Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 01:17 AM

Juan Carlos Valdivia “Hay otra Bolivia que nadie está mirando”

‘Søren’, que el director considera la tercera parte de una trilogía, explora la relación de los jóvenes y el amor

/ 22 de agosto de 2018 / 11:00

De paso por México, país en el que vivió 13 años y con el que no ha dejado de mantener vínculos profesionales y afectivos, el director de cine boliviano Juan Carlos Valdivia conversó sobre Søren, su más reciente película (que se estrenará en Bolivia el 13 de octubre), una mirada al país a partir de cuestionamientos sobre el amor y el ser joven hoy. El también guionista describió el desarrollo de su proceso creativo y expuso sus nuevos proyectos y lo que implica hacer cine en Bolivia.

— Søren, su sexta película, está terminada. ¿Cómo se siente con el resultado?

— Me siento muy contento. Me gusta la película. Considero que es la tercera parte de la trilogía que comenzó con Zona Sur y continuó con Yvy Maraey. Las tres ofrecen mirar al país desde una mirada particular y ahora el énfasis está en los jóvenes.

— ¿Cuál es la premisa de la que parte Søren sobre los jóvenes y, entiendo, también sobre el amor?

— Que el amor necesita reinvención e imaginación. Es sobre todo una película que pregunta sobre el amor. Como las dos anteriores, está diseñada —más que para tener un efecto de entretenimiento, aunque considero que es entretenida— para que reflexiones y te hagas preguntas. Creo que no es un tema que se pueda pontificar, especialmente cuando hoy en día tenemos muchas opciones. El paradigma está cambiando y nos estamos preguntando muchas cosas. Ahí se instala la película.

— ¿Qué se pregunta con la cinta?

— ¿Qué pasa cuando el desamor te visita? ¿Existe el poliamor? ¿Cuál es la función del deseo sexual en el amor? Hay muchas preguntas, yo las dejo, no quiero hacer algo discursivo ni pretendo patear el tablero y dar ideas radicales. Pero creo que en Bolivia seguimos insistiendo con una polarización y que los bolivianos ya hemos resuelto un montón de temas. Hay además un contexto de diversidad y de clase social en la película que la une temáticamente con las otras dos. A partir de la docencia y de conocer los cuestionamientos de los changos, a partir de las redes sociales, de estudiar el transmedia, los universos narrativos y la comunicación, empiezo a diseñar esta película y a ver que hay otra Bolivia que nadie está mirando.

— ¿Y por qué es importante abordar estos temas?

— Porque a mí me interesan. En ese sentido, creo que soy bastante egoísta, una persona que ha vivido cambios en su vida y ha querido mirar y cuestionarse esto. Vi el tema de la familia, de la burbuja que se revienta y de las nuevas relaciones en Zona Sur; las relaciones posibles en una nueva Bolivia en Yvy Maraey; y ahora me adentro un poco en cuáles son las preocupaciones y en cuál es esa Bolivia que estamos viendo. Al ver la película, veo otro país. Siento que a veces en el cine hemos construido una identidad cultural cinematográfica de la que nos cuesta salir, que tiene que ver con lo indígena, con lo minero, con el Occidente de Bolivia, con las luchas, con todas esas cosas que también están en mis películas, pero hay otra Bolivia hoy. Otro elemento en la película tiene que ver con una mirada de afuera, el personaje principal es un extranjero. Eso es interesante, porque los bolivianos tendemos mucho a mirarnos al ombligo, a creer que nuestros procesos políticos son únicos en el mundo, que somos el país más rico, alucinante y diverso del mundo. Y somos un país increíble, pero hay una nueva juventud global que viaja mucho. Ahora somos un país súper cosmopolita, viajado y conectado con el mundo. Y es importante que nuestro cine empiece a reflejar también a ese nuevo boliviano.

— El nombre de la cinta es un homenaje a Søren Kierkegaard, considerado el padre del existencialismo. ¿Cómo plasma ese pensamiento en la obra?

