Por primera vez, una obra de arte boliviana se ha viralizado. Quienes reaccionan ante la imagen, que es acerca del Carnaval de Oruro, la festividad más grande del país, se pueden clasificar en dos grupos. Por un lado, participantes del Carnaval que se declaran ofendidos y planean enjuiciar a la autora. Por el otro, quienes acusan a los ofendidos de hipócritas, basándose en una interpretación trivial de la imagen.

Según esta interpretación, el cuadro denuncia cierta hipocresía de los participantes del Carnaval que, supuestamente, se deriva de la tensión entre intenciones declaradas, como de mostrar devoción a la Virgen del Socavón, y reales, principalmente de consumir alcohol o, de hombres, ejercer violencia contra mujeres. Creo que esta interpretación trivial es errónea.

La autora dice que su cuadro es acerca de la “hipocresía”. Creo que su idea de hipocresía es más sofisticada que la de la interpretación trivial. Propongo una interpretación alternativa de la imagen usando dos herramientas: ideas sobre señalización del libro The Elephant in the Brain, y el marco que creo que Camille Paglia usa en Sexual Personnae para apreciar y valorar la cultura y el arte. Basándome en esta interpretación, pienso que la imagen escandaliza porque revela un núcleo de verdad acerca del Carnaval que la interpretación trivial no captura, y que los ofendidos presienten.

La idea básica de la señalización es que, primero, constantemente damos señales para comunicar nuestra aptitud reproductiva, elevar nuestro estatus social y mostrar que podemos formar parte de coaliciones políticas, y, segundo, somos ciegos a nuestras propias intenciones de dar esas señales. En la práctica, esto implica que uno mismo sabe tanto sobre sus propias intenciones como cualquier persona que le acaba de conocer; y que notar esas intenciones tanto en uno mismo como en otras personas repugna o escandaliza, o ambos.

Se puede pensar que el Carnaval ha sido y es una tecnología cultural que tiene el propósito de permitir a sus participantes dar esas señales de manera socialmente coordinada. Bailando, disfrazándose y formando parte de comparsas se señalizan aptitudes físicas, económicas y políticas, respectivamente. En el Carnaval señalizamos haciendo creer tanto a nosotros mismos como a otros que al participar de la festividad tenemos en realidad otras intenciones. Ciegos a nuestros propósitos, podemos creer que el Carnaval nos permite alcanzar objetivos que pueden ser de dos tipos. Primero, transparentemente hedonistas, tales como beber alcohol o comer cordero. Y segundo, estrictamente altruistas, tales como reproducir particularidades artesanales y religiosas locales para preservar legados y cohesionar la comunidad.

La obra viralizada

Miremos a la imagen desde una perspectiva inspirada por Sexual Personnae. La imagen tiene tres elementos clave. Primero, la mujer dibujada es grande, y mira con desdén a hombres pequeños que están disfrazados. Se puede pensar que la imagen es análoga a La Mona Lisa, quien mira condescendientemente a sus hijos jugando en un jardín. Segundo, la mujer de la obra es sexualmente provocativa pues muestra su ropa interior tal como lo hacen las bailarinas del Carnaval: es autosuficiente en la dimensión de la atracción sexual. Tercero, la mujer dibujada tiene un bebé, lo que la hace completa en la dimensión de la reproducción sexual.

Grande, en edad reproductiva, sexualmente provocadora y completa, la mujer de la imagen es una solipsista que tiene la potestad de elegir sexualmente entre varios hombres. Los hombres de la imagen se intoxican bebiendo alcohol para mitigar temporalmente sus ansiedades sexuales. Los bailarines se disfrazan y forman parte de comparsas, compitiendo para llamar la atención de esta mujer. Lo hacen señalizando aptitudes para conseguir sexo, elevar su estatus y formar coaliciones.

Desde esa perspectiva, la artista permuta y combina dos conjuntos de imágenes. Por un lado, clichés del arte derivados del culto antiguo a la diosa madre, condensados en la imagen de la mujer completa, solipsista y selectiva. Por otro lado, particularidades locales incluyendo la imagen de la Virgen del Socavón; los trajes de diablada, morenada y pepino; y el consumo de bebidas alcohólicas. El resultado de la combinación es el retrato de uno de los patrones cruciales que caracterizan al Carnaval: el poder femenino de elección sexual que conduce la competencia masculina de señalización. La imagen escandaliza porque representa exitosamente ese patrón de la intersección entre señalización y sexualidad, revelando la función del Carnaval, no admitida socialmente, de canalizar esfuerzos de señalización de manera coordinada.

La idea de la señalización hace dos predicciones acerca de las reacciones de los ofendidos posteriores a la escandalización. Primero, predice que quienes sienten que sus intenciones por señalizar para tener más sexo, estatus social o poder político han sido reveladas van a reaccionar, a veces violentamente. Segundo, prevé que ese rechazo será acompañado de justificaciones de las supuestas intenciones pro-sociales de la actividad a través de la cual señalizan. Precisamente, los ofendidos denuncian que la imagen insulta a una figura religiosa, la Virgen del Socavón, al sexualizarla. Esta denuncia también explica que el propósito de participar del Carnaval es más bien pro-social: preservar tradiciones y cohesionar una comunidad al pedir favores y agradecer por bendiciones a la Virgen orureña.

Pienso que las ideas acerca de la señalización permiten apreciar tanto el Carnaval como la controversia de la imagen más detalladamente. En particular, explican la escandalización de los ofendidos y predicen aspectos de sus reacciones. Juzgar moralmente a las posturas políticas a favor o en contra de la imagen está más allá de mi punto. La idea es que la función del Carnaval es permitir señalizar aptitudes de manera coordinada, y que percibirla escandaliza a sus participantes.

*La expresión “el elefante en la habitación” se usa en inglés para referirse a algo que es evidente y sobre lo que nadie quiere hablar.