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Pie Pequeño

La leyenda inspiró innumerables películas, en gran porcentaje historias Clase B de terror que exhibían al personaje como el monstruo, el villano, al acecho de los arriesgados aventureros que se atrevían a internarse en las nieves eternas. Pie pequeño contesta aquel paradigma, como ya lo había hecho años atrás Pie grande y los Henderson (William Dear/1987), pero con un énfasis mayor en la caracterización del Yeti como ese Otro con cual los humanos en algún momento deberán interactuar sobreponiéndose a sus prejuicios. En el fondo ese viene a ser el sustento argumental básico de esta trama que intenta, y en varios aspectos consigue, poner en imagen una historia con múltiples guiños irónicos a propósito de los rasgos de la sociedad actual.

De hecho, a pesar de ser una película destinada sobre todo al público infantil, el trabajo codirigido por Karey Kirkpatrick y Jason Reisig no se estanca en las fórmulas usuales del entretenimiento para dicho segmento de espectadores, comulgando de manera implícita con la premisa de considerarlos inhábiles para la reflexión propia. En la oportunidad se trata de hecho de un desafío a pensar en los modelos usuales de socialización basados en el supuesto de la existencia de verdades irrefutables que los adultos transmiten a los infantes, instruyéndolos en una escala de valores a los que deberán sujetarse sí o sí. Ya la secuencia inicial es una recreación de aquella que marcaba el arranque de La gran aventura Lego (Chris Miller, Phil Lord/2014) afirmando “todo es increíble”, vale decir, todo puede ser puesto en cuestión, en primer lugar la autoridad.

La trama está basada en una historia escrita por Sergio Pablos, anteriormente creador de otras que sirvieron de punto de partida para Mi villano favorito (Pierre Coffin, Chris Renaud/2010) y Minions (Pierre Coffin, Kyle Balda/2015) antecedentes que invitan de entrada a la curiosidad para asomarse a esta primera producción manejada de manera exclusiva por Warner Animation Group (WAP), constituida después de varios intentos fallidos para conformar su propia empresa en la disputa por ese nicho de mercado tradicionalmente hegemonizado por Disney. Anteriores emprendimientos con el sello Warner fueron en efecto coproducciones con Sony de pálido resultado en taquilla y menos que eso en la crítica.

Sin mayores preámbulos conocemos a Migo. El mitológico ser blanco, peludo y solitario es presentado como un simpático Yeti habitante de cierta comunidad establecida en las alturas del Himalaya bajo el gobierno del “Guardián de las piedras”, cuyo manto está hecho justamente de innumerables piedras que llevan inscritas las verdades intocables que rigen la existencia común, donde cada cual tiene establecida una función fija, un destino incambiable. Feliz a más no poder, Migo da cuenta, cantando, que se trata de una jornada como cualquier otra y que su mayor deseo es que nada cambie. Todo está a punto de cambiar empero.

Dorgle, el padre de Migo, es el encargado de despertar diariamente a los habitantes del villorrio. Su tarea consiste en auto eyectarse, atravesando un arco, hacia un gigantesco gong que debe golpear con la cabeza para anunciar la salida del sol. Importantísima tarea que Migo sueña con heredar algún día, pero las veces que lo intenta fracasa y en uno de esos frustrados ensayos provoca tal cantidad de problemas que resulta expulsado de la comunidad.

Deambulando por los alrededores, el personaje principal se topa con un paracaidista que acaba de estrellar su aeronave. Ese primer sorprendido descubrimiento de la existencia de un pie pequeño dará paso a un segundo encuentro con otro espécimen similar: Percy, conductor de un programa británico de televisión más bien amarillista dedicado a investigar sucesos paranormales y cuyo rating se halla en sostenido descenso. Es el motivo que impulsa a Percy a salir en busca de un Yeti para así relanzar su espacio con la impactante nota que constituye el sueño de todo informador actual en procura de la primicia exclusiva.

