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Diego Ayala, creador de universos, de luz y sombra

El techo de un escenario, eso es lo que llama la atención de Diego Ayala cuando está sentado en una butaca de teatro, viendo el ensayo de algún espectáculo que debe iluminar. Desde ese espacio, que se ha transformado en su lienzo, comienza a desarrollar toda una narrativa lumínica que revela y potencia la creación de teatristas, bailarines y músicos, entre otros.

“Mi primera idea es siempre enorme, pero después le voy restando hasta llegar a un punto ideal. He aprendido que el proceso tiene que ser rápido y efectivo. Y si bien se pueden hacer maravillas con un foco y una caja, el tener una gama de colores, como si fueran diferentes pinceles, ayuda mucho”, detalla quien recorre el Teatro Nuna (Calle 21 de Calacoto 8509) con un respeto más parecido al que se siente por las personas que por los lugares.

La complicidad con la visión de los artistas que observa desde su cabina es el primer paso para crear un diseño. Luego recoge cuanta información le es posible para tener claro qué se quiere lograr e ir determinando los matices que se quiere resaltar. “Siempre trato de ir por lo menos a un ensayo, necesito ver las expresiones para entender de qué se trata todo”. La plasticidad y emotividad de la danza, donde muchas veces suele haber muy poca escenografía, le han permitido desarrollar un discurso propio. Y el teatro le presenta tanto retos, como sueños y proyectos cumplidos.

Desde hace siete años que su búsqueda por encontrar un lugar propio dentro del mundo artístico se ancló en el manejo de las luces; un trabajo que se nutrió de sus conocimientos en música, artes plásticas, diseño, ilustración, teatro, fotografía y publicidad.

“Siempre estuve en búsqueda de mi lugar en el arte hasta que llegué a un taller de iluminación con Marcelo Sosa en el Búnker y ahí empezó todo. Nunca me hubiera imaginado subir a una escalera porque tenía vértigo, pero incluso eso ha cambiado en mí”.

En su trayectoria, la danza ha marcado una huella muy importante. Gracias a la libertad creativa que le han brindado elencos como el de la Escuela de Danza Mandala, o las obras de Sergio Valencia y Haru Beltrán, su mirada se ha especializado y es donde más cómodo se siente.

Por otro lado, como también es encargado de escenografía y tramoya, las obras teatrales son el cruce perfecto para poner a prueba no solo su capacidad en cada campo, sino su ingenio a la hora de sintetizar los tres campos. “Uno de los directores más exigentes es Diego Aramburo, que siempre tiene requerimientos muy fuertes. Alguna vez tuve que desarmar el techo para lograr que se ilumine una pasarela que atravesaba toda la sala. En otras obras me toca cambiar escenografías en ocho minutos, para después volver a las luces y eso requiere un cambio de chip total”.

Si bien el trabajo detrás de bambalinas de estos espectáculos requiere más esfuerzo, el teatro también lo ha llevado a trabajar con personas y elencos que admira mucho, como David Mondacca o el elenco del Teatro de Los Andes, que presentó su última obra Un buen morir en el escenario alternativo paceño.

Ayala reconoce que una de las grandes virtudes de su rol actual es que tiene a su dispocisión un laboratorio para explorar. Muchas de sus ideas nacen en las largas horas de montaje que pasa solo y que después suele probar en conciertos musicales porque la estructura de este tipo de eventos es más flexible y dinámica.

“El teatro y las escaleras son mis compañeros constantes y les tengo ese tipo de respeto. Incluso cuando han pasado fallas graves he podido solucionarlas y creo que tiene que ver con cómo uno trata su lugar de trabajo”.

Si bien el escenario de la zona Sur es su espacio más constante, también ha trabajado en los diferentes teatros municipales. Su favorito es el mítico Teatro Municipal Alberto Saavedra Pérez. Además de la magia que tiene el principal escenario paceño, es para Ayala un lugar donde aprendió grandes cosas sobre su oficio, gracias a los técnicos que trabajan allí.

El diseñador ahora asume dos nuevos proyectos. El primero es especializarse —con cursos en el Centro Argentino de Iluminación— en el manejo de luces de escenarios más grandes, como el que tiene el Teatro al Aire Libre Jaime Laredo, en La Paz. Y después comenzar a dar cursos y talleres para que más personas puedan trabajar en esta área: “Tengo muchas ganas de compartir la experiencia que tengo, de formar a las personas interesadas, porque aquí es muy dificil encontrar cursos especializados en esto”.