Revisionismo y ensayo en Bolivia: Emeterio Villamil de Rada
La Biblioteca del Bicentenario de Bolivia reedita ‘La lengua de Adán y El hombre de Tiahuanaco’, de la pluma del viajero, empresario, político y filólogo nacido en Sorata en 1804.
Un personaje de la novela decimonónica Su excelencia y su ilustrísima, de Santiago Vaca Guzmán, al cual el narrador llama el “historiador futuro”, se ha propuesto reescribir la historia del Virreinato de la Plata desde la hora exacta del arribo de las naves españolas hasta el presente de la narración.
Este fascinante personaje nunca llegó a escribir sino la portada de su radical y ambiciosa obra de revisionismo histórico (de ahí el nombre de “historiador futuro”), en la que incluso promete un apéndice en donde se relataría la historia de lo que no fue, pero que debió haber sido. Se dice en la portada ficcional del proyecto de libro que contiene la “Completa, puntual y verdadera historia de las provincias, partidos, territorios, llanos, cordilleras y cañadas, ríos, lagos, ensenadas y remansos del Río de la Plata, desde el día y hora del descubrimiento de las Américas hasta nuestros presentes tiempos y época intermedia entre ambos extremos […]”.
No contento con reescribir la historia, el personaje novelesco también quiere ser un historiador de lo que debió haber sucedido, tal como señala: “Con un apéndice crítico-filosófico-deductivo referente a los hechos que debieron haber sucedido y era necesario que acaeciesen, pero que no sucedieron, y la razón del porqué de tal omisión y de los claros, lagunas y vacíos que por ésta causa se notan en nuestra prehistoria político-sociológica, así como la demostración de las funestas consecuencias que tal omisión ha venido a causar en nuestros actuales modernos tiempos, desviando las ligeras naves de las nuevas naciones ibérico-americanas del rumbo que debieron seguir y del que desgraciadamente se apartaron, no habiendo logrado arribar al puerto a que debieran de haber llegado con feliz ventura”.
El revisionismo histórico es una búsqueda de reencauzamiento de la historia cuyo fin último desemboca en corregir el presente, tal como se ve en la cita del personaje de Vaca Guzmán.
(Paréntesis de revisionismo literario: no cabe adelantar en el argumento sin antes decir que la novela citada, injustamente tirada al “olvidadero”, es una de las mejores, sino la mejor, de la narrativa boliviana del siglo XIX).
Si leemos a los grandes ensayistas bolivianos que a estas alturas podemos llamar canónicos (Gabriel René Moreno, Franz Tamayo, Alcides Arguedas, Carlos Montenegro, Sergio Almaraz y René Zabaleta, todos ellos parte de la lista de fundamentales de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia), es curioso ver que todos tienen una vocación revisionista de la historia nacional.
Sin embargo, esta tradición del ensayo boliviano tiene un padre cuya radicalidad a ultranza no tiene parangón: Emeterio Villamil de Rada, a quien la reescritura de la historia de Bolivia le quedó pequeña y se propuso reformular la historia universal.
El emprendimiento de este autor parece no poder ser contenido en este mundo, aunque quizá sí pueda ser comparado con la mención del “historiador futuro” de la ficción.
En lo inacabado del libro del personaje de Vaca Guzmán vemos el primer símil con Villamil de Rada, quien anuncia su libro de 16 o 18 tomos que probarán su descubrimiento que sostiene que el Edén estuvo en Sorata y que la lengua primigenia de la cual derivan todas las demás es el aymara (lo cual significa revisar toda la historia universal). No obstante, solo le alcanzó la vida para escribir una suerte de resumen-índice de los tomos que nunca llegó a escribir. Esa especie de sumario es el libro que conocemos como La lengua de Adán y El hombre de Tiahuanaco (recientemente reeditada por la BBB).
Su gesto revisionista desborda todo cauce, pues su descubrimiento daría por obsoleto no solo a la ciencia histórica, sino a todos los discursos científicos del conocimiento humano: “Es sensible la inutilización de tantos libros que se tenga que desautorizar y silenciar. Lo deploro y no lo puedo evitar. No es mía esta verdad que destrona tantas ficciones. Es de todos y para todos”, escribe Villamil.
Algo de prometeico hay en la oración final, el descubrimiento de Villamil es tan importante como el momento mítico en que Prometeo enseña a la humanidad a encender fuego porque debía “ser de todos y para todos”.
Una vez sabido que el Edén estuvo en Sorata y que Dios habla en aymara, los cimientos de toda certidumbre se tambalean y deben ser a su vez rehechos.
En el revisionismo de Villamil también está, por supuesto, el fin correctivo similar al del “historiador futuro” que deseaba que “las ligeras naves de las nuevas naciones ibérico-americanas” tomen la dirección que debieron seguir. Pero si la reformulación de la historia que plantea Villamil tendría consecuencias universales, su deseo de rectificación del presente posee un alcance únicamente nacional, pues para este pensador su descubrimiento provocaría, sin duda, que se construyan caminos, puentes y ferrocarriles para conectar al “Distrito Edénico” de Sorata (y por tanto a Bolivia) con el resto del mundo. Habitantes de todas las naciones querrán peregrinar al lugar de la creación. Además, “el domicilio de Adán (Sorata), con su perenne primavera y puro y dulce cielo, con su misma lengua inalterada, está destinado a ser un día el liceo de una academia de aymara, donde los que allí nazcan o lo estudien, y bebiéndolo en sus propias y genuinas fuentes, se identifiquen con él, puedan perfeccionar la gramática y diccionario raíz, que sea enciclopédico directorio de lenguas y un archivo de ideas y de nociones históricas”.