Icono del sitio La Razón

‘El tigre en la casa’: aprendiendo de los gatos

El Tigre en la casa. Una historia cultural del gato es el título de la nueva publicación de la editorial El Cuervo. Su autor es Carl Van Vechten, un norteamericano que ejercía el periodismo y la crítica cultural (incluyendo música, teatro, vida social y danza) y que, tras dejar de publicar, se dedicaría a la fotografía. Se puede destacar de su biografía el hecho de que apoyara al Harlem rennaissance, uno de los más importantes movimientos culturales afroamericanos (Van Vechten no era negro y venía de Iowa). De hecho, su fama se debe más a un libro sobre el tema de la segregación y el racismo, Nigger Heaven (1926). Aunque nació en Cedar Rapids, Iowa, vivió en Chicago y Nueva York. Fue en estas dos últimas ciudades donde se codeó con lo más renombrado de la farándula artística y cultural de la región (incluyendo a su amiga Gertrude Stein, quien lo designaría como albacea literario).

El libro fue publicado originalmente en 1920 y, al parecer, no había tenido una traducción al español sino hasta ahora, cuando la editorial Sigilo de la Argentina se decidió a acercarla al público de habla hispana. Es esta misma edición que la editorial El Cuervo ha retomado.

La traducción, realizada por Andrea Palet (periodista, editora y columnista chilena de El Malpensante, La Tercera y El Mercurio, entre otros) incluye algunos dibujos de Krystopher Woods (ilustrador y diseñador gráfico bonaerense cuya obra gira en torno a los gatos). La traducción captura muy bien el aire aristocrático, humorístico e ingenuo de Van Vechten así como su estilo periodístico y columnista. Hay una precisión en las traducciones de términos que se podrían considerar como técnicos y también una especial afinación en la traducción de expresiones americanas que no siempre son fáciles de trasladar a otra lengua (a pesar de que, en algunos casos, esa dificultad está reducida por la familiaridad que se tiene hoy con expresiones norteamericanas). El tono y el estilo al que nos referimos tiene que ver con cierta confianza del escritor con el lector; una suerte de consenso sobre la actualidad de la lengua que se utiliza, de los códigos, comparaciones y referencias que se usan. No en vano se ha señalado que el estilo de las columnas de Van Vechten se acercaba al chisme.

Como indica su subtítulo, este libro trata exclusivamente de gatos. Para ser más precisos, trata “sobre los modales y las costumbres del gato, sus gracias y mimos; la historia de cómo ha subyugado a la Humanidad” (333). Es un libro de ensayos, seguramente al estilo de las columnas que escribía el autor en el Chicago American. En ese sentido, logra cierta minuciosidad sin caer en la ilegibilidad especialista del académico o de la etología. Es un libro más orientado a la crónica periodística, al estudio de curiosidades, que al desarrollo de una tesis científica, sociológica o filosófica. Es, en fin, una colección de fenómenos culturales relacionados con los gatos, una especie de enciclopedia gatuna.

El libro se divide en 13 capítulos que se concentran en un aspecto específico relacionado con los gatos. El primero y el segundo se ocupan de la imagen común que se tiene del gato y de las características específicas que constituyen al gato. De ahí en adelante el autor se embarca en una enumeración de referencias a los gatos en varios rubros de la actividad cultural: la literatura, la poesía, la pintura, el folklore, el ocultismo, el teatro, el derecho y, por supuesto, la historia.

El libro es verdaderamente instructivo sobre la relevancia del gato en la cultura, aunque no propone una hipótesis general sobre su función o su significado. El único momento en que el autor hace una propuesta radical y concreta es en el último capítulo. Antes de eso, el propósito del libro es, más bien, generar la misma fascinación que siente Van Vechten por los gatos en sus lectores. Y esto es precisamente lo que logra con mayor éxito. Tras leer el libro o siquiera uno de los capítulos (aunque unos son mucho más ricos y extensos que otros), el lector no podrá evitar notar la omnipresencia de estos animales. Suponemos que no haría falta vivir en tiempos de redes sociales y videos virales de gatitos para percibir y compartir esta fascinación (por más de que se la comparta de forma negativa, es decir, con antipatía). La fascinación está ahí y este libro la confirma de una manera que queda marcada en quien lo lea.

Es interesante notar, por ejemplo, cómo el autor establece una suerte de rivalidad entre el gato y los perros, obviamente, pero también los caballos, los pájaros y los seres humanos. Una de estas rivalidades tiene que ver con la inteligencia. “Cualquiera que haya vivido en términos de igualdad con un gato sabe que va a demostrar su inteligencia unas 50 veces al día” (69), dice el autor en el capítulo dedicado a aclarar los rasgos que hacen que los gatos sean tan adorables.

Sin embargo, si el gato se destaca en la inteligencia, no es en un tipo de inteligencia común al resto de animales domesticados y domésticos: “Sin duda es la inteligencia de la variedad egoísta”. El gato es para Van Vechten un animal individualista y aristocrático. En eso, supuestamente, sería superior al ser humano, tan orientado al gregarismo: “En realidad creo que si los hombres y las mujeres se volvieran más felinos eso sería la salvación de la raza humana. Ciertamente se acabarían las guerras, porque los gatos no lucharán por un ideal colectivo dado que no tienen ideales colectivos; […]. El perro y el caballo perpetúan la guerra mediante el pensamiento grupal y la socialización de la acción, junto con alentar la creencia popular en esa panacea monstruosa que es la hermandad universal” (334).

Este tipo de opiniones o afirmaciones radicales son pocas en el libro que se ocupa más de contarnos detalles anecdóticos pero significativos del gato. Es de imaginar que cada lector apreciará una parte diferente del libro en función de sus intereses. Sin embargo, los amantes de gatos (o felinófilos) deberían procurarse una copia para tener siempre una cita interesante a la mano. Los académicos, por su parte, podrían ganar un buen público felinófilo si dieran a leer fragmentos de este libro a sus estudiantes. Y si hay alguien que odia a los gatos (un ailurofóbico), pues bien, qué cosa mejor que saber por qué el gato es tan popular y atractivo para tanta gente.