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La voz y la experiencia, Christina Rosenvinge

En sus más de 30 años de carrera, Christina Rosenvinge ha publicado como solista nueve discos de estudio. A cada paso ha sabido sorprender a sus más fieles seguidores y también a extraños interesados en sonidos iberoamericanos, de esta manera su último disco Un hombre rubio (2018) se encumbra en la potencia de una carrera excepcional que sigue sorprendiendo.

Rosenvinge presenta un trabajo completo y maduro donde cada pieza viene cargada no solo de su estilo y energía, sino también de una lírica potente con canciones narradas con susurros, historias de la vida, romance y oscuridad.

Y es que la madrileña de ascendencia danesa es todo menos una novata. Es referente para muchos músicos actuales y se ha ganado un sitial de importancia para el rock y el indie mundial.

Pregunten a sus primas, hermanas o madres sobre “Christina y Los Subterráneos”, la bandita de Rosenvinge con la cual en los 80 innovó en el pop en español invadiendo los diales con clásicos como Mil pedazos o Sábado, aunque no tan importantes, son antecedentes a tomar en cuenta.

Unos años después de su efervescencia adolescente la cantante y compositora decidió autoexiliarse, salir de la zona de confort. Cruzó el Atlántico para instalarse en Nueva York (EEUU), donde junto a Lee Ranaldo y Steve Shelley (Sonic Youth) hicieron algunos discos en inglés que la consagran en la escena internacional.

Con su vuelta a España, hace una década, llegan dos discos exquisitos que son alabados por la crítica. Un hombre rubio corona esta etapa, ahora también con Rosenvinge como productora, donde su voz transcurre entre susurros de una predicadora sexy que a veces se apega a los teclados y otras a la guitarra, manteniendo una tensa sintonía con el oyente.

Son nueve canciones. Abre La flor entre la vía donde Rosenvinge, fiel a su irreverencia, dispara contra las construcciones de género a través de acordes envolventes, casi chamánicos, que rozan, inclusive, lo feliz y divertido.

Pero todo ese ímpetu se viene abajo rápidamente y comienza la Rosenvinge favorita de todos, la densa:

“Cómo no voy a entenderte padre. Si es mi misma soledad”, dice el final de Romance de la Plata, la segunda canción, que con una especie de catarsis freudeana la ahora trovadora le canta a su padre, le increpa y se exorciza.

En este disco, Rosenvinge busca mirar el mundo desde la construcción masculina, fuera de los matices líricos presenta una obra redonda, madura y hermosa.

Pero además de este intento por entender al padre, al novio, al colega, al hermano, al hijo, también llega mucho con “el presente”, pero visto desde el recuerdo.

Ana y los pájaros, otro momento fundamental donde la madrileña se encuentra con sus influencias, es decir, su amor confeso por Leonard Cohen. También el impulso crooner sureño de Nick Cave y la fuerza de lo mejor del rock anglosajón que recuerda la intensidad de Polly Jean Harvey.

Los riffs de guitarras, el teclado en código vuelven al pop-rock para luego acercarse a las cuerdas sintetizadas y electrónicas de Niña animal o Pesa la palabra. El disco también tiene momentos de profunda creatividad melódica con Afónico y La piedra angular.

De cierta manera, estas son características que unifican y resaltan las últimas cuatro producciones de Rosenvinge: Tu labio superior (2008) con letras repletas de picardía y frescura, La joven Dolores (2011) considerada “la obra maestra” de la cantante que deconstruye mitos históricos con una fuerte reivindicación feminista, lo que le da un plus de singularidad y creatividad a su obra, Lo Nuestro (2015) es la cúspide, la investigación y el asumir riesgos encumbran a la rubia con un disco editado por el sello El Segell del Primavera Sound, el festival de pop independiente más importante del mundo, en Barcelona. Es el mismo sello de esta nueva propuesta, Un hombre rubio.

Christina Rosenvinge tiene 53 años, más de la mitad de su vida sobre los escenarios desde donde ha sabido hablar de todo y también arriesgarse en su sonido.

No hay nada más motivante que seguir el trabajo de una mujer que admiras, como inspiración para concretar una obra profunda y coherente.