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Del duelo a la celebración de la vida

La canción nueva latinoamericana es la que cobijó y alimentó el trabajo de la cantautora Jenny Cárdenas, quien armada de voz y guitarra salió a denunciar el país en que entonces vivía —el horror de las dictaduras— y proponer aquel en el que aspiraba vivir. Ha pasado el tiempo y ese ímpetu no ha cesado. Luego de 10 años desde sus últimos trabajos discográficos —centrados en la investigación y recuperación de los boleros de caballería y la música de la Guerra del Chaco— ha decidido tomar de nuevo su voz propia y proponer un material discográfico original: Cambio de estación.  

“Son canciones para las que tomo las formas musicales del taquirari, el carnaval y la cueca, otra tiene un aire de chacarera, pero ninguna es una cueca o chacarera realmente, porque es una manera nueva, mía, de reinterpretar la música nuestra, al igual que los arreglos. De las 11 canciones, ocho son mías”, describe la autora en Sopocachi, en aquella casa donde se ubicó en su momento el célebre Café Microclima.

La emoción le brota por los poros: acaba de recoger los programas para la gira por cinco ciudades. Comenzará en Sucre, el 5 de mayo, en Plaza Center, y estará en La Paz el 8 de mayo en el Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez (J. Sanjinés) a las 19.30 y el 9 en el Teatro 16 de Julio (El Prado) a la misma hora (entradas a Bs 100, a través de Superticket). Le seguirán recitales en Cochabamba, Tarija y Santa Cruz.

“Cambio de estación viene para aprender sobre el cambio climático, para cuidar el planeta y tener consciencia de nuestro impacto en él. Es también cambiar esta tesitura de haber estado haciendo solo investigación. Finalmente quiero celebrar la vida, el haber acabado un duelo muy largo de 20 años, tras la pérdida de mi hija Valeria. Ha sido muy largo. Ahora quiero cantar, empezar con un momento nuevo en el que verdaderamente pueda hacer por lo menos un disco al año. Tengo tanto que contar, tanto que decir”.

El disco fue grabado en Buenos Aires, pues Cárdenas estaba en busca de un nuevo sonido y se conectó con el productor Javier Tenembaum —creador del sello Los Años Luz Discos—, que trabaja con corrientes alternativas, con énfasis en el rock y las otras músicas. “Es una persona maravillosa, lo conocí en un encuentro llamado Huella. Me habló de Alan Plachta, que se hizo cargo de la dirección y los arreglos y me contactó con los músicos, que son maravillosos. Es una cosa fantástica cuando fluye la energía y el convencimiento”. La grabación se realizó en un mes y medio.

De los músicos que participaron en el disco llegarán desde Argentina para la gira Alan Plachta, Nicolás Gaggero, Santiago Arias, Nacho Amil y Germán Romero.

“Mi esposo, Ricardo Calla, estaba invitado a escribir en Cambridge y viajamos a Europa. En Madrid nos llegó la mezcla y decidí volver a cantar algunas de las canciones. Lo hice en PullPush Recording Studio gracias a la sugerencia de Javier Ruibal (Premio Nacional de las Músicas Actuales 2017, España). De ahí se hizo la mezcla en Madrid. Gracias a un contacto de Alan, logramos que la masterización se haga con el reconocido Luis Bacque en Bacque Recording Engineering, en New Jersey, Nueva York. Es un trabajo que suma voluntades”.

Con estas nuevas energías, Jenny propone un disco que habla de cambios necesarios en el mundo. “Porque sí se puede cambiar, de nosotros depende”.

Presentadas en español e inglés, algunas de las canciones también son homenajes. “Hay una cueca dedicada a Filemón Escobar, La posada, era un gran amigo. El disco se lo dedico a mi hijo, Andrés, y a Valeria, la hija que he perdido, le entrego El canto de la madrugada”. Es una forma de preservarlos en la memoria.

Jenny Cárdenas cambia de estación

Desde sus ocho años, cuando descubrió el lenguaje de las seis cuerdas, no ha dejado de ser una peregrina del trajín, fue hippie tercermundista, luchadora sin metralla, música por herencia, compositora solitaria, trovadora por terquedad, investigadora absorbida, antropóloga musical, todo a la vez y nada en exclusiva, pero eso sí, con un arraigo imperturbable por su tierra y su gente, esencia de todas sus facetas, a pesar de sus laberintos, precipicios y tempestades, y cantarles es el modo de no extraviarse y mantener su huella digital (…).

Cambia, todo cambia, Jenny lo sabe y por eso retorna a la creación para renovar el paisaje a la música boliviana actual, con un ropaje distinto de piano, flauta, contrabajo y bandoneón. Y en tiempos de saqueo y suicidio planetario acude al Brasil para tomar la posta de Caetano, Djavan y Cartola —en una perspectiva ecologista— por la tierra, el agua y el sol, todo con tal de navegar de nuevo en los sueños y acabar con la pena, como promete todo cambio de estación.