— Lo que básicamente le pasa a la pareja central es que a ambos les entra el bicho existencial. En algún momento de tu vida, quizás en la madurez, es cuando eso ocurre. Kierkegaard escribió un libro muy bello sobre el amor. Yo lo encontré en una librería en París, me llamó la atención y lo leí. Hay muchas ideas ahí que me inspiraron para el personaje principal. Dicen que la palabra afecto viene del término griego que significa “herida”. Un afecto es una herida abierta, entonces Søren es algo que está infecto, que se adentra para bien o para mal.

— Aunque de forma distinta, ¿lo político está presente en Søren?

— Quizás tiene que ver con la identidad misma de esta pareja, con su problemática. El tema camba-colla está mucho menos presente en los jóvenes que en los viejos. Están las nuevas burguesías. En fin, hay un montón de guiños. Y se ve una Bolivia muy diversa, muy entrañable. Te dan ganas de ir a ese país, conocerlo, ir a nuevos lugares. Pienso que estamos viviendo los últimos años de una clase política que está de salida, que no entiende el mundo ni a los jóvenes. Y los jóvenes todavía no se han armado de herramientas suficientes como para tumbarlos, ni al uno ni al otro. Pero es algo que evidentemente va a pasar. Cuando pase, todos van a quedar sorprendidos por la manera en que va a pasar (…).

— Parte de mostrar esa Bolivia entrañable tiene que ver con los espacios en sus películas, ¿cuál es el común denominador y cómo se traduce en Søren?

— He explorado mucho el espacio cinematográfico desde las películas anteriores. Yvy Maraey era un viaje a través de ciertas burbujas, como también Zona Sur era una burbuja con sus miniburbujas adentro. En Yvy Maraey ibas atravesando la burbuja de la hacienda, de la comunidad indígena, del bosque y de todos estos lugares cerrados y claustrofóbicos. Ahora hay un espacio más expandido, una sensación más abierta.

— También es guionista, ¿cuáles son los mayores retos al escribir y cómo los sobrelleva?

— A mí me gusta el cine de personajes, más que uno de trama o de acción. Yo empiezo mis películas cuando tengo los personajes. Mis películas son los personajes, sus complejidades, sus conflictos. Cuando ya tengo personajes complejos es que puedo escribir. Trato de escribir un primer tratamiento en 18 a 21 días, pero para llegar a eso tienes que tener la represa llena de cosas. Creo que es un error escribir cuando no sabes qué vas a contar. Tienes que tener un exceso de información y luego abrir la represa para dejar salir todo. Después lo editas y ordenas.

— ¿Qué otros proyectos tiene en marcha?

— Tengo ahora un guion y voy a empezar dos más. Viene una etapa fértil. Tengo un proyecto sobre la familia de Hans Ertl en Bolivia, basado en la novela de Rodrigo Hasbún. Estoy volviéndola a adaptar después de tres guiones originales. Es una historia inspirada en hechos reales que tiene mucha fuerza. Ya tengo un productor y es posible que se haga el próximo año, básicamente será una película alemana. Y tuve una reunión con un escritor muy conocido en México, todavía no quiero revelar el nombre, que me va a dar los derechos de una novela que me entusiasma mucho. Después de tres guiones originales, estoy volcando mi interés de nuevo a las adaptaciones literarias. Mi deseo es dedicarme unos años cien por ciento al cine y a la televisión.

— Finalmente, ¿el cine en Bolivia sigue siendo un emprendimiento personal?

— Totalmente. El Estado ha sido incapaz de fomentar el desarrollo y crecimiento de la actividad cinematográfica. Tenemos además un medio dividido, segmentado, constantemente en peleas y que no ha logrado unificarse para exigir mejores condiciones, como hay en todos los países, que hacen frente a la hegemonía de Estados Unidos. Es una cuestión de soberanía. Un país que no produce contenidos, no es un país, es un paisaje. Estamos en una situación muy vulnerable en la producción de contenidos. Los públicos y en especial los jóvenes ya no ven cine boliviano, no creen en él. Aunque hay cines en todo lado, los números son devastadores: hace 10 años, las ventas por taquilla han subido a 35 millones, de los cuales el cine boliviano representa un 1%. Los ingresos del cine boliviano se han mantenido igual, mientras que los ingresos del cine importado han subido 100 veces. Los cineastas terminamos con un montón de deudas, haces muchos sacrificios para hacer una película. No soy una persona a la que le gusta quejarse porque nadie me ha obligado a hacer cine, lo hago porque quiero, pero terminas agotado y con poca motivación de seguir haciendo cine en Bolivia.

