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La Diablada bajo la mirada de la arquitectura

La arquitectura no solo es una manera de proyectar construcciones, es un método para filtrar la realidad y transformar diferentes productos culturales en piezas arquitectónicas. Esta es la visión bajo la cual los docentes Lorenzo Perri, Sabrina Morreale (Italia) y Ronald Grebe (Bolivia) guiaron el primer taller Visiting Schools-El Alto. 

Este programa —creado por la Architectural Association School of Architecture (AA), de Londres— lleva a sus docentes a diferentes ciudades para dar un curso intensivo, con la metodología de trabajo de la escuela.

En este caso los estudiantes debían construir un elemento arquitectónico —que podría ser un pilar o una bóveda, por ejemplo— a partir de elementos culturales que se deconstruyen y ensamblan colectivamente, para crear una propuesta nueva que pueda narrar una historia coherente.

En este proceso de “ensamblaje cultural”, como lo llama Morreale, deconstruir es el primer paso. Para eso se estudia a profundidad el tema a tratar. Luego se identifican sus elementos y se descomponen hasta encontrar “su esencia, su verdadera naturaleza”, explica Perri. Esta descomposición permite aislar diferentes objetos, entendiendo su historia, para imaginar cómo representarlos visual y estéticamente, en otra construcción.

Después, comienza el trabajo en grupo. Todos los participantes exponen las ideas que se han generado en el paso previo y construyen una nueva “narración” —que tiene la forma de un detalle arquitectónico— que pueda dar cuenta de la complejidad de los objetos culturales que se han deconstruido anteriormente.   

“Estamos aquí para guiarlos, para que el proyecto cuente con una multiplicidad de voces, unidas de una forma consistente”, afirma Perri.

De esta manera, las categorías y las habilidades que provee la arquitectura se transforman en un método que puede ir más allá de tratar problemas relacionados con el diseño de una construcción. Los participantes aprenden a usar su conocimiento para representar e intervenir en su realidad. Los 10 estudiantes elegidos para la primera versión en Bolivia, que se realizó en El Alto (Teatro Trono), construyeron un cielo raso, inspirados en la diablada —como tema principal—, la Alasita y el Carnaval.

Los docentes orientaron el proyecto durante tres semanas en las que los participantes también tuvieron clases con diferentes profesores invitados —Fernando Cajías (historia), Delphine Blast (fotografía), y Mario Sarabia (cerámica)—. Si bien la convocatoria está abierta para estudiantes de todo el mundo, en esta versión la mayor parte de los participantes fueron locales. Morreale y Perri los encontraron hábiles y abiertos a probar cosas que nunca habían hecho antes. También reconocieron que el método de “ensamblaje cultural” en sí mismo fluyó de forma natural e intuitiva.

“La mayor parte de los estudiantes tiene incorporado este mecanismo. Y tiene que ver con la cultura boliviana en sí misma. Lo primero que aprendimos de ella  es que se autodenomina como mestiza. Combina un conjunto de cosas, que vienen del cristianismo y de las culturas indígenas, que pueden parecer contradictorias. Para reunirlas, primero se tiene que  identificar y separar los componentes para después poder ensamblarlos”, desarrolla el arquitecto italiano.

Para Grebe, que fue docente de la Universidad Católica Boliviana y ahora está haciendo una maestría en Barcelona, el proceso de llegar a la esencia de una expresión tan compleja como la diablada fue difícil. Pero gracias al transcurso de las charlas y a la metodología de trabajo, las características, sentidos y valores fundamentales están presentes en el trabajo final.

En cuanto a las dificultades, dejar de lado la individualidad y darle paso a lo colectivo fue un camino más trabajoso. “El grupo tenía un gran nivel de independencia y no estaba acostumbrado a trabajar en equipo. Fue algo en lo que insistimos bastante porque es una habilidad central, que guía todo el método de trabajo”, comenta Morreale.

A diferencia de los estudiantes europeos, los latinoamericanos mostraron tener una facilidad para trabajar con imágenes figurativas. La abstracción, en cambio, requirió mayor esfuerzo. “Es interesante porque en Europa es muy fácil guiar a los alumnos en un proceso de abstracción, pero tienen problemas con las imágenes figurativas, aquí pasó exactamente lo contrario”, dice Perri.   

El resultado final fue un cielo raso en el que se pintó un fresco que retrata los personajes más importantes de la diablada, —el arcángel, el diablo y los siete pecados capitales, además de la china supay, entre otros— con detalles sacados de los trajes folklóricos que se utilizan en esta danza.

Lo rodea un conjunto de piezas de cerámica, que representan montañas, y cuelga al medio una lámpara de araña, construida con objetos de Alasita.

La presentación de este cielo raso se realizó el viernes 9 de febrero en uno de los cholets construidos por el arquitecto autodidacta Freddy Mamani, en El Alto. Los participantes —Gabriela Prudencio, Javier Miranda, Sergio Candia, Paola Torrico, Karla Vargas, Josué Tenorio, Tatiana Montaño, Cristian Mariaca (Bolivia), Mauricio Jumpa y Carolina Rivera (Perú)— hicieron una performance en la que utilizaron espejos, entre otros, para ir descubriendo el techo paulatinamente.

Sabrina Morreale y Lorenzo Perri son dos arquitectos egresados de la AA, que ahora dan clases en esta escuela de arquitectura. Pasan cierto tiempo en Londres y después trabajan en diferentes ciudades, después de El Alto, les sigue Bangkok (Tailandia). Experimentan con expresiones culturales que no suelen estar relacionadas con la arquitectura, como la comida, por ejemplo.

Gracias a su interés por las propuestas andinas sobre esta disciplina proyectista, propusieron a la AA hacer la primera versión de Visiting Schools en Bolivia. Se contactaron con Ronald Grebe y lograron hacer realidad el taller.

Los arquitectos esperan hacer de este un evento anual, que rote entre diferentes lugares del país, para llevar más conocimientos de la cultura boliviana a una audiencia mundial.