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‘Soundtrack’: las virtudes del híper-romance

En 2017, el Premio Nacional de Novela fue para Camila Urioste. La publicación se presentó en la Feria del Libro de Santa Cruz.

/ 13 de junio de 2018 / 04:00

Sucede. Estás en algún lugar y algo te pega (un olor, un rostro, una frase, una canción), dejándote a la merced de algún recuerdo. O varios, depende de la fuerza del golpe. Es de esas sensaciones inefables, más porque lo que sientes cuando pasa no es sencillo. Es un sentimiento complejo, un híbrido de emociones de mil capas y que puede hacerte varias cosas a la vez: sonreír, rabiar, llorar, o carcajear, o nada. Finalmente es apenas un momento, de muchos más que tuviste y tendrás, ese breve espacio tuyo en que tu vida pasa por tus memorias, pero a retazos, como un rompecabezas que no necesitas armar para entender.

Pero si alguien más pudiera ver lo que pasa por tu cabeza, no entendería nada. Tal vez intuir una cosa o dos, pero nada más allá de empatizar a través de su propio rompecabezas. Al final así es como nos acercamos a los demás, por lo que las historias de sus vidas generan en nosotros. Por eso amamos las películas: cuentan historias en las que nos podemos proyectar. Por eso dicen que nunca conozcas a tus ídolos, que los dejes ser esa imagen bien estructurada que te dieron. Porque asomarnos a su rompecabezas sería caótico, una confusión que puede acabar mal. Y es por todo eso que disfruté mucho de Soundtrack, la novela escrita por Camila Urioste. Leerla es como sumergirte en la mente de una persona después del golpe, en la inefable plenitud de su rompecabezas. Es un ejercicio narrativo, pero también puede ser uno de empatía.

Soundtrack es la historia de una mujer y el híper-romance que acuña a lo largo de varios años respecto a un hombre, un amigo de la infancia, una presencia constante pero inconsistente en lo que da. Es una historia narrada a través de breves entradas de glosario, es armar un rompecabezas mentalmente analizando las piezas una por una. En su escritura hay poesía, hay sentimentalismo, hay referencias culturales y todo lo que podría considerarse como otra historia paceña más, o una anécdota, en realidad. Porque Soundtrack no narra nada épico, no habla del indigenismo, ni politiza todo lo que le llega. No. El híper-romance no es más que una historia cualquiera (ojo: no “de cualquiera”), contada con todo lo que la hizo grande para quien la vivió. No le importa el país, ni la ciudad, ni lo social, ni siquiera los ideales. Le importa el dolor, el amor, el abandono, la esperanza, la muerte, el tiempo, la gravedad. El híper-romance es un sentimiento intraducible pero que suena, si sabes escuchar.   

¿Por qué soundtrack? Porque es la única forma de explicarle mi subjetividad al otro. La autora, o la protagonista, no lo sé, le está hablando a alguien, pero también nos habla, tanto como se habla a sí misma. Y ella se entiende, pero nosotros no. Y ella se esfuerza para que lo hagamos. Pero por mucho que su libro es bello, es poético, es experimental y está bien pensado, lo máximo que logrará es que empaticemos. Y solo con eso puede tenerte atrapado, desde tu rompecabezas, claro, pero compartiendo un poco del suyo.

“El milagro termodinámico”, dice un ente cuántico, personaje de la novela gráfica de Alan Moore Watchmen, cuando se da cuenta de las ínfimas probabilidades de existir que tiene quien sea en específico. De pronto, el ser que manipula partículas, que vive el tiempo de manera no lineal, revalora la vida humana, a la que consideraba insignificante. Y esto pasa porque, gracias a sus poderes, ve el pasado de una exnovia, otra protagonista, quien intenta convencerlo de que la humanidad no es insignificante, que vale la pena salvarnos. Es un momento poderoso, creado por una seguidilla de recuerdos dramáticos de esa otra protagonista, en los que se revela la impactante identidad de su padre y la complicada historia detrás de todo lo que llevó a que exista. El ente cuántico está sorprendido y le dice que es impredecible: “más allá de los sueños de Heisenberg”, mientras ella llora por el dolor que le causa aceptar todas esas memorias que negaba y que, al fin y al cabo, hacen que ella sea ella.

Soundtrack es desglosar un momento como ese, analizándolo poco a poco, empatizando hasta llegar a estar maravillado con el mismo sentimiento que hizo que un ser más allá de lo humano se sintiese como uno.