Perfil

Nombre: Juan Carlos Valdivia

Nació en: La Paz

Profesión: cineasta

Prolífico

El director, que se formó en Estados Unidos (Columbia College, Chicago) realizó seis largometrajes, entre los que se encuentran Jonás y la ballena rosada (1995), American visa (2005), Zona Sur (2009) e Yvy Maraey (2012).

Comparte y opina:

’98 segundos sin sombra’, entre lo surreal y lo bello

Una reseña del más reciente filme de Juan Pablo Richter, realizada por el escritor Adrián Nieve.

/ 25 de noviembre de 2021 / 13:51

Pocas veces reconocemos lo rara que es la vida. Pero Genoveva Bravo, la protagonista del filme 98 segundos sin sombra (98sss), lo sabe bien. Y no solo lo reconoce, sino que lo analiza, segundo a segundo, en este efectivo filme dirigido por Juan Pablo Richter.

Encarnada por la actriz Irán Zeitún, Genoveva es una chica de 16 años que trata de sobrevivir a las monjas de su colegio, a sus hostiles compañeras de curso, a sus padres sin esperanza y al narcotráfico en “Culo del Mundo”, su pueblo en el oriente boliviano.

Como personaje, Genoveva —originalmente creada por la escritora Giovanna Riveros para la novela homónima en la que se basa esta película—, es el mayor acierto del filme, pero no él único. 98 segundos sin sombra, además de mucha actitud, tiene varias cosas por decir, entre lo que sucede en el pueblo de Genoveva y todas las ideas que pasan por la cabeza de la adolescente.

Y lo visual. El filme tiene una calidad cinematográfica muy fresca, casi surreal, una que ayuda a ilustrar el mundo interno de Genoveva y que intenta mostrarnos las cosas de una forma no lineal. Más interesante, más sentimental.

Porque la historia de 98sss es intensa, es triste, pero también es tierna de una manera muy peculiar. Esto, obviamente, se nota más en la novela de Riveros, en la que tenemos acceso ilimitado a los pensamientos de Genoveva, mientras que en el filme hay solo un par de recursos que nos permiten acceder a la riqueza de los mismos.

Sin embargo, una comparación entre novela y película sería más que injusta. Richter creó una buena adaptación, nos trajo la esencia de Genoveva, ese maravilloso personaje literario, y la permitió ser ella misma en una película cuyos escollos son muy pequeños.

Porque a lo mejor habría sido mejor si el filme se animaba a romper más de frente la cuarta pared. Quizás así esas ideas tan potentes de la novela de Rivero se sentirían menos forzadas cada que Genoveva las mete en las charlas, al menos al inicio del filme, cuando recién te estás acostumbrando al ambiente de la película.

Pero, repito, son cosas muy pequeñas que no le ganan al simple y llano hecho de que 98sss se anima a ser rara: entre tierna y violenta, entre graciosa y triste, entre relacionable y surreal. Un buen filme que vale cada segundo y centavo de ir al cine.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2022, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

Comparte y opina:

Mujeres ‘Ornamento’

Una reseña de 'Ornamento' la novela del galardonado autor colombiano Juan Cárdenas, publicada para Bolivia por Dum Dum Editora.

/ 11 de noviembre de 2021 / 18:39

“Es una droga peligrosa porque te da lo que necesitas”

Juan Cárdenas

A través de su novela Ornamento (Dum Dum, 2019), el escritor colombiano Juan Cárdenas, nos deleita con una prosa adictiva, tan adictiva cómo la droga que se desarrolla en un laboratorio, qué si bien se deja en claro que está situado en Colombia, me figuro que bien podríamos ubicarlo en un hipotético chapare boliviano. Esta droga a diferencia de muchas promete ser democrática por el precio y lo novedoso es que sólo tiene efecto en las féminas, razón por la que se tienen como personajes principales a mujeres, mujeres obra de arte, mujeres ornamento.

