Arábia comienza por André, su hermano menor y tía que cuida de ellos. Viven en un barrio obrero cerca de una fábrica de aluminio en Ouro Preto. Alfonso Uchoa y João Dumans, directores del filme, hacen una cuidadosa descripción de la situación socioeconómica de estos personajes que viven en una suerte de tierra olvidada, parada en el tiempo, sofocante, donde la rutina come las esperanzas de sus habitantes. Un día, André se encuentra con el cuerpo herido e inconsciente de Cristiano, después de que éste sufriera un accidente. Por lo que se da a entender, nadie, excepto la tía, lo conoce en el pueblo, misma que pide ir a buscar los documentos de identificación del sobrino. Ahí se encontrará el diario del infortunado, que en este punto se hace protagonista del filme, revelando los 10 últimos años de su vida. Los directores dan un salto en el tiempo y espacio, en aparente olvido de sus primeros personajes, para concentrarse en Cristiano, quien se va revelando de aquí para adelante.

Uchoa y Dumans nos llevan de la mano a través de un viaje donde el simple hecho de vivir, respirar, escuchar, ver y sentir son las cosas más importantes. Los atractivos son las aventuras, infortunios, amores, alegrías, tristezas e incertidumbres del hombre que comienza robando un coche y termina enamorado de Ana. El filme es eso, un retrato sobre un individuo cualquiera, sin grandes ambiciones aparentes, es una fotografía sobre el hombre común, de a pie, el que muchas veces termina siendo un número en las estadísticas, el que no llama la atención de los medios ni tiene fans, el que pasa desapercibido, pero no por eso es menos importante.

No estamos ante un filme de autosuperación, una historia donde el pobre se hace rico y querido, menos ante el típico manual de drama de vida que intenta inspirar. Arabia tiene la virtud de arrojarnos en el cuerpo lo que no queremos sentir a través de una serie de astucias que nos alejan de nuestra humanidad. Tampoco estamos ante una tragedia, o una triste historia de miseria y dolor. Simplemente estamos ante una historia silvestre, común, donde las pequeñas acciones se hacen grandes proezas de vida a pesar de su aparente insignificancia.          

El nombre que lleva el filme puede remitir a muchas cosas sobre la vida del desierto, entre ellas la nómada, y es que la obra se construye básicamente sobre el acto de viajar, teniendo como objetivo, no consciente de su personaje, dejarse maravillar, encontrar, descubrir. No es un viaje turístico, de placer o para conocer otras culturas, es un embarque obligatorio para él —y para nosotros, que lo acompañamos hacia tierras desconocidas— al encuentro de personajes incógnitos, pero y sobre todo hacia la exaltación del espíritu humano.

El filme es de alguna forma una metáfora existencialista, si bien parte y termina en un tono nihilista, no es donde quiere llegar, toda vez que la historia que se relata es sobre el hacerse, inventarse, construirse hombre. En este entendido, lo nihilista es solo un detonante. El filme es más ambicioso, toma el riesgo y, aunque no creo que sea su principal objetivo, hace una lectura sobre el Brasil de los últimos 10 años, con sus contradicciones, fracasos y logros. Ese tono desesperanzador, esa desazón impresa por los directores, puede referirse a la angustia que provoca vivir hoy en este país de incertidumbres. Es un filme político, con la sutileza que demanda la propuesta.

La forma en que se presenta la cinta nos remite a elementos de un road movie, que, para el caso, podría llamar de nómada movie, las piernas de nuestro personaje son el transporte, las que recorren carreteras, caminos y sendas en su incansable búsqueda.

La película se cuenta de forma pausada, sin apuros; sin embargo, no es un filme observacional, todo lo contrario, se toma el tiempo para que el espectador deguste, se identifique con lo que ve, se nos enamora, se nos susurra en los oídos, haciendo que cada imagen y sonido se haga un poema. Siguiendo esto, los creadores apuestan por una propuesta íntima, la presentan en primera persona, haciéndola casi un monólogo, por cierto, muy bien sostenido por Arístides de Souza (Cristiano).

Los directores con Arábia me remiten de algún modo a historias de literatura y cine fantástico, claro, sin dragones, criaturas míticas o mundos oníricos. Muchas veces la realidad supera la ficción, haciendo de lo común una historia épica que vale la pena vivir, o para el caso conocer.

Ficha técnica

Nombre original: Arábia

Dirección: Affonso Uchôa, João Duman

Guion: Affonso Uchôa, João Duman

Producción ejecutiva: Vitor Graize, Thiago Macêdo Correia

País: Brasil

Año de estreno: 2018

Duración: 96 minutos