Jukus
El director Rubén Pacheco Vargas estrenó esta película que se inscribe en la cinematografía nacional ambientada en las minas.
En muchas ocasiones se me dio por pensar que el moroso descenso cotidiano hacia la entraña de la tierra, en busca del socavón y al encuentro del Supay o el Tío, es la metáfora incesante del inconcluso viaje introspectivo que en cuanto sociedad abordamos de distintas maneras, a sabiendas o no. Periplo aquel por ende tan comprometedor como el de la averiguación en proceso acerca de nuestro lugar en el mundo de aquí, y en el de abajo.
Quizás en tal alegoría resida la explicación al embeleso que la mina, y todo lo que con ella tiene que ver, ha ejercido sobre el imaginario colectivo, incluyendo, o principalmente quizás, en relación a los modos expresivos del subconsciente trasvasados en la literatura, la plástica y, por cierto, en las modulaciones audiovisuales de aquel diálogo con lo aun por conocer.
Sea como fuera, el asunto permanece entre las mayores asignaturas pendientes de un escrutinio a fondo sobre la configuración del abigarrado imaginario heredado del conflictivo cruce entre culturas.
El mentado descenso hacia las oscuras entrañas del subsuelo abraza por añadidura una segunda parábola, connota también la inmersión en el yo más profundo, en el ajayu desvestido de afeites, que no es el otro-yo es el mismo escondido entre los pliegues de la sociabilidad estandarizada.
Para no aventurarnos demasiado por las ramas, ni alejarnos mucho de la producción audiovisual, un rápido recuento, incompleto posiblemente, permite consignar en la lista de cortos y largometrajes centrados total o parcialmente en el tema minero: Aysa/Jorge Sanjinés (1965); Mina Alaska/Jorge Ruiz (1968); El coraje del pueblo/Jorge Sanjinés (1971); Viejo calavera/Kiro Russo (2016). Cabe añadir la teleserie Socavones de angustia/Gustavo Rodríguez (2013) y el video El Tío de la mina/Miro Coca Lora (2009) producido en Estocolmo. A guisa casi de curiosidad pueden agregarse al listado El minero del diablo (2005) de los norteamericanos Kieff Davidson y Richard Laskani, así como La, la, la (2013) videoclip del español-inglés Ian Pons Jewell.
Jukus de Rubén Pacheco Vargas, reincidente en un asunto ya abordado el 2013 en Por el metal del diablo: los jucus ninja (Juan Carlos Soto), se suma a la nómina desde un singular traslado al pasado de la minería estatal, antes de la demolición neoliberal ensayada mediante el 21060 y la relocalización masiva que marcó el ocaso de aquellas ciudades o poblaciones intermedias donde en los tiempos de mayor pujanza funcionaban a todo vapor, entre otras cosas, cines como el que en esta película exhibe La naranja mecánica casi en simultáneo con su estreno en La Paz o, en otro ámbito, se formaban equipos de natación por lo general triunfadores en los torneos nacionales de la actividad.
Mina. La cinta de Pacheco ambientada en Huanuni (sitio de nacimiento del director) en 1973, en plena dictadura militar, si bien no hace en ningún momento mención explícita a dicho dato contextual —salvo dejar anotada la fecha apenas terminan de pasar los créditos de inicio—, los comportamientos y actitudes de algunos de los personajes protagónicos dan la impresión de haber sido pensados para dar cuenta de un momento histórico gobernado por el abuso y la prepotencia.
Antes empero, mientras discurre la referida secuencia de nombres del equipo técnico a cargo del rodaje, una pareja enmascarada vaga por los alrededores, observando el escenario de la trama por venir desde alguno de los cerros cercanos a ese conglomerado que supo ser el principal centro simbólico de la influencia económica y política de la Federación de Trabajadores Mineros, cuando ésta detentaba la vanguardia de un movimiento obrero determinante en la política nacional, para entonces en los coletazos finales de la ya exhausta y desnaturalizada revolución nacional puesta en marcha el 9 de abril de 1952.
Más adelante en el discurrir de la trama, varias secuencias desperdigadas a lo largo del relato nos enterarán de que la pareja en cuestión personificaba una leyenda del lugar: dos hermanos contrajeron matrimonio contra natura provocando la ira de los pobladores, los cuales castigaron aquella trasgresión haciendo justicia por mano propia, linchándolos a la salida de la iglesia donde se habían jurado amor eterno y quemándolos finalmente en una hoguera copiada de aquellas que la inquisición encendía para desembarazarse de ateos y transgresores en general.
