sobre rock gótico noruego?, ¿o te enteraste sobre los últimos dichos de Najib Tun Razak (presidente de Malasia)? Hoy, este fenómeno ha devenido en una suerte de “glocalización” donde usamos herramientas globales para conectarnos pero buscamos solamente el impacto local. Queremos leer a diario las micronoticias de nuestro entorno. Pero, ¿quién decide lo que ves en tu muro y cuál es el criterio que se usa en este algoritmo para que veas lo que ves?

En 2011, el activista norteamericano Eli Pariser descubrió este fenómeno digital y lo bautizó como “filtro burbuja”, el cual fue llevado a un libro que recientemente salió en español en 2017 bajo el rótulo de Filtro Burbuja, cómo la web decide lo que leemos y pensamos.

En el concepto filtro burbuja, Pariser advierte que desde el momento en que las plataformas digitales filtran los resultados en una búsqueda o en un muro “nos vuelve más cerrados a nuevas ideas, materias e información importante y crea la impresión de que nuestros limitados intereses son los únicos que existen”. En ese sentido, la crítica es inminente a las grandes empresas detrás de la tecnología social que consumimos hoy. Advierte que los “algoritmos invisibles que editan la web pueden limitar nuestra exposición a nueva información y una visión limitada” y, en consecuencia, convierte a la gente en “mente cerrada, menos aventurera intelectualmente y la vuelve más vulnerable a propaganda y manipulación”. Aquí me detengo y pido un minuto de silencio por todos los memes y contenidos políticos que circulan en nuestros dispositivos, ya que son una prueba fehaciente de cómo el filtro burbuja convive entre nosotros.

En ese sentido, el Wall Street Journal llevó a cabo un fascinante experimento tecnológico basado en esta premisa: ¿cómo es el muro de un republicano o de un demócrata ante ciertos temas polémicos?, esto al respecto de las pasadas elecciones presidenciales en Estados Unidos. El resultado se puede ver en la web: http://graphics.wsj.com/blue-feed-red-feed. Solamente se deben seleccionar un tema y la web les mostrará dos columnas: una roja y una azul para cada tendencia política y dentro de ella, los contenidos de redes sociales que sustentan dicho punto. Un ejemplo, estés a favor o en contra del aborto da lo mismo, tu muro te mostrará solamente gente que afirma tu punto de vista, por lo tanto, la sensación permanente de tener la razón y de que los otros están equivocados se profundiza y no da lugar al debate.

Vivimos en una era de la personalización en la que los individuos ven limitada su exposición a opiniones y realidades ajenas, lo que los aísla en burbujas ideológicas y culturales.

Volviendo a la pizarra de Euler, donde él decidía cómo se conectaban los puntos del grafo, pareciera que hoy estamos viviendo una situación similar, dejando que las grandes empresas digitales permitan que los algoritmos de personalización de contenidos nos muestren siempre y en todo lugar, solamente lo que nos gusta con objetivos publicitarios. Y eso no debería gustarnos. Clamamos por una sociedad más abierta, plural y sobre todo  democrática, pero no estamos tan dispuestos a ver más allá de nuestra mirada.

Un anónimo dice que “el gran problema con la comunicación es que no escuchamos para comprender. Escuchamos para responder”.

  • Marcelo Durán Vásquez es consultor en @bithumano.