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‘Soundtrack’: las virtudes del híper-romance

En 2017, el Premio Nacional de Novela fue para Camila Urioste. La publicación se presentó en la Feria del Libro de Santa Cruz.

/ 13 de junio de 2018 / 04:00

Sucede. Estás en algún lugar y algo te pega (un olor, un rostro, una frase, una canción), dejándote a la merced de algún recuerdo. O varios, depende de la fuerza del golpe. Es de esas sensaciones inefables, más porque lo que sientes cuando pasa no es sencillo. Es un sentimiento complejo, un híbrido de emociones de mil capas y que puede hacerte varias cosas a la vez: sonreír, rabiar, llorar, o carcajear, o nada. Finalmente es apenas un momento, de muchos más que tuviste y tendrás, ese breve espacio tuyo en que tu vida pasa por tus memorias, pero a retazos, como un rompecabezas que no necesitas armar para entender.

Pero si alguien más pudiera ver lo que pasa por tu cabeza, no entendería nada. Tal vez intuir una cosa o dos, pero nada más allá de empatizar a través de su propio rompecabezas. Al final así es como nos acercamos a los demás, por lo que las historias de sus vidas generan en nosotros. Por eso amamos las películas: cuentan historias en las que nos podemos proyectar. Por eso dicen que nunca conozcas a tus ídolos, que los dejes ser esa imagen bien estructurada que te dieron. Porque asomarnos a su rompecabezas sería caótico, una confusión que puede acabar mal. Y es por todo eso que disfruté mucho de Soundtrack, la novela escrita por Camila Urioste. Leerla es como sumergirte en la mente de una persona después del golpe, en la inefable plenitud de su rompecabezas. Es un ejercicio narrativo, pero también puede ser uno de empatía.

Soundtrack es la historia de una mujer y el híper-romance que acuña a lo largo de varios años respecto a un hombre, un amigo de la infancia, una presencia constante pero inconsistente en lo que da. Es una historia narrada a través de breves entradas de glosario, es armar un rompecabezas mentalmente analizando las piezas una por una. En su escritura hay poesía, hay sentimentalismo, hay referencias culturales y todo lo que podría considerarse como otra historia paceña más, o una anécdota, en realidad. Porque Soundtrack no narra nada épico, no habla del indigenismo, ni politiza todo lo que le llega. No. El híper-romance no es más que una historia cualquiera (ojo: no “de cualquiera”), contada con todo lo que la hizo grande para quien la vivió. No le importa el país, ni la ciudad, ni lo social, ni siquiera los ideales. Le importa el dolor, el amor, el abandono, la esperanza, la muerte, el tiempo, la gravedad. El híper-romance es un sentimiento intraducible pero que suena, si sabes escuchar.   

¿Por qué soundtrack? Porque es la única forma de explicarle mi subjetividad al otro. La autora, o la protagonista, no lo sé, le está hablando a alguien, pero también nos habla, tanto como se habla a sí misma. Y ella se entiende, pero nosotros no. Y ella se esfuerza para que lo hagamos. Pero por mucho que su libro es bello, es poético, es experimental y está bien pensado, lo máximo que logrará es que empaticemos. Y solo con eso puede tenerte atrapado, desde tu rompecabezas, claro, pero compartiendo un poco del suyo.

“El milagro termodinámico”, dice un ente cuántico, personaje de la novela gráfica de Alan Moore Watchmen, cuando se da cuenta de las ínfimas probabilidades de existir que tiene quien sea en específico. De pronto, el ser que manipula partículas, que vive el tiempo de manera no lineal, revalora la vida humana, a la que consideraba insignificante. Y esto pasa porque, gracias a sus poderes, ve el pasado de una exnovia, otra protagonista, quien intenta convencerlo de que la humanidad no es insignificante, que vale la pena salvarnos. Es un momento poderoso, creado por una seguidilla de recuerdos dramáticos de esa otra protagonista, en los que se revela la impactante identidad de su padre y la complicada historia detrás de todo lo que llevó a que exista. El ente cuántico está sorprendido y le dice que es impredecible: “más allá de los sueños de Heisenberg”, mientras ella llora por el dolor que le causa aceptar todas esas memorias que negaba y que, al fin y al cabo, hacen que ella sea ella.

Soundtrack es desglosar un momento como ese, analizándolo poco a poco, empatizando hasta llegar a estar maravillado con el mismo sentimiento que hizo que un ser más allá de lo humano se sintiese como uno.

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