En ese efecto ornamental, las mujeres son conejillas de indias, son mujeres trofeo, mujeres objeto del deseo que sólo sirven para ser amantes o eventuales parejas sexuales, mujeres que atraviesan crisis artísticas existenciales, mujeres drogadictas, mujeres escultura, mujeres enganchadas a la sustancia que saquean la ciudad, mujeres que comprometen su integridad física para complacer los cánones macho de la belleza, mujeres que sufren abuso sexual pero no denuncian y aprenden a convivir con su abusador, mujeres madres que refuerzan la disimulada sumisión machista/femenina, que perpetúan el maltrato y la explotación. En esta tenebrosa realidad devenida en propuesta literaria, Cárdenas nos muestra varias caras del odio al principio cósmico de lo femenino.     

La trama tiene un médico narrador y protagonista que podría ser una mezcla de científico loco de películas de serie B con un genio elaborador de drogas a lo Walter White de Breaking Bad en versión sudaca; por otra parte, las pacientes, y en particular la número 4, es quien despierta el interés y obsesión del médico, para luego ser parte de un triángulo poliamoroso incluida la esposa de este. El doctor deambula entre la figura de lealtad a su mujer representada por los perros y la lujuria que simbolizan los monos. Por otro lado, la paciente número 4, es una mujer autodidacta, que nos revela que detrás de la belleza física puede existir astucia e inteligencia, que detrás de las carencias económicas no existen excusas para no ser lúcida y procurar educación. Sin embargo, la 4 es presa de sus propios traumas, de su propio ídolo/madre y no logra trascender esas cadenas inconscientes colectivas de su propia feminidad. Al parecer existe una idolatría por las mujeres así, las cabronas, las sicarias al mejor estilo de Rosario Tijeras.

En Ornamento, no existen nombres, el escritor logra hábilmente prescindir de ellos. El arte, la arquitectura, atisbos de horror y un acertado humor para descostillarse de la risa, hacen de este viaje casi onírico, una novela densa que te interpela, te perturba y te eleva en un éxtasis narcótico hacia una realidad en la que se alucina con entregarles, de una buena vez, la posibilidad de sentir placer a las mujeres.   

Valeria S. Arias Jaldin es paceña de Uyuni. Ñusta y egresada de Turismo de la UMSA. Historiadora a medias. Directora de Dreammakers Bolivia DMC. Feminista. Astróloga autodidacta y tarotista. Fotógrafa y catadora de atardeceres. Oveja aurinegra. Coautora del libro “Entrada Universitaria Folklorica” ( 2009, IEB) junto al Dr. Fernando Cajias, retornó a las letras gracias a la pandemia. Aspira a ser políglota, mientras aprende quechua de su abuela.

Comparte y opina:

Alex Vella: ‘Lo único importante es que mi escritura sea verdadera, sea lo que sea sobre lo que escriba’

Una entrevista con Alex Vella Gera, autor de la novela 'Troyano', publicada por Editorial El Cuervo en Bolivia.

/ 3 de noviembre de 2021 / 10:07

—Troyano retrata a Ġianni Muscatt, un personaje complejo, muy maltés pero a la vez universal. ¿Cuál fue la motivación para abordar un personaje así?

—Ganni Muscat vive dentro mío. Es una parte mía con la que lucho por coexistir. Traerlo a la existencia mediante la escritura quizás fue mi forma de purgarme de él. Pero aunque es en gran medida una mezcla de mi conciencia interior, nació por circunstancias del mundo real. Cuando me juzgaron por obscenidad entre 2010 y 2012, fui atacado de manera bastante irracional por las generaciones más antiguas de escritores malteses, incluidos los que se destacaron en los años 60 y 70 y que eran conocidos como enfants terribles, artistas que por entonces desafiaban las costumbres sociales en sus obras, pero cuando yo emprendí mi propia rebelión contra la hipocresía literaria me tildaron de obscene, advenedizo y fraudulento. Muscat es mi intento de entrar en sus psiques, de ser ellos. No atacarlos, sino darles una voz sesgada por mis prejuicios sobre ellos. Entonces Ganni Muscat es el reaccionario dentro mío, al que temo, desprecio pero con el que también simpatizo e incluso amo, y al que veo vivo en otras personas, maltesas y de otras nacionalidades de todo el mundo, expresado en toda su plenitud. Me refiero, por supuesto, al reaccionario moderno, a los intolerantes hastiados que ahora viven peligrosamente, votando por individuos claramente corruptos que sienten que pueden detener la marea del cambio hacia una sociedad más abierta e inclusiva, no porque esta sociedad pueda construirse sobre un terreno ideológico inestable e injusto por su propia naturaleza y  a los ricos, sino simplemente porque las guerras culturales son el único campo de batalla que ven.

