La escritura adictiva de Mónica Ojeda
En ‘Nefando’, la obra de la ecuatoriana Mónica Ojeda, son visibles las influencias literarias de la autora, ‘honrándolas con maestría’ dice el autor de la crítica.
La originalidad es difícil de lograr; eso todos lo sabemos. A veces las influencias son muy notorias o se pierde el rumbo tratando de ocultar esos influjos que fueron el bing bang de la creatividad. Otras veces, es mejor dejarlos en evidencia y tratar de enaltecerlos. En la novela Nefando (Editorial Candaya, 2016; Dum Dum editora, 2018), Mónica Ojeda logra una historia interesante, original, sin desconocer sus influencias y honrándolas con maestría. Como en los grandes libros, lo importante no es tanto lo que pasa, sino cómo se cuenta y cómo transforma a los personajes; transformación que sufren —y sufrimos nosotros— al desarrollarse la historia. La trama es sencilla (en apariencia): un videojuego creado por unos universitarios en Barcelona y subido a la deep web es retirado por la Policía luego de descubrirse que contiene videos reales de pedofilia y autoflagelación bastante perturbadores. El videojuego se llama Nefando y el misterio radica en qué contenía exactamente o cuál era su finalidad. ¿Para qué lo crearon? Sobra decir que los pocos que lo jugaron y experimentaron quedaron trastornados por su contenido.
Nefando es la segunda novela de Ojeda (nacida en Ecuador, 1988) y es un libro tan poderoso que ha sido reeditado por la emergente Dum Dum editora para el público boliviano.
Ahora viene lo interesante y el producto de las lecturas de la autora y de su exitoso intento de alcanzar la originalidad en un mundo donde todas las historias ya han sido contadas: la linealidad de la narración en Nefando está fracturada y el libro se compone de retazos de entrevistas (conducidas por un entrevistador que no sabemos quién es o para qué se encuentra recolectando la información; lo único que se deduce es que no es un policía), por fragmentos de una novela pornográfica escrita por uno de los personajes (quizás las partes más intensas, divertidas y transgresoras de toda la novela), por recuerdos de la infancia de los creadores del videojuego (perturbadores y muy tristes), y una suerte de conversación consigo mismo (escrita en segunda persona y de una eficacia extraordinaria) de otro individuo que aborrece su corporalidad. Todos estos sujetos (estudiantes universitarios, seis en total) compartían un apartamento en Barcelona en el momento de la concepción, creación y difusión de Nefando.
La historia es fresca, el ritmo bien administrado y la intriga sostenida durante todo el libro. A pesar de que Nefando puede resultar grotesco en algunos aspectos y pasajes, explora el tema de los abusos sexuales a los niños, la alteración de la psique resultante de dichos abusos, las relaciones sexuales de los adolescentes (relaciones homosexuales en gran parte) y la violencia (en algunos casos contra los animales); el lector no soltará el libro en ningún momento ya que la voz narrativa es tan poderosa y acertadamente lograda que te atrapa y obliga a continuar hasta el final. Los lectores quedamos ante el texto como moscas atrapadas en una telaraña y solo podemos contemplar, indefensos y asombrados, el avance del monstruo que va a devorarnos. En este caso, el artilugio ideado por Mónica Ojeda nos engulle sin piedad y nos condena a habitar en su interior para siempre. El hechizo es tan fuerte que no vale la pena siquiera intentar escapar.
Las influencias que transitan y alimentan Nefando son muchas: Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, La casa de hojas de Danielewski (casi al final del libro se nos muestran varios dibujos realizados por una de las creadoras del videojuego en su adolescencia, los cuales debemos tratar de interpretar a pesar de la inmensa tristeza que despiertan), La broma infinita de DFW en el sentido de que el lector debe armar las piezas dispuestas ante sí para completar la imagen y el significado final y la figura (tan importante y elusiva en la novela y en algunos relatos de DFW) del entrevistador (que aunque conocemos las preguntas que hace, no entendemos sus motivos u objetivo último), William Gibson, la serie de televisión True detective, y las evidentes y mencionadas dentro del texto “presencias” de Alan Moore, el Marqués de Sade, William Burroughs, etc.
Para finalizar, Nefando es un libro para aquellos lectores que siempre estamos en la búsqueda constante, infinita e incansable de más y mejor literatura. Este libro es oro puro para lectores así. Algo muy especial, un plus enorme, es que su autora es una voz “cercana”, de nuestro mismo continente. Léanla, no se arrepentirán. Déjense hipnotizar y atrapar por ella. Yo, por lo menos, pienso salir ya mismo de cacería en busca de su siguiente novela (publicada en España a finales del año pasado). Puedo aceptar sin vergüenza que ya soy adicto a Mónica Ojeda.
El colombiano Pablo Concha es autor del libro de cuentos ‘Otra luz’ (El bando creativo, 2017). Una versión más corta de esta misma reseña fue publicada originalmente en el número 96 de la revista Libros y Letras de Colombia.