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Papirri sinfónico

Bien preocupado estoy, pero qué me importa”, es la expresión de metafísica popular que mejor se aplica en este momento para el cantautor paceño Manuel Monroy Chazarreta, El Papirri que, empilchado como la ocasión amerita, se prepara para brindar sus canciones al público con una sonoridad diferente junto a la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN).

No falta nada. El 11 y 12 de octubre estarán juntos sobre el escenario del Centro Sinfónico Nacional (Ayacucho 366) presentando el producto de meses de trabajo, que se iniciaron con la concepción misma del espectáculo, pasando por los arreglos, el ensamble y el sonido. No hay que dejar escapar ningún detalle: el músico se reconoce fuera de su zona de confort. “La mayor angustia ha sido depender de tanta gente. Yo siempre dependo de mí en mis conciertos. Ahora dependo de la dirección, de los arreglistas, de 50 músicos y me han sacado de mi zona de confort. Al principio me ha arrollado el asunto, porque siempre me he movido con músicos que sé que van a responder cuando me salga de guiones y acordes. Ahora es distinto. Es increíble la perfección que debe haber, no puedes salirte ni una notita. Mi guitarra va a estar más cómoda contestando a la orquesta. Mi voz, no sé, che”.

La aventura comenzó en octubre de 2017. Animado por la violista Marlene Mercado —entonces directora interina de la OSN— presentó el proyecto. “Me pareció muy interesante que mis canciones se expresen con instrumentos sinfónicos. Un comité interno evaluó el proyecto y me respondieron positivamente en abril. Ahí pensé en cómo hacer el tratamiento de mis canciones”.

La primera idea que surgió fue contar con diferentes arreglistas para que se expresen eligiendo sus canciones favoritas. “Sin saber del proyecto, Nicolás Suárez me había llamado para contarme que había creado un arreglo orquestal llamado Antojolías —nombre de uno de los discos antológicos de Monroy Chazarreta— para presentarlo al premio Eduardo Abaroa en su categoría. El Nico ganó”. Y de paso, ya estaba lista la obertura de El Papirri Sinfónico. A Suárez se unieron los prestigiosos arreglistas Juan Andrés Palacios, Javier Parrado, Álvaro Montenegro y Patricia Bedregal.

Así comenzaron a armarse las cinco partes del recital: A la obertura Antojolía —conformada por Bien le cascaremos, La cabeza de Zepita y Bailando saya— le siguen Adagio de amor y desamor —con Zamba para Anita (2000), Sacudite (1989), Praxis (1989) y La histórica (1993)—, Suite de La Paz —con Alasita (1996), Ch’enko total (1996) y La cabeza de Zepita (1993)—, Suite rarita — que incluye Zamba Geisha (2000), El contreras (1989) y Ego (2016)— y cierra con Allegrisimo finale —conformado por Qué tal metal (1995) y Metafísica Popular (1996-actualidad), esta última con arreglos de Manuel Monroy Chazarreta y Weimar Arancibia—.

El proceso con los arreglistas fue muy dinámico y personal, pues cada uno eligió las canciones que más le gustaban. “A Javier Parrado ya lo conocía del conservatorio. Él se escogió temas muy interesantes, como El contreras, una canción mía que es una especie de manifiesto de los años 1990 y Ego, que grabó en vivo con Efecto Mandarina en el recital El retorno del Papirri”. En el concierto sinfónico, la cantante lírica Diana Azero dará su voz a esta canción.

Como ejercicio creativo fue enriquecedor, aunque también exigente. “Hubo muchas negociaciones con los arreglistas, llegamos en algunos casos a consensos y en otros, uno de los dos tuvo que ceder. Me he metido a analizar partituras orquestales, algo que no hacía desde hace 30 años. Tenía que explicar por qué no debía haber trombón de uno a otro compás para que la letra exprese lo que quiero. Había que desarrollar todo sobre las partituras, en eso estuvimos un par de meses”.

¿Alguna canción se quedó en el tintero? Varias, pues la producción del cantautor paceño es prolífica y el concierto solo dura hora y media. Mar aéreo, suspira. “Es una canción que le hice a La Paz”.

Trabajar con tanta gente parecía que iba a terminar en un ch’enko total, pero poco a poco cada pieza se fue acomodando con el impulso del director musical de la OSN, Weimar Arancibia. “Gracias a él estamos haciendo este concierto, me ha incentivado. ‘Hay que meterle’, me decía”.

El sonido estará a cargo de Andrés Martínez quien grabará el recital “Tanto lío y no tener un registro estaría mal”, sonríe El Papirri. “Yo quería que esta cuestión sinfónica aporte a las canciones, que no sea una escenografía o una ampliación de acordes funcionales. Hemos tratado de que haya una propuesta personal y creo que hemos logrado un planteamiento sonoro que aporta a cada canción”. Así que ya está todo listo: las entradas se venden en el mismo Centro Sinfónico. Y allí, bien le cascaremos.