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Philip Roth, el cronista del extremismo que estaba estupefacto por Trump

Algunos vieron en su novela La conjura contra América, de 2004, una premonición: mucho antes de la era Trump, Philip Roth retrató un Estados Unidos secuestrado por el extremismo y el sentimiento antisemita, y la etapa actual puso a prueba su fe en la democracia estadounidense.

Cuando Donald Trump fue electo presidente hacía seis años que Philip Roth, quien murió el martes a los 85 años, había dejado de escribir novelas. Pero poco después de la elección, mucho se habló del libro en el que se imaginaba qué hubiera sucedido si Charles Lindbergh, el héroe de aviación convertido en simpatizante nazi de La conjura contra América, hubiera sido elegido como presidente de EEUU en lugar de Franklin D. Roosvelt en 1940. La novela situada en el barrio judío de la ciudad de Newark, donde Roth creció, dibuja un cuadro claroscuro de un país que cede a las sirenas extremistas, con deportaciones de judíos hacia el Medio Oeste, un éxodo de judíos por Canadá y como resultado una gran agitación en la pequeña comunidad judía de Newark de familias obreras y pequeños comerciantes, donde todo el mundo se conocía.

Philip Roth, que de niño fue un admirador de las hazañas de Lindbergh, repudió la comparación con Donald Trump en enero de 2017, y un año después nuevamente en una entrevista con The New York Times.

Lindbergh sería “un verdadero racista, un antisemita y supremacista blanco simpatizante del fascismo”, dijo entonces Roth, pero también era “un verdadero héroe estadounidense, debido a su extraordinaria hazaña de cruzar solo el Atlántico”. Por el contrario, Trump es “un impostor total, la suma maléfica de sus defectos, que no tiene nada salvo su hueca ideología de megalómano”, opinaba.

No es de extrañar entonces que en esas condiciones el Presidente no haya mencionado el martes la muerte de este gigante de la literatura.

Roth sabía que Estados Unidos tenía una “atracción preocupante” por los extremos, señaló Jacques Berlinerblau, profesor universitario de Georgetown, en Washington y que ha dado clases sobre Roth desde hace 20 años. Ya sea por el extremismo de los cristianos, de los puritanos o de la “cacería de brujas” bajo el macartismo, que sirve como telón de fondo en su novela Me casé con un comunista (1998).

Paroxismo de la locura

Roth estaba consciente de que “Estados Unidos conocía a veces los paroxismos de la locura”, dijo Berlinerblau. Él pensaba que ese país “es como un laboratorio donde ocurren cosas locas y los buenos escritores tratan de describirlas, no politizarlas”. Antes de Trump, Roth, que se inclinaba hacia los demócratas, también había criticado de manera feroz a muchos dirigentes estadounidenses, señaló su biógrafo oficial y amigo, Blake Bailey.

Preguntaba “cómo Eisenhower había podido llegar a ser presidente”; detestaba a Richard Nixon, sobre el cual había escrito en un panfleto en forma de caricatura; y de Ronald Reagan decía que “tenía el alma de una abuela de telenovela y toda la inteligencia de un bachiller en una comedia musical”, recordó Bailey.

Entre los dirigentes recientes, vio con buenos ojos a Barack Obama, que le entregó la “Medalla Nacional de Humanidades”. Pero por más cáustico que haya sido, Roth “siempre tuvo fe en la democracia estadounidense y en su capacidad de recuperarse en momentos difíciles”, señaló Berlinerblau.

En una entrevista en enero de 2018, Roth, entonces de 84 años, decía que nunca había anticipado “un Estados Unidos como en el que vivimos actualmente”, ni imaginó “la catástrofe que debía abatirse sobre Estados Unidos en el siglo XXI, el desastre más abismal no en la forma de un Big Brother orwelliano, sino en la de una figura ridícula de bufón arrogante de comedia”.

Fallecido el martes a los 85 años debido a una insuficiencia cardiaca, Philip Roth será enterrado esta semana en una ceremonia íntima en el cementerio de la Universidad de Bard College, donde había participado en un curso sobre su obra, dijo su biógrafo Blake Bailey. Para quienes deseen rendirle un tributo final, en septiembre podría celebrarse una ceremonia en el edificio principal de la Biblioteca de Nueva York, en Manhattan, de acuerdo con Bailey.

Las obras de este lúcido observador de la sociedad estadounidense y sus peculiaridades alternaban entre relatos provocadores de la pequeña burguesía judía estadounidense, sátiras políticas y reflexiones sobre el peso de la historia o la vejez. Su estilo agudo y sarcástico ha marcado a varias generaciones de lectores, así como su propensión a mezclar ficción y realidad, escribiendo muchas de sus novelas sobre la base de su propia experiencia.

Aunque era un favorito habitual para el Nobel de Literatura, el premio acabó escapándosele a este nieto de inmigrantes judíos de Europa del Este, nacido el 19 de marzo de 1933 en un barrio judío de Newark, Nueva Jersey. “Se convirtió en un chiste para él”, comentó la periodista francesa Josyane Savigneau, quien lo visitaba con frecuencia. Ganó sin embargo muchos otros, incluido el Pulitzer en 1998 por American Pastoral y el Príncipe de Asturias en 2012.

Tras publicar 31 libros y dos años después de su última novela, Némesis, anunció en 2012 que dejaba de escribir. “Era tan perfeccionista que cuando sintió que su poder decaía, quiso irse mientras estuviera en la cima, y lo hizo”, explicó a CNN su amiga Judith Thurman.