Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 12:25 PM

Aprender y trabajar con Teresa Gisbert

El panteón de dioses andinos y cristianos te reciben porque creíste en ellos e hiciste que les tuviéramos fe.

Las décadas de los 70 y 80 fueron especialmente conflictivas para la Universidad Mayor de San Andrés; primero por su cierre (1971) durante el golpe de Banzer, y luego, en 1973, por su reapertura con intervención de la autonomía universitaria, lo que provocó profundos conflictos entre la planta académica y los universitarios. Fue por esos años, hacia 1973, que conocí a la arquitecta Teresa Gisbert, que era entonces Directora del Instituto de Estudios Bolivianos y tenía la cátedra de Historia del Arte Boliviano.

En la cátedra, muchos de sus alumnos quedamos asombrados por su carisma, su profunda visión del arte boliviano, su rigor académico, las referencias a fuentes primarias y bibliográficas, las cuales acompañaba con diapositivas de los sitios arqueológicos de Chiripa, Konko Wankani, Tiwanaku, o de las pinturas de Bitti, Melchor Pérez de Holguín, Luis Niño y de tantos artistas anónimos que llenaban las iglesias de nuestras ciudades. De las áreas rurales, Teresa Gisbert proyectaba imágenes de las pinturas murales de Curahuara de Carangas, de los gigantes lienzos de las postrimerías de Carabuco, de los carros de la Iglesia en Achocalla, de los Ángeles de Calamarca así como de los centros históricos de Potosí y Sucre. La materia atrapaba nuestra atención y nos introducía a un fascinante y —hasta ese momento— desconocido mundo de símbolos, tradiciones y culturas encontradas, una parte del inmenso y complejo patrimonio cultural. Los estudiantes llenábamos el aula magna de nuestra universidad con la mayor emoción para mirar una Bolivia diferente: grande e interminable en sus tradiciones, rica en su patrimonio cultural y, sobre todo, apenas conocida. Fue el inicio de una larga amistad personal y de trabajo en diferentes campos de la cultura.

En 1974, los universitarios iniciamos una huelga que terminó con nuestro “triunfo” retirando a los catedráticos titulares —entre ellos, los esposos Mesa – Gisbert—. Al poco tiempo, José de Mesa fue contratado como director del proyecto más grande de inversión para la conservación del patrimonio cultural del Perú (Proyecto Per 39 Copesco/Unesco), con sede en Cuzco. Teresa Gisbert fue coordinadora de los cursos de formación de arquitectos restauradores, arqueólogos y restauradores de bienes muebles. Coincidimos en esos cursos estudiantes y profesores del área andina formando un sólido equipo de profesionales que hasta hoy trabajamos en la conservación del patrimonio y mantenemos un intercambio constante. Especialistas de Perú, Ecuador, Argentina: todos tenemos una principal referencia en la producción bibliográfica de las investigaciones de Mesa – Gisbert y de Teresa Gisbert. Fue una etapa en la que también coincidieron en la zona andina historiadores y antropólogos europeos, como Thérèse Bouysse-Cassagne, Thiery Saignes, Tristan Platt y Olivia Harris, entre otros, y que se complementaron para consolidar y teorizar una propuesta nueva sobre la organización territorial, la étnica y cultural del mundo colonial.

Teresa Gisbert contribuyó en ese momento con dos obras fundamentales: Iconografía y mitos indígenas en el arte, y más tarde, El paraíso de los pájaros parlantes. En ambas obras, incursiona en aspectos innovadores de la historia andina.

De manera paralela a su constante investigación, su aporte a la creación y fortalecimiento institucional en la cultura fue fundamental. Desde 1952 participó en las Mesas Redondas del Municipio de La Paz, apoyó en la Biblioteca Paceña y la revista Khana. También apoyó en la organización del Salón Pedro Domingo Murillo. Como directora del Museo Nacional de Arte, Teresa Gisbert organizó de una manera sistemática y bajo normas internacionales el Centro Nacional de Conservación y Restauración, lo mismo que el Centro Nacional de Catalogación, que posteriormente, en 1975, pasaron a depender del Instituto Boliviano de Cultura. También fue parte de la organización del Comité Boliviano del ICOM, para organizar los museos bolivianos y resguardarlos contra el tráfico ilícito de bienes culturales. En los 90 se inició la organización de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia con la finalidad de conservar los repositorios nacionales más importantes de Bolivia y de proyectar mayor investigación con mejor infraestructura para los mismos.

He mencionado de manera muy sucinta su enorme obra a favor de los bolivianos. Trabajar con ella fue un privilegio de enorme aprendizaje y conocimiento, de amistad y confianza. Su monumental obra permanecerá en cada reflexión sobre nuestro arte, nuestro patrimonio y de la comprensión de nuestra cultura.