—¿Cómo ves la tensión que asedia a Ġianni, la tensión entre lo global y las tradiciones maltesas? ¿Y cómo se enfrenta un escritor maltés con la tradición universal?

—El espíritu reaccionario de Ganni no es único. Existe en Malta y en todas partes. Entonces, aunque es un personaje muy maltés, si se le quitan ciertas peculiaridades que pueden ser exclusivas del reaccionario habitante de una pequeña nación insular en el Mediterráneo, no estaría fuera de lugar en otros países. Lo que quizás explique el éxito que ha tenido Troyano en varios países de América Latina. Sin embargo, hay que decir que sus tendencias reaccionarias son en parte el resultado de la influencia extranjera en su país. La introducción de la legislación sobre el divorcio en Malta hace menos de 10 años, por ejemplo, fue vista por los conservadores como la infiltración de ideas liberales extranjeras en lo que alguna vez fue una nación católica pura. La batalla que se avecina por el aborto (todavía ilegal en Malta) será aún más intensa. De modo que hay dos fuerzas en acción dentro de Ganni Muscat. La que lo define en oposición a una cosmovisión ajena que está corrompiendo a su nación, y otra que lo une con los reaccionarios del mundo.

La segunda parte de la pregunta requiere una respuesta aparte. A nivel universal, escribir como maltés puede ser un desafío, porque lo local, con todas sus especificidades, me llama a respetarlo y a escribir exclusivamente para el lector maltés. Malta es tan pequeña que esto puede crear su propio conjunto de problemas para el escritor, porque lo universal puede perder frente a lo particular. Sin embargo, no contemplo este problema, porque para mí lo único importante es que mi escritura sea verdadera, sea lo que sea sobre lo que escriba. Y por verdad quiero decir que provenga de un lugar auténtico dentro de mí. Eso por sí solo es un desafío y si los resultados, cuando tienen éxito,incluyen lo universal en lo particular, entonces mi éxito es doble y los lectores de Bolivia y Malta me entienden.

—Trabajas como traductor y vives fuera de Malta ¿Cómo ha influido en tu obra esta distancia?

—He vivido fuera de Malta la mayor parte de mi vida adulta. Primero en Londres, luego en Praga, luego en Luxemburgo y ahora en Bruselas. La distancia no solo ha influido en mi trabajo, sino también profundamente en cada aspecto en mi propia vida. No enumeraré todas las influencias que la distancia ha tenido sobre mí, pero diré esto: no siento que pertenezca a ningún lado, y mientras vivía en Malta esa falta de pertenencia era igual de fuerte. Pero fue solo con una distancia geográfica real y concreta que esa falta se hizo clara para mí y de ser un simple aspecto de mi identidad, se convirtió en mucho más que eso, un espacio psíquico en el que crear mi propia Malta, mi propio país, para servir como una lente a través de la cual observar (y escribir sobre) la verdadera Malta concreta a la que no pertenezco. Pueden preguntar, ¿por qué sigo escribiendo sobre Malta cuando no siento que pertenezco? Porque Malta es mis raíz, soy yo, así que, en cierto modo, no pertenezco a mí mismo, y mi camino como escritor es aceptar esto, crear contextos literarios y explorar esta carencia y, al hacerlo, pertenecer, si no a mis raíces, al menos al sentido de lo que significan para mí.

—Hace algunos años fuiste censurado en tu país y acusado de obscenidad y blasfemias, ¿qué ha significado esta experiencia en tu carrera como escritor y en tu perspectiva como ciudadano?

