Icono del sitio La Razón

‘Eva Perón’, profundamente travesti

El 1 de febrero, el director del Servicio Departamental de Salud de Santa Cruz, el señor Joaquín Monasterios, declaró en conferencia de prensa que “la práctica del travestismo se convierte en una de las principales causas de propagación” del VIH/sida. Nada más equivocado que eso. El travestismo en la historia ha sido un motor creativo de las más transgresoras revoluciones políticas, culturales y artísticas que podamos imaginar. La historia de la humanidad como del arte, no podría escribirse si no es con travestis y homosexuales desbordando los párrafos.
Así lo demuestra la obra Eva Perón, escrita por el dramaturgo argentino Copi (Raúl Damonte Botana) en 1970. En su estreno en París le valió un escándalo desatado por los fanáticos del peronismo que se atrevieron a estallar una bomba en plena sala. Es una obra atrevida, y llega revivida por Ubaldo Nallar y su valioso elenco Otero Moreno Teatro. Tuvo una larga temporada en Santa Cruz y ahora se traslada a La Paz para el Fitaz 2018 (2 y 3 de mayo, a las 21.30, en el Teatro de Cámara).
La obra pone en escena a una Eva Perón travesti, profundamente travesti, en el amplio sentido de la palabra, como jugando con los delirios de la política que hicieron de la exlíder argentina un ícono de la moral, las buenas costumbres, el glamour y la lucha por los más desposeídos. Es decir, una Eva de la mentira, como muchos de los próceres de la historia, construida por el discurso, el sufragio universal y la retórica de política partidaria.
Se muestra a una Eva encerrada en las paredes de un palacio, preocupada por sus lujosos vestidos y su apariencia, con el ánimo siempre al borde de la histeria, afligida por un supuesto cáncer de útero, acompañada por su madre —interesada por el dinero de la herencia—, un secretario (Ibiza, su amante) casi siempre libidinoso, el flamante Juan Domingo Perón, y una inocente enfermera que al final paga el mayor precio de la ficción turbulenta a la que hace referencia esta obra.
“¡Evita vive!”, se convirtió en una de las consignas más utilizadas en aquella época en la que el fallecimiento de la “Jefa espiritual de la nación” todavía despertaba nostalgias y movilizaciones. La Eva travesti de Copi cumple a cabalidad con la consigna; su muerte es inventada, construida, manipulada, igual que toda travesti que inventa, construye y moldea su cuerpo en el proceso de transformación y subversión de la identidad, el sexo y el género.
La enfermedad inventada por esta incendiaria Eva travesti, confabulada con un séquito que la adula, la soporta y al mismo tiempo conspira contra ella, no es entonces el cáncer de un útero ausente, sino la política que la inunda, esa enfermedad tóxica incurable que busca la gloria, la admiración, la notoriedad y por supuesto el poder.
La obra es altamente recomendable, con una trama afiladamente dramática, con momentos de humor que pueden mejorarse, con un elenco de actores que ajustan sus cuerpos, modales y gestos al pomposo vestuario utilizado para la construcción de los personajes travestis, sin hacer de esto una caricatura, una burla o una coronación bufa. Eva Perón es una sumatoria de travestismos tejiendo una conspiración infernal contra cualquier figura que ostenta perpetuarse en la memoria como ícono o héroe incuestionable.