No es casual que uno de los volúmenes de las “Crónicas del Papirri” se haya llamado Tabla de salvación. Eso mismo suele ser para mí Manuel Monroy Chazarreta.

Sus seguidores tenemos al menos una canción suya como la preferida. La mía, en partes salientes, dice: “Y para no agarrar/ y darle un seco a los abismos,/ y que después estén dishendo:/ ‘Qué buen chango el fallecido’./ Saco sirenas,/ me trago al mundo./ Convoco a Tupiza,/ a un saice rotundo,/ a la bici de Alfaro,/ al peinado de Ugarte,/ a la barra bostera,/ al Parpolo y su ch’aqui./ Y cambia el rumbo de esta canción…” La pieza se llama Un k’usillo en Nottingham, y escucharla me salvó la vida muchas veces, en medio de las moles de cemento de un país “desarrollado”, a donde voy a visitar a mis padres migrantes. Precisamente a mi viejo le debo haberme acercado a la música del paceño quien, tras la solemnidad de nuestro canto social de los 80 y 90, me sorprendió un buen día con la frescura de su Bien le cascaremos, que devendría en himno oficial de nuestras farras del ocaso de la adolescencia. Y, si como Violeta recomienda, sigo volviendo a los 17, fue a esa edad que pude ver a mi artista en persona y pedirle una foto. Fue en esa suerte de mini Woodstock generacional que tuvimos en Vallegrande quienes en 1997 soñábamos con cambiar el mundo al igual que un querido barbudo. Llegando nomás a la placita del pueblo, vi la figura del niño cusqueño repartiendo sonrisas y me le acerqué para estrechar su mano. Por la noche, mientras me encamotaba sin ser correspondido de una vallegrandina, canté con todas mis fuerzas Del amor, su bailecito y, cómo no, esa hilarante colección de algunas de nuestras mentiras más comunes: La mamada. Varios “un traguito más y nos vamos” después para curar el corazón, desperté a media mañana pensando que mi resaca era mayor que la cabeza de Zepita, pero entonces vi a dos hippies que llegaban al campamento cargando en hombros al siempre feliz cantautor que se recogía. Me impresionó aún más la alegre complicidad que el artista establecía con su público.

Hablando de alegría, es el humor el que asimismo lo ha instalado, como ha sucedido con muy pocos creadores nacionales, en el imaginario colectivo. Y esta gracia, en un país cuya solemnidad roza con lo inaudito, tiene un mérito adicional: no apelar al artificio fácil, sino a la lúdica confrontación con nosotros mismos. Ahí está como ejemplo la tan nuestra como extendida Metafísica popular, que le canta a nuestros imposibles-posibles, o incluso la contundente Hay que tomar partido, pues en cuanto a sensibilidad política también se ha destacado el músico.

Y hablando de partidos, pero de fútbol, como buen estronguista, no puedo dejar de referirme a cómo El Papirri ha ahondado la mística de nuestro viejo aurinegro. Con él gozamos la suerte de ser atigrados, veneramos al Chupa Riveros que nunca se corrió de la adversidad y, más recientemente, celebramos la Navidad. La del 2016 será inolvidable. Los celestes se llevaron unos Rolex para el arbolito; nosotros una épica copa. Unos meses después, en otro momento mío difícil, para variar, por un desamor, el personaje de la Pérez vino a salvarme, invitándome a ser parte del coro en la grabación de la pieza 24 de diciembre y ese su estribillo que dice que la lealtad siempre se impondrá a cualquier cosa, incluso a los negocios de un mandamás. Que en el fútbol, como en la vida, hay que tener técnica y huevo.

Por estas y más razones íntimas, es que me sentí muy honrado cuando El Papirri me invitó a presentar este tercer volumen de sus crónicas. Un Ch’enko total que en realidad ya conocía a fondo, pero que me fue muy placentero releer. Y es que casi todos estos textos fueron publicados en la Ramona, el suplemento cultural que editamos en Opinión y que siente igual honra por tener a Monroy entre sus más antiguos, fieles y mejores colaboradores.Y hay que decirlo. Sin ser periodista ni escritor consumado, nuestro cantautor es mejor que muchos reporteros y literatos que tenemos a la palabra como herramienta de trabajo. Por ello comparto, también como editor, lo que expresa el prologuista de este tercer volumen, Willy Camacho. Dice él: “Ahí no cabe mucho la labor de un editor, qué hacer cuando nos enfrentamos a semejante generosidad espiritual y artística, cómo cortar con las normas del idioma la libertad del alma”.

Acá tres pasajes del nuevo libro que ilustran lo anterior. Al hablar sobre su amada La Paz, el autor señala:“Gran Pedro Domingo Murillo, che oyes, valiente paceño que desafió al imperialismo y lo colgaron. Villarroel también desafió al imperialismo y lo colgaron, creo que últimamente me está escociendo mi cuello, por eso en este almuerzo de confraternidad paceña me k’onaneo, lanzo unas palabras emocionadas y me declaro: paceño, estronguista y antiimperialista”. Al recordar cómo hizo su canción Hasta ahurita, cuenta: “Al terminarla de entonar con penoso vibrato, don Pedro me dijo que era una huevada: ‘Tienes que hacerla con más ñeq’e, pues, para que la desgraciada se acuerde de ti for ever’, afirmó en paceño. Desanimado, subí a mi cuartito y transformé la balada en un huayño furibundo: ‘Cuando me traicionaste vidita, sin cerveza sentí mareo, y apretando mis tres dientes, fui peleando contra el viento”. Y, al rememorar cómo una vez pidió matrimonio, narra: “Reconozco que me distraigo y mientras toco pienso a veces en mi abuelita, no sé en cuál de las dos, también en los jugadores del Tigre, en la alineación que tapó la boca a los del frente. Reconozco que me gusta cascarle, pero solo en acontecimientos nomás. No desconfíes de mí, nos casaremos, pues, nada te va a faltar, sino preguntale a mi mamá que está en los cielos, preguntale todo lo que trabajamos juntos, es mi mejor referencia, es una estrella, la más linda, sale siempre con el lucero”. Brindemos también por esa estrella. Por la vida de Anita, por la que transmitió a este niño cusqueño que vive de nuestros aplausos y por la que él nos regala con su compañía y obra.

El texto corresponde a las palabras que De la Zerda virtió en la presentación de ‘Ch’enko total. Crónicas del Papirri Vol. III (Ed. 3600)’ en el centro Patiño de Cochabamba, en abril de este año.