 

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Aprender y trabajar con Teresa Gisbert

El panteón de dioses andinos y cristianos te reciben porque creíste en ellos e hiciste que les tuviéramos fe.

Las décadas de los 70 y 80 fueron especialmente conflictivas para la Universidad Mayor de San Andrés; primero por su cierre (1971) durante el golpe de Banzer, y luego, en 1973, por su reapertura con intervención de la autonomía universitaria, lo que provocó profundos conflictos entre la planta académica y los universitarios. Fue por esos años, hacia 1973, que conocí a la arquitecta Teresa Gisbert, que era entonces Directora del Instituto de Estudios Bolivianos y tenía la cátedra de Historia del Arte Boliviano.

En la cátedra, muchos de sus alumnos quedamos asombrados por su carisma, su profunda visión del arte boliviano, su rigor académico, las referencias a fuentes primarias y bibliográficas, las cuales acompañaba con diapositivas de los sitios arqueológicos de Chiripa, Konko Wankani, Tiwanaku, o de las pinturas de Bitti, Melchor Pérez de Holguín, Luis Niño y de tantos artistas anónimos que llenaban las iglesias de nuestras ciudades. De las áreas rurales, Teresa Gisbert proyectaba imágenes de las pinturas murales de Curahuara de Carangas, de los gigantes lienzos de las postrimerías de Carabuco, de los carros de la Iglesia en Achocalla, de los Ángeles de Calamarca así como de los centros históricos de Potosí y Sucre. La materia atrapaba nuestra atención y nos introducía a un fascinante y —hasta ese momento— desconocido mundo de símbolos, tradiciones y culturas encontradas, una parte del inmenso y complejo patrimonio cultural. Los estudiantes llenábamos el aula magna de nuestra universidad con la mayor emoción para mirar una Bolivia diferente: grande e interminable en sus tradiciones, rica en su patrimonio cultural y, sobre todo, apenas conocida. Fue el inicio de una larga amistad personal y de trabajo en diferentes campos de la cultura.

En 1974, los universitarios iniciamos una huelga que terminó con nuestro “triunfo” retirando a los catedráticos titulares —entre ellos, los esposos Mesa – Gisbert—. Al poco tiempo, José de Mesa fue contratado como director del proyecto más grande de inversión para la conservación del patrimonio cultural del Perú (Proyecto Per 39 Copesco/Unesco), con sede en Cuzco. Teresa Gisbert fue coordinadora de los cursos de formación de arquitectos restauradores, arqueólogos y restauradores de bienes muebles. Coincidimos en esos cursos estudiantes y profesores del área andina formando un sólido equipo de profesionales que hasta hoy trabajamos en la conservación del patrimonio y mantenemos un intercambio constante. Especialistas de Perú, Ecuador, Argentina: todos tenemos una principal referencia en la producción bibliográfica de las investigaciones de Mesa – Gisbert y de Teresa Gisbert. Fue una etapa en la que también coincidieron en la zona andina historiadores y antropólogos europeos, como Thérèse Bouysse-Cassagne, Thiery Saignes, Tristan Platt y Olivia Harris, entre otros, y que se complementaron para consolidar y teorizar una propuesta nueva sobre la organización territorial, la étnica y cultural del mundo colonial.

Teresa Gisbert contribuyó en ese momento con dos obras fundamentales: Iconografía y mitos indígenas en el arte, y más tarde, El paraíso de los pájaros parlantes. En ambas obras, incursiona en aspectos innovadores de la historia andina.

De manera paralela a su constante investigación, su aporte a la creación y fortalecimiento institucional en la cultura fue fundamental. Desde 1952 participó en las Mesas Redondas del Municipio de La Paz, apoyó en la Biblioteca Paceña y la revista Khana. También apoyó en la organización del Salón Pedro Domingo Murillo. Como directora del Museo Nacional de Arte, Teresa Gisbert organizó de una manera sistemática y bajo normas internacionales el Centro Nacional de Conservación y Restauración, lo mismo que el Centro Nacional de Catalogación, que posteriormente, en 1975, pasaron a depender del Instituto Boliviano de Cultura. También fue parte de la organización del Comité Boliviano del ICOM, para organizar los museos bolivianos y resguardarlos contra el tráfico ilícito de bienes culturales. En los 90 se inició la organización de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia con la finalidad de conservar los repositorios nacionales más importantes de Bolivia y de proyectar mayor investigación con mejor infraestructura para los mismos.

He mencionado de manera muy sucinta su enorme obra a favor de los bolivianos. Trabajar con ella fue un privilegio de enorme aprendizaje y conocimiento, de amistad y confianza. Su monumental obra permanecerá en cada reflexión sobre nuestro arte, nuestro patrimonio y de la comprensión de nuestra cultura.

 

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