La narración alterna de tal suerte entre las andanzas furtivas de los jukus, los lobos, dedicados de noche al hurto de minerales; la imaginería urbana atizada especialmente por las señoras del lugar; y la propia fábula tradicional del socavón en torno a la figura del Tío de la mina. Al grupo protagónico de Jukus nos aproxima en principio la voz en off de un antiguo guardia a cargo de cuidar los bienes de la compañía propietaria de los socavones y sus riquezas (la Comibol), él mismo en su momento victimado a tiros por dos muchachos ocupados en “lobear” las entrañas del lugar, cuyo hijo Ramón —el personaje central de la historia— resulta ser algo así como la voz de la conciencia en su recelo a sumarse al quehacer prohibido de sus amigos y compañeros de generación.
Lobos. De otra de las escenas de inicio, cuando Ramón puede finalmente ver cumplido su viejo sueño de tener una bicicleta, se vale el director para marcar el carácter hosco, arisco de todos los habitantes del escenario de los hechos, encallecidos estos últimos por las severas condiciones de vida de un entorno gris, sin el menor atisbo esperanzador y de cara al cual saldan dos alternativas: la resignación o la huida. Metaforizada esta última precisamente en las justificaciones dichas por el grupo de Jukus, a los cuales Pacheco no juzga, presentándolos por el contrario como víctimas de un destino clausurado, del cual es damnificada igualmente Alcira, la prostituta atrapada entre sus verdaderos deseos y la agobiante realidad fáctica.
El guion y la puesta en imagen están llenos de buenas ideas y de momentos visual y narrativamente logrados, pero es en el hilván del conjunto donde la película muestra serias deficiencias.
En la configuración del antagonista, es sabido, estriba en gran medida la cifra de la densidad dramática de cualquier relato fundando en el enfrentamiento de dos modos de afrontar la realidad y sus vericuetos. En Jukus, el antagonista está personificado por el jefe de los “pepes”, o los “pepinos”, apelativo acuñado por el argot popular para nombrar a los mercenarios ilegalmente contratados, con licencia para matar, por la empresa, en su intento de poner coto al tráfico no permitido de mineral. Se trata de un personaje, de acento oriental, maqueteado en formato de una bestia de sadismo insaciable, acorde a las teorías fascistas con las que comulga (en tal apunte y en el modus operandi de su “equipo de trabajo” se condensa aquella alusión tangencial a la época, según anotamos arriba). Es un personaje monocromático, sobreactuado en sus rasgos perversos, caricaturesco en último análisis, cuya forma de expresarse y obrar termina por imprimir, de manera generalizada a todo el elenco, un desorbitado tono gestual y en los diálogos, atentando fatalmente contra la verosimilitud de la narración. Esa misma desmedida se advierte en la cansadora reiteración de escenas del grupo de muchachos enfrascado en el consumo de cantidades navegables de alcohol y en las erráticas conversaciones que éste propicia.
Edición. Tampoco acierta el montaje con las transiciones de un plano temporal a otro, ni en el paso desde la realidad al imaginario, provocando en muchos momentos confusión en el espectador y conspirando contra su seguimiento a la historia de Ramón, el padre, los amigotes y la compañera deseada. El efecto es el de una repetida pérdida de brújula en el manejo narrativo, causa de la fallida estructuración del relato, que de esa manera resigna fuerza y alcance histórico/conceptual, no obstante los ya anotados aciertos puntuales cuya constatación no hace otra cosa que ahondar la sensación de un trabajo que daba para mucho más, pero queda en gran medida como una suerte de borrador mal finiquitado.
Ficha técnica:
Título Original: Jukus
– Dirección: Rubén Pacheco Vargas
– Guion: Rubén Pacheco
– Colaboración: Juan Pablo Piñeiro
– Fotografía: Milton Guzmán
– Montaje: Alberto Ponce, Vanina Cantó Soler
– Diseño: Dominga Guachalla
– Arte: Tito Barrios, Marisol Calle
– Sonido: Juan Guaraní
– Música: Gonzalo Pardo, Javier Mantilla, A. Coca
– Producción: Susana Guidugli, Fabrizio Morales, Rubén Pacheco
– Intérpretes: Freddy Chipana, Luis Bredow, Miguel Fernández, Juan Carlos Aduviri, Jorge Jamarili, Aivar Ayllón, Emi Chávez, Marysol Pacheco, Jessica Saravia, Nicolás Pacheco, Moisés Cardozo, Jesús Martínez – BOLIVIA/2018