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Da Vinci, Isaacson: el genio y la creatividad

Titulo esta reseña con el nombre del biógrafo justo al lado del nombre del biografiado. Puede parecer atrevido, pero no lo es. Es que en verdad Walter Isaacson ha alcanzado un rango que supera la jerarquía del biógrafo. Se ha vuelto creador, y ha escrito en un mismo texto y de una sola vez la narración completa de una vida, un ensayo sobre la creatividad y un tratado de pintura muy completo; una obra, en fin, que supera a muchas de las que se han escrito en el género de la biografía en los últimos tiempos. Ya puede compartir gloria con Swaig, Ludwig, Säfranski y Maurois. Lo conocíamos ya por sus magistrales retratos de Einstein y Steve Jobs, por la reconstrucción de las vidas de Kissinger y Benjamín Franklin y por un fascinante estudio de grandes existencias llamado Los innovadores; pero aquí, en las páginas de la vida de Leonardo da Vinci, Isaacson descuella por su genio para reconstruir no solamente una vida, sino todo un concepto del arte y la ciencia, concepto que trata de difuminar los límites que hay entre arte y ciencia, así como el pintor florentino difuminaba las líneas de sus pinturas con el sfumato para representar la realidad con mayor fidelidad.

Leonardo da Vinci: La biografía (Barcelona, Debate, 2018) es el último título de este estupendo autor que, como tenemos dicho, es ya más que un biógrafo. No se puede leer este libro sin sentirse deleitado. Se lee no como una buena biografía sino como una magnífica novela. Las facetas de la vida del pintor están tan meticulosamente ordenadas e hiladas como sus ideas sobre el arte y la ciencia. Las fuentes consultadas son de primera y segunda manos y la lectura de la obra de Leonardo es en sí misma exhaustiva. A pesar de que se tiene constancia de que el autor viajó a museos y pinacotecas para ver las obras y leyó las muchas biografías que se han hecho sobre el pintor y hasta sus mismas cartas, Isaacson se basa más que nada en los cuadernos de anotaciones de Da Vinci para la reconstrucción de la biografía.

Es un libro completo en muchos sentidos, no solo porque aborda la vida de Leonardo de manera cíclica y hace una interpretación de la obra del gran pintor de forma integral, sino también porque incorpora, por ejemplo, un listado de “enseñanzas” o “consejos” que nos da la vida de Da Vinci, situado al final del libro. Desde el comienzo, en la introducción, el autor advierte a su lector que la obra se debe a un impulso de descifrar cuál fue el resorte que hizo de Leonardo un superhombre, un adelantado. Lo sorprendente es que no fue una especie de dios, como la historia a veces lo ha puesto; no fue un superdotado como quizá fueran Einstein y Mozart, sino más bien un hombre muy humano, muy normal y hasta muy estándar. Se entendía de veras mal con los números y no era bueno para los idiomas. ¿Qué lo hizo diferente entonces? Su ansia infinita de aprender, su curiosidad enfermiza e insaciable, su vocación por la ciencia y el arte y, lo más importante de todo, su privilegiada imaginación.

El hecho de que hombres como Da Vinci no fueran solo genios, sino humanos, los hacen más accesibles a nosotros. Siempre me había imaginado al autor de La Gioconda como un ser semidivino, o al menos como alguien iluminado por los dioses, como un privilegiado por la naturaleza. Nada de eso, sin embargo, hizo de él lo que era. Cuando leí este libro me encontré con un ser de carne y hueso. Y eso fue lo más extraordinario. Se convirtió en genio no por un regalo enviado del cielo, sino a fuerza de voluntad y tenacidad. “No tengo ningún talento especial —escribió en cierta ocasión Einstein a un amigo—. Solo soy apasionadamente curioso de forma muy impetuosa”.

Ponerles el apelativo de “genio” a hombres como Leonardo puede incluso rebajarles. Son hombres con ambiciones desmedidas, con una imaginación que linda en la fantasía, con un don de observación especial, con pasiones sin límites. Después de todo, lo más maravilloso de éstos a los que nosotros llamamos “genios” es tener plena certeza de que sus vidas no encierran un espíritu divino ni mentes con dones enviados del cielo; son más bien seres humanos con un afán de experimentar sin límites y con una vocación por cuestionar todo lo que posee la naturaleza y les rodea. Son humanos como nosotros, simples mortales.

Fueron y son inadaptados, rebeldes, y eso sí, con el único “don” de poder pensar de forma diferente.

¿Qué enseñanzas podemos obtener? Quizá que lo que debe buscar el pintor son los relieves, sirviéndose del juego de claros y oscuros. Pero no. La mayor enseñanza de este libro no es un concepto de arte ni la vida de un artista, sino el mensaje de esa vida: así como en la pintura no debe haber líneas definidas para de esta forma representar el movimiento, la vida humana debe eliminar los absolutos para abrirse al misterio.