—Como ya expliqué anteriormente, el juicio por obscenidad fue la chispa que desató el fuego que se convirtió en Ganni Muscat y Troyano. Pero también me afectó de otras formas, naturalmente. Para el lector maltés en general, me dio una identidad, una identidad que mis acusadores sin duda no habían deseado que tuviera, es decir, como un héroe, un luchador por la libertad, un alma valiente. Todos estos son solo parcialmente ciertos. En muchos sentidos, el juicio por obscenidad fue un error, un accidente, algo en lo que entré a ciegas, no conscientemente. Pero sucedió y me convirtió durante un par de años en un participante pleno de la vida política del país. Me llevó a realizar acciones muy públicas de protesta contra el gobierno, que de alguna manera solidificaron mi sentido de ciudadanía, lo cual es un tanto irónico porque ciertamente soy uno de los que describiría como desencantado de la política local. Me comprometió y me dio el sentido del deber de estar comprometido. Ese sentido del deber ahora se está desvaneciendo, y no estoy seguro de si debería estar agradecido por eso o disgustado conmigo mismo por permitir que se desvanezca.

Como escritor, en el sentido más estricto del término, es decir, en el acto real de escribir con todo lo que conlleva, el juicio por obscenidad y todas sus ramificaciones tuvieron un solo efecto en mí, y fue negativo. Me hizo muy consciente de mis lectores. Esa burbuja de aislamiento que sostuvo mi escritura desde la adolescencia en adelante se rompió y me ha llevado casi una década volver a encerrarme en ella.

—¿En qué proyectos trabajas ahora?

—Hay dos novelas en proceso. Son criaturas largas y complejas que tardaré un tiempo en domar. Pero necesito que sigan siendo salvajes y quiero llevarlos a un territorio desconocido. Mi afán por publicar está bastante ausente por ahora, y eso es algo bueno. Hay muchas voces y distracciones, demasiadas. No quiero simplemente añadir algo a la cacofonía. En cierto modo, visualizo mi escritura ahora como una última voluntad y testamento, algo que dejar atrás a medida que se acerca el infinito, pero estoy (con suerte) lejos de mi lecho de muerte, así que no puedo decir qué significa eso exactamente.

Alex Vella ha obtenido el Premio nacional del libro maltés en dos ocasiones por sus novelas Las serpientes han vuelto a ser venenosas y Troyano. En 2009 fue acusado de obscenidad en su país y el caso llevó a una revisión de las leyes de censura de Malta. Troyano es su primera obra traducida al español.

Comparte y opina:

‘Dune’: La asfixia de lo monotonal

Una reseña del filme 'Dune' de Denis Villeneuve, escrita por el periodista y novelista Adrián Nieve.

/ 22 de octubre de 2021 / 07:43

Una buena película sabe manejar su tono de tal forma que sus momentos clave sean poderosos. Una muy buena película puede cambiar de tono sin que siquiera lo notemos, sin que dejemos de fluir con la historia. Dune de Denis Villeneuve no logra nada de eso y termina siendo una experiencia tan monotonal que asfixia.

Todo está centrado en Paul Atreides, el personaje de Timothée Chalamet, cuya familia toma control de un planeta desértico rico en especia, un bien de alto valor capitalista para un imperio que comprende varios planetas. Paul deberá enfilarse hacia su destino mientras la compleja política intergaláctica asedia el bienestar de su familia.

Es un gran espectáculo visual y una inventiva construcción de mundos, pero eso solo actúa como un truco de magia que distrae del gran problema: Dune te cuenta toda su historia en un solo tono, uno tan formal que aburre. Y no hay problema con que una película sea solemne, pero si solo es eso, entonces nada de lo que se dice importa. Todo el drama político, la tristeza de lo inevitable y la espiritualidad que caracterizan a la historia de Paul Atreides se pierden.

Ojo. No estoy diciendo que deberían llenarla de chistes o que debería ser más ligera. No solo no es el estilo de Villeneuve (director de excelentes películas como Arrival), sino que ya también convertirían a Dune en otro filme más del montón. Pero sí sería ideal que se encuentre una forma de escapar a ese “tomarse muy en serio” que no se lleva bien con la fantasía que, al fin y al cabo, es la historia escrita por el autor estadounidense Frank Herbert.

La gran prueba de ello es que Josh Brolin y Javier Bardem son de lo mejor del filme, pues en la construcción de sus personajes saben imprimir una violencia tan notoria, que hasta se convierten en respiros a lo monotonal. Jason Momoa lo intenta y casi lo logra. Dave Bautista también lo intenta, pero no lo logra. Y tengo el presentimiento que Oscar Isaac lo habría logrado si hacían de él el protagonista de esta cinta. El resto de los personajes no dejan huella, o solo importan mientras aparecen en pantalla.

