La película peruana Wiñaypacha es, probablemente, la gran revelación del cine latinoamericano de 2018. La ópera prima de Óscar Catacora se adentra en la profundidad de las montañas peruanas para seguir a una pareja de ancianos aymaras  en su día a día. Este retrato de la cotidianidad se asemeja mucho al cine de Ozu o al de Paz Encina en La hamaca paraguaya, por el uso de planos fijos, observacionales, pero con un contenido emocional incuestionable.

Estos planos fijos van consolidando una serie de relaciones a partir del juego que el cineasta propone entre sus personajes, la naturaleza, el tiempo, la vejez, la nostalgia, el amor y la lucha por la sobrevivencia. Es decir, con los elementos que constituyen lo humano. Así, Catacora logra romper la distancia que la cámara impone gracias al fuera de campo y las magistrales actuaciones de sus protagonistas, los cuales —según el propio realizador— nunca habían visto una película.

Wiñaypacha propone un acercamiento renovado en el cine latinoamericano hacia lo indígena, a partir de experimentos formales, pero sobre todo, una fuerte sensibilidad frente a lo que se encuentra en pantalla. La cinta se estrenará este 22 de enero a las 20.00 en el Multicine.

— ¿Cómo fue el proceso de realización del filme?

— La producción de Wiñaypacha no se rigió al modo de producción convencional que suelen poner en práctica las diversas productoras. La forma de trabajo estuvo estructurada de acuerdo a las condiciones culturales que se practican en la zona donde se desarrolló la preproducción y producción del filme. Mientras que la etapa de posproducción se realizó en la ciudad de Lima y estuvo a cargo de especialistas quienes son conocedores de su área.

— Uno de los elementos más fuertes de la película es la actuación. ¿Cómo encontró a los actores?

— A medida que el proyecto iba tomando forma durante la preproducción, nos dimos cuenta de la importancia de los protagonistas del filme. Fue así que decidimos junto al productor contar con dos actores nativos de la zona  con el fin de crear un ambiente realista. Entonces, era necesario que ambos aspirantes a protagonizar el filme supieran hablar perfectamente la lengua aymara, que tuvieran cualidades artísticas para la actuación y que estuvieran comprometidos con el proyecto cinematográfico.

— Existe la sensación de que los protagonistas de la película actúan una realidad muy cercana a ellos. Es una realidad muy triste: el abandono, la muerte, etc. ¿Cómo abordó ese tema con ellos?

— Fue algo complejo abordar dicho tema, ya que los protagonistas desconocen el oficio de la actuación, por lo que tuvimos mucho cuidado en no generar un conflicto de emociones con ellos mismos. Durante la preproducción, en los ensayos, se dialogó mucho con ambos protagonistas acerca del tema de la actuación en el cine y se les informó sobre las características de un actor. Por otra parte, los protagonistas hicieron trabajo de campo en base a las experiencias de amistades cercanas con el fin de asimilar la historia planteada en el guion.

— La totalidad de la película se compone de una serie de planos fijos. ¿Cuáles han sido las influencias cinematográficas que le permitieron tomar estas decisiones?

— En relación a la decisión de filmar la película íntegramente en planos fijos no tuve ninguna influencia, simplemente consideré que esa forma particular era lo que la historia necesitaba para ser contada, es decir, los planos fijos se hicieron con el propósito de detener el tiempo, ya que la película aborda el paso del tiempo durante la etapa de la vejez.

— En los años 1980, el grupo Chaski (colectivo peruano  de cineastas y comunicadores audiovisuales) y sus antecesores reflexionaron sobre temas similares a los que toca Wiñaypacha: el mundo indígena, la migración interna. ¿Cree que su película dialoga con el grupo Chaski?

— No estoy seguro de si Wiñaypacha mantiene dicha afinidad. Por lo poco que he visto del trabajo que realiza el grupo Chaski, diría que ellos abordan el tema de la migración y el indigenismo desde una mirada lejana y expectante, mientras que nosotros abordamos el tema con una mirada local y participativa. Con esto, no estoy diciendo que el trabajo que ellos hacen esté mal, simplemente apelo a que cada autor tiene una visión propia acerca del mismo tema y eso se debe a la condición sociocultural que cada uno de nosotros poseemos.

— ¿Ha tratado de experimentar con una “estética aymara” en la película?

— Efectivamente, desde el punto de vista de la cosmovisión andina. Es decir, traté de llevar al cine las cualidades de la cultura andina, la que se caracteriza como una sociedad comunitaria y respetuosa de la naturaleza.

— En sus próximos proyectos, ¿va a acercarse de nuevo al mundo aymara?

— Naturalmente, esa es mi prioridad como realizador de origen aymara. Pero también estoy interesado en explorar la diversidad cultural que posee mi país y el mundo. Asimismo, quisiera experimentar otros géneros cinematográficos a los cuales tengo cierto acercamiento desde mis inicios como realizador.

Perfil

Nombre: Óscar Catacora

Nació: 18 de agosto de 1987 en Huaychani (Perú).

Actor

En 2007 actuó y dirigió el mediometraje El sendero del chulo.

En 2011 ingresó a Ciencias de la Comunicación Social en la  Universidad Nacional del Altiplano (UNA).

En 2013 ganó el estímulo de 400.000 soles otorgados por el Ministerio de Cultura de Perú en el Concurso Nacional de Cinematografía para poder realizar su proyecto Wiñaypacha, cinta premiada en varios festivales internacionales.