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Mérida Romero busca voces disidentes

En la última década, el Estado boliviano ha liderado una transformación identitaria y social y el arte se ha transformado en una herramienta para instituir ese cambio. Si por un lado se han tomado medidas muy importantes para salvaguardar el patrimonio nacional, también se puede caer en una repetición continua del discurso oficial, fomentada a partir de los premios o fomentos. Es por eso que hay que difundir a aquellos creadores que están pensando críticamente este proceso, según Daniela Mérida, y es uno de los pilares de la propuesta que Mérida Romero Espacio de Arte (c. René Moreno 1223) pretende poner en marcha este año.

“No buscamos confrontación, pero sí miradas que hablen críticamente sobre lo que está sucediendo. Recuerdo perfectamente cuando paseaba por Santa Cruz y noté que el Centro Cultural Santa Cruz de pronto pasó a ser el Centro de la Cultura Plurinacional Santa Cruz. Y lo mismo está sucediendo con otros espacios en Sucre y Potosí. Por eso, es responsabilidad de las iniciativas privadas, mantener múltiples miradas en el arte visual”, explica Mérida, directora y dueña de la galería.
Otro de los pilares que ya comenzó a construirse, pero que aún tiene que desarrollarse, es el arte desde una perspectiva de género. Los artistas jóvenes tienen —según la galerista— una gran flexibilidad técnica, que les permite saltar de la pintura, al videoarte y viceversa, por ejemplo. Pero la experimentación muchas veces no está ligada a un concepto o un discurso propio, lo que hace difícil presentarlos en sala.

Sin embargo, aparecen nombres como José Ballivián y Antagónica Furry que tienen una mirada propia, que se desarrolla consecuentemente. 

Cuando comenzó esta iniciativa cultural, hace siete años, la Galería Nota acababa de cerrar. Por eso Mérida Romero generó mucha expectativa. Pero la idea no era ser una galería, sino un café donde también se pudiera encontrar objetos de arte y antigüedades: “Al principio no quería, lo pensamos y siempre dije que no. Mi hermana hace gestión cultural y yo sabía que tener una galería es una responsabilidad muy grande, porque tienes un impacto en tu comunidad”, comenta.

Además, implicaba tener una agenda muy bien planificada, con estrategias para lanzar artistas y cuidar sus obras y carreras. Todo esto competía con la crianza de sus pequeños hijos y con el tiempo de descanso que planeaba darse, después de trabajar en la gestión de recursos humanos de empresas como Entel o Telecel.

No obstante, Alfredo La Placa —quien hizo sus dos últimas exposiciones en vida en esta galería— y Rita del Solar la convencieron de que el espacio era idóneo para una galería, que los artistas necesitaban una iniciativa así y que ella tenía la capacidad para llevar a cabo este trabajo.

Durante los primeros años, Mérida Romero se nutrió de generaciones de artistas reconocidos, que le dieron a la directora la experiencia que necesitaba para encontrar la dirección de su espacio.

“Tomamos a una élite que nos ayudó a ganar reconocimiento y lo hicimos conscientemente, sabiendo que debíamos  conocer qué es lo que estaba pasando. Primero, con nombres como Gil Imaná, La Placa y Enrique Arnal. Después llegó la generación del 21060, con Keiko González, Patricia Mariaca, Ángeles Fabbri, Fabricio Lara y Giomar Mesa, por ejemplo”.

Ya hace dos años, Daniela Mérida empezó a notar que la galería necesitaba no solo nombres nuevos, sino diversificar las artes que alberga. Por eso comenzaron a hacerse ciclos de conciertos, presentaciones de teatro y exposiciones de diseño de moda y joyería.

Además de esta diversidad, y las líneas sobre creación de identidad y género, Mérida apuesta por exposiciones continuas de arte contemporáneo. “Hemos decidido reservar un espacio para que estos artistas tengan siempre una puerta abierta”.