Y la música del compositor Hans Zimmer… tan obvia, trillada y ruidosa que se siente como otro par de manos apretándote la garganta para reforzar ese sentimiento de asfixia en los 155 minutos que dura la película.

A eso se suma un final anticlimático, un “continuará” que no usa esa palabra, pero que te deja con la sensación de una película que tenía mucho que decir, pero que al final dijo muy poco. En definitiva, Dune de Denis Villeneuve es una experiencia visual y de mucha imaginación que fascinará a quienes han leído obsesivamente la novela desde que se publicó en 1965. Es un filme que en sí es un logro a nivel de realización, producción y fidelidad en la adaptación de un libro tan complejo como es la novela de Herbert. Pero ni siquiera los lectores acérrimos podrán obviar la monotonalidad de una película a la que le falta alma, chispa, fuego, caos, o como se quiera llamarlo.

Eso sí, falta la segunda parte que no redimirá a esta primera entrega, pero que puede ser una mejor película por si misma.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2021, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

Temas Relacionados

Comparte y opina:

‘Kajillionaire’: El mundo está lleno de gente horrible

Una reseña de la película de 2020 'Kajillionaire' de Miranda July, con las actuaciones de Evan Rachel Wood, Gina Rodríguez. Richard Jenkins y Debra Winger.

/ 21 de octubre de 2021 / 07:17

. Hagan una pausa para pensarlo: el mundo está lleno de gente horrible. Nombres y rostros vienen a sus mentes porque, en lo objetivo o lo subjetivo, es una de esas cosas que tarde o temprano hay que aceptar.

Y esta peli dirigida por Miranda July es una forma de aceptarlo. Sin mostrar nada escandaloso, sin deleitarse en el morbo de lo cruel, Kajillionaire te trae la historia de Old Dolio, una chica de 26 años que junto a su padre y su madre se dedican a hacer estafas de poca monta que apenas les traen billetes para malgastar en sus paranoicas vidas de aves de rapiña.

Los padres, más allá de miserables, avaros y egoístas, tratan a su hija como basura, sin un solo gesto de cariño, demasiado perdidos en buscar la carroña para seguir sosteniendo su casi surrealista estilo de vida.

Lo bello de un filme como este es que conocemos a Old Dolio, interpretada por Evan Rachel Wood, en un momento de cambio, la vemos tratar de mirar más allá del mundo que conoce para comenzar a cuestionar su vida, sus costumbres, su adicción a una relación con unos padres para los que no es más que un instrumento en sus estafas.

De hecho, a nivel visual, la película no es, lo que se dice, un triunfo. Tiene lo suyo, sí, con colores apagados, momentos en que las luces resaltan a los personajes y tonos pastel que luego contrastan con momentos apagados. Y eso es porque el corazón de la película está en las interpretaciones de sus personajes. Tanto así que uno de los momentos más fuertes lo vivimos a oscuras, apenas notando unos puntitos, como si estuviéramos viendo el universo mientras un importante diálogo entre Wood y la actriz Gina Rodríguez nos muestra todo lo que necesitamos ver.

A ratos incómoda, a ratos tierna, casi constantemente muy triste, Kajillionaire está llena de personajes reaccionando horriblemente a situaciones intensas que nos ayudan, como espectadores, a encontrarle cierta belleza a la vida. Y al lograrlo se vuelve una película muy sentimental, que quizá no convenza a algunos, pero que por su ejecución y actuación merece que le den una oportunidad o dos.

Adrián Paredes (1989), mejor conocido por su seudónimo Adrián Nieve, es escritor y periodista. Estuvo en el programa de radio La Cabina Azul y en los de televisión Revista Gorila, Cinema Trailer y Maga Cine. Ha publicado la novela «El Camino Amarillo de Drogothy» (2016, Gran Elefante Editorial) y «Hayley» (2018, 3600 Editorial). En 2021, publicará la novela «Morbo» (Parc Editores).

Temas Relacionados

Comparte y opina: