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Mujeres que escriben. Literatura y feminismo

La participación de la mujer en la escritura no debe tratarse como exotismo y su literatura tiene que dejar de ser considerada un subproducto para poder hablar de igualdad.

/ 13 de junio de 2018 / 04:00

Mujeres que construyen casas, mujeres que cocinan, mujeres que nadan, mujeres que escriben. La escritura es un trabajo como muchos otros que exige esfuerzos, formación, alcance de resultados, oferta de bienes y servicios y un pago. Pero también como cualquier oficio está atravesado por el machismo que se hace tangible en muchos aspectos como la brecha salarial, la violencia y la discriminación.

El domingo 3 de junio, en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, se llevó a cabo el conversatorio Mujeres que escriben. Literatura y feminismo organizado por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS). En testera me acompañaron las escritoras y feministas Fabiola Morales, Liliana Colanzi y Magela Baudoin, y también fueron convocadas a participar Patricia Gutiérrez, Antonia Alemán, Lucía Carvalho, Marcia Mendieta, Melissa Sauma y Valeria Sandi.

En 1929, Virginia Woolf escribió Una habitación propia, un texto importante para las feministas, pero especialmente para las escritoras. La idea central es bastante sencilla y si la llevamos a nuestros tiempos, hasta pareciera obvia: “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”.

Lo cierto es que desde ese entonces las cosas no han cambiado tanto, no todas las escritoras tienen el privilegio de tener el dinero y el espacio para pensar y crear, y esa habitación propia se ha cargado de más significados; de modo que la pregunta que gatilló la conversación fue: ¿cuál sería hoy en día esa habitación propia que las mujeres necesitamos para escribir? Fabiola Morales enfatizó el hecho de que todavía somos invisibilizadas en lo formal del lenguaje y que aunque ya alcanzamos los derechos que Woolf se imaginaba, nos falta el reconocimiento de igualdad por parte de la otra mitad.

En el mundo, ser mujer es un factor de vulnerabilidad al que se le pueden ir sumando otros como la pobreza, la homosexualidad o la etnicidad. Si la literatura es un oficio duro, al agregarle factores de vulnerabilidad se complejiza aún más. El feminismo es una posición política universal y cabe preguntarse el papel que juega en el mundo literario o viceversa. ¿Cuánta más responsabilidad tenemos los escritores frente a la creación de discursos políticos y activos frente a la sociedad?

Hace poco la escritora argentina Claudia Piñeiro, invitada a inaugurar la FIL de Buenos Aires, se cuestionaba sobre el rol finalmente ontológico de los escritores de nombrar realidades desde distintos puntos de vista. “¿Qué se espera de un escritor?”, preguntaba Piñeiro, quien también reveló un dato no menor: en 44 versiones de este gran evento literario solo cuatro mujeres, incluyéndola, habían sido escogidas para dar el discurso de inauguración.

¿Cómo sería si nosotros hacemos nuestros propios números? En una sola mirada a esta FIL Santa Cruz, todavía se pueden ver muchas mesas de debate y discusión formadas solo por hombres, todavía los títulos escritos por ellos son de una mayoría avasalladora, todavía se resalta la participación de escritoras como una especie de exotismo y todavía se organizan lecturas solo de mujeres, como si fuera una subcategoría más dentro de la literatura que debe tener sus propios lectores y seguidores.

Otro aspecto importante es que el oficio de la escritura implica una vida pública que para las mujeres suele derivar en la violencia. Liliana Colanzi reflexionó sobre las mujeres columnistas a propósito de las posturas políticas y la visibilidad social: “Las columnas de los periódicos son los espacios donde el ciudadano da su opinión. Si ustedes abren los periódicos un día cualquiera, se van a dar cuenta de que el número de columnistas mujeres es inferior al 10%. Y tiene también que ver con un refuerzo cultural, una cuestión sistemática de la asignación de lo público a los hombres”.

Entonces, ¿qué condiciones son necesarias para la creación de una obra de arte?, ¿cuál es el precio de ser escritora? Por su parte, Magela Baudoin resaltó que las mujeres tienen que trabajar hasta el triple para validarse, que llegar a ocupar espacios es el fruto de duras batallas que conllevan un cansancio enorme y que quizá sea ésta una razón de peso para explicar la ausencia de las mujeres en roles políticos o públicos.

Finalmente, la habitación propia de estos tiempos será la paga igualitaria, el acceso a la formación y a los libros, la garantía de llevar una vida pública sin violencia, el dejar de ser consideradas un subproducto, el poder tener relaciones personales (maternidad, pareja, etc.) que no impliquen una renuncia de lo profesional o un coste doble de esfuerzo y muchas más cosas que sin duda hay que seguir discutiendo.

