Anna Calvi: El drama performer al acecho
‘Hunter’ (2018) es el cuarto disco de la cantante y compositora británica de indie rock.
Inteligencia, pasión y romance”, la música de Anna Calvi está llena de ello, dijo hace algunos años atrás Brian Eno. Con un álbum homónimo, la cantante y guitarrista fue presentada al mundo de la música nada más y nada menos que por el gurú británico que hizo correr la voz de que había una nueva reina de las reversiones (Cohen, Piaf o Elvis) e hizo lobby para que la artista sea telonera de la banda de Nick Cave con Warren Ellis: The Grinderman.
De ese momento han pasado siete años y dos discos para que llegue Hunter, que presenta 10 canciones recargadas de su potencia vocal performer, riffs y melodrama donde pese a que su estilo quizás parezca repetitivo, personalmente siento que es un trabajo más maduro.
A primera escucha me sigue sorprendiendo la cadencia dramática de sus sonidos, también la provocación incontrolable de Calvi. Propuesta que toma al escucha como si se tratase de un virus fulminante adictivo. Como si la artista fuera un “cazador” al constante acecho de su presa. Una vez que la encuentra se la devora entera.
El trabajo es producido por el favorito de Nick Cave en los últimos 15 años, Nick Launay, en Konk Studios en Londres, pequeño detalle que solamente da fe de lo evidentemente melancólico y casi sobrio del disco, credenciales que Calvi ya se había ganado con sus propuestas anteriores.
La acompañan los habituales: Mally Harpaz —en varios instrumentos— y Alex Thomas en la batería. Lo que hace que esta ocasión sea especial es que la músico invitó a otros dos ilustres: se trata de Adrian Utley de Portishead, en los teclados, y Martyn Casey, de los Bad Seeds, al bajo.
La épica del disco se basa en la voz —contralto— de Calvi a la cual la acompaña la magia de la guitarra interpretada por la misma cantante, son estruendos melódicos que invaden como un terremoto que se va convirtiendo en un tsunami lujurioso donde la cantante se apodera del instrumento completamente. Y si es que Calvi trata de hacer catarsis de su inmenso mundo interno, lo logra con orden y potencia.
Desde sus inicios As a Man, pasando por Dont be the girl out of my boy y culminando con Wish, las 10 canciones del disco son arrolladoras. Los susurros y chasquidos de dedos durante todo el disco brindan el misterio, pero también mucha elegancia a las canciones.
“Si fuera un hombre en todo menos en mi cuerpo / Oh, ahora te entendería por completo”, dice la canción de apertura. Nada más que añadir a la impronta que domina la narrativa del trabajo.
Las letras tienen mucho que ver con la identidad de la cantante, con sus dilemas sobre género y también sobre sexualidad. Me colgué en Alpha, una de mis favoritas. “Creo que el género es un espectro”, escribió Calvi en Instagram recientemente.
“Creo que si nos permitieran estar en algún lugar en el medio, no empujados a los extremos de masculinidad y feminidad realizadas, todos seríamos más libres.
Quiero ir más allá del género. No quiero tener que elegir entre el hombre y la mujer en mí”, indica el manifiesto que acompaña el disco. Inocente o no. El alegato le queda chico al gran disco de Calvi. Me quedo con: “Llevo mi cuerpo y mi arte como una armadura, pero también sé que ser sincero conmigo mismo es estar dispuesto a ser herido. El objetivo de este registro es ser primitivo y hermoso, vulnerable. y fuerte, ser el cazador y el cazado”, del mismo manifiesto.