En su apuro por recobrar la cantidad de “likes” que nutrían su ego, Percy personifica asimismo la generalizada obsesión presente por la notoriedad a cualquier costo, al igual que el terror a quedar “desconectado”, exiliado en el anonimato, lo cual equivale, poco más o menos, a la desaparición pura y simple.

El contacto inicial, lleno de temores y desconfianzas mutuas, va dejando paso poco a poco a una simpatía entre ambos. Preludio de un acercamiento mayor entre los compañeros de Migo y los ciudadanos de cierta urbe, que enfrenta a unos y otros con sus aprensiones prejuiciosas respecto al otro, poniéndolos en el trance de repensar los fundamentos mismos de su modo de vida.

Por añadidura la excursión inicial de Migo fuera de su comunidad le permitió tomar contacto con una suerte de grupo rebelde encabezada por Meechee, la mismísima hija del “Guardián de las piedras”, decidida ella a contradecir las verdades grabadas en piedra precisamente poniendo en acto la curiosidad, el deseo de explorar otras certezas posibles. Entre estas últimas, la eventualidad de la existencia de los pies pequeños, que su padre descarta rabiosamente sintiendo que tal presunción pone en duda el liderazgo ejercido desde siempre sobre la afirmación de ser dueño excluyente del conocimiento de la realidad en todos sus matices.

Semejante objeción al poder, sustentada en la presunta propiedad de aquello que a su sociedad le conviene creer, es uno de los avisos sarcásticos de un relato que se anima a cuestionar la validez de los dogmas religiosos, las virtudes de las redes sociales, los paradigmas de la sociedad consumista en general, tomando distancia del empaque tradicional, se dijo, de las historias tramadas por el género de las películas infantiles.

Cuando el relato se obstina en machacar algunas de sus moralejas pierde en parte la frescura que es su gran atractivo. Resulta asimismo objetable la introducción de varias secuencias musicales escasamente funcionales a la progresión dramática de la narración, como tampoco se encuentra exento el abordaje de los personajes de coquetear con algunos lugares comunes heredados del tradicional enfoque sobre el papel de las princesas o el de los malos investidos de autoridad, pero son yerros menores de un trabajo que nos dispensa de los excesos de azúcar y consigue mantener a flote su afirmación del valor del pensamiento crítico, del valor de la información honesta y de los peligros de apoltronarse en una forma de vida dominada por el miedo.

En el balance final Pie pequeño abre varios resquicios en las mecanizadas fórmulas de las películas que se disputan de modo cada vez más encarnizado la taquilla echando mano del gancho hacia los niños, que es la manera sesgada de encaminar hacia las boleterías a los adultos aun cuando éstos pasen buen rato de la proyección consultando la hora en sus celulares.

FICHA TÉCNICA

Título original: Smallfoot.

Dirección:  Karey Kirkpatrick, Jason Reisig.

Guión: Karey Kirkpatrick,  Clare Sera.

Historia: John Requa, Glenn Ficarra, Karey Kirkpatrick, Eyal Podell, Jonathon E. Stewart Sergio Pablos.

Libro: Sergio Pablos.

Montaje: Peter Ettinger.

Diseño:  Ronald A. Kurniawan.

Arte:  Devin Crane.

Animación:  Boom Bhuripun, Padraig Collins, John Coven,  Sylvain Deboissy,  Lutgardo Fernández, Ian Fisher, Pedro Daniel García Pérez, Andy Gaskill, Tianyi Han, Gabriel Lin,  David Lux,  Ken Morrissey,  Dave Needham, Lance Paul, Scott Santoro, Jason William Scheier, Christopher Vigil,  Paige Woodward Scheier,  Didier Ah-Koon.

Efectos:  Amine Amahadar,  Neil Atkins, Leonardo Baez, Jonathan Beres, Paige Berezay, Romain Besnard, Ouirich Bounthavy.

Producción: Allison Abbate, Jacky Chrisp, Glenn Ficarra, Karey Kirkpatrick, Phil Lord, Skye Lyons, Christopher Miller, Sergio Pablos,  Bonne Radford, John Requa, Jared Stern,  Nicholas Stoller, Courtenay Valenti.

EEUU/2018