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Mujeres que escriben. Literatura y feminismo

La participación de la mujer en la escritura no debe tratarse como exotismo y su literatura tiene que dejar de ser considerada un subproducto para poder hablar de igualdad.

/ 13 de junio de 2018 / 04:00

Mujeres que construyen casas, mujeres que cocinan, mujeres que nadan, mujeres que escriben. La escritura es un trabajo como muchos otros que exige esfuerzos, formación, alcance de resultados, oferta de bienes y servicios y un pago. Pero también como cualquier oficio está atravesado por el machismo que se hace tangible en muchos aspectos como la brecha salarial, la violencia y la discriminación.

El domingo 3 de junio, en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, se llevó a cabo el conversatorio Mujeres que escriben. Literatura y feminismo organizado por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS). En testera me acompañaron las escritoras y feministas Fabiola Morales, Liliana Colanzi y Magela Baudoin, y también fueron convocadas a participar Patricia Gutiérrez, Antonia Alemán, Lucía Carvalho, Marcia Mendieta, Melissa Sauma y Valeria Sandi.

En 1929, Virginia Woolf escribió Una habitación propia, un texto importante para las feministas, pero especialmente para las escritoras. La idea central es bastante sencilla y si la llevamos a nuestros tiempos, hasta pareciera obvia: “una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”.

Lo cierto es que desde ese entonces las cosas no han cambiado tanto, no todas las escritoras tienen el privilegio de tener el dinero y el espacio para pensar y crear, y esa habitación propia se ha cargado de más significados; de modo que la pregunta que gatilló la conversación fue: ¿cuál sería hoy en día esa habitación propia que las mujeres necesitamos para escribir? Fabiola Morales enfatizó el hecho de que todavía somos invisibilizadas en lo formal del lenguaje y que aunque ya alcanzamos los derechos que Woolf se imaginaba, nos falta el reconocimiento de igualdad por parte de la otra mitad.

En el mundo, ser mujer es un factor de vulnerabilidad al que se le pueden ir sumando otros como la pobreza, la homosexualidad o la etnicidad. Si la literatura es un oficio duro, al agregarle factores de vulnerabilidad se complejiza aún más. El feminismo es una posición política universal y cabe preguntarse el papel que juega en el mundo literario o viceversa. ¿Cuánta más responsabilidad tenemos los escritores frente a la creación de discursos políticos y activos frente a la sociedad?

Hace poco la escritora argentina Claudia Piñeiro, invitada a inaugurar la FIL de Buenos Aires, se cuestionaba sobre el rol finalmente ontológico de los escritores de nombrar realidades desde distintos puntos de vista. “¿Qué se espera de un escritor?”, preguntaba Piñeiro, quien también reveló un dato no menor: en 44 versiones de este gran evento literario solo cuatro mujeres, incluyéndola, habían sido escogidas para dar el discurso de inauguración.

¿Cómo sería si nosotros hacemos nuestros propios números? En una sola mirada a esta FIL Santa Cruz, todavía se pueden ver muchas mesas de debate y discusión formadas solo por hombres, todavía los títulos escritos por ellos son de una mayoría avasalladora, todavía se resalta la participación de escritoras como una especie de exotismo y todavía se organizan lecturas solo de mujeres, como si fuera una subcategoría más dentro de la literatura que debe tener sus propios lectores y seguidores.

Otro aspecto importante es que el oficio de la escritura implica una vida pública que para las mujeres suele derivar en la violencia. Liliana Colanzi reflexionó sobre las mujeres columnistas a propósito de las posturas políticas y la visibilidad social: “Las columnas de los periódicos son los espacios donde el ciudadano da su opinión. Si ustedes abren los periódicos un día cualquiera, se van a dar cuenta de que el número de columnistas mujeres es inferior al 10%. Y tiene también que ver con un refuerzo cultural, una cuestión sistemática de la asignación de lo público a los hombres”.

Entonces, ¿qué condiciones son necesarias para la creación de una obra de arte?, ¿cuál es el precio de ser escritora? Por su parte, Magela Baudoin resaltó que las mujeres tienen que trabajar hasta el triple para validarse, que llegar a ocupar espacios es el fruto de duras batallas que conllevan un cansancio enorme y que quizá sea ésta una razón de peso para explicar la ausencia de las mujeres en roles políticos o públicos.

Finalmente, la habitación propia de estos tiempos será la paga igualitaria, el acceso a la formación y a los libros, la garantía de llevar una vida pública sin violencia, el dejar de ser consideradas un subproducto, el poder tener relaciones personales (maternidad, pareja, etc.) que no impliquen una renuncia de lo profesional o un coste doble de esfuerzo y muchas más cosas que sin duda hay que seguir discutiendo.

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