Thursday 10 Oct 2024 | Actualizado a 23:19 PM

El valor de las palabras

La editorial El Cuervo publica una colección de “textos de ocasión” de Rodrigo Hasbún.

Ha sido un honor y una gran alegría para nosotros poder tener acceso al nuevo libro de Rodrigo Hasbún que publicó la Editorial El Cuervo hace pocos días. El título de esta colección de “textos de ocasión” es Las palabras. Se trata, en efecto, de la reunión de 12 textos que el autor nacido en Cochabamba escribió a pedido, para diversas situaciones entre los años 2012 y 2018. De entrada, debemos decir que el libro es muy divertido y es difícil transmitir plenamente esto a menos que se lo lea.

El libro se divide en cinco partes; obviamente, esta división recuerda tanto el título como el número de cuentos del primer libro de Hasbún. Los textos no están organizados en orden cronológico, por lo que el lector debe tratar de buscar las razones del ordenamiento. La intertextualidad y el diálogo con el resto de la obra del autor son un aspecto significativo e importante de este volumen. En este sentido, el lector asiduo a Hasbún se encontrará rastreando pistas que son parte del universo del autor y que, sin duda, colaborarán en la comprensión de su obra.

Las partes del libro están marcadas solo por números, cada texto al interior de estas partes tiene un título propio. La primera sección contiene un solo texto de 2017, Buenas tardes a las cosas de aquí abajo. Desde este primer texto encontramos un esfuerzo por pensar el arte novelesco y la labor del escritor. El autor nos dice, por ejemplo, que “[n]o cre[e] que haya nada más difícil que evocar con palabras muertas personajes que estén vivos, y últimamente siento que eso es lo que más diferencia a los buenos novelistas” (12). En el primer texto de la segunda parte, Las grandes virtudes de Natalia Ginzburg, encontramos una alusión cercana a la anterior, aunque aparentemente invertida o modificada. Es también una referencia al uso de las palabras, solo que esta vez en relación con la primera novela de la escritora italiana que da título al texto: “Como cabía de esperar de un libro que usaba palabras nuevas para referirse a cosas viejas, provocó críticas entusiastas y despiadadas” (20, los énfasis son nuestros). Este texto es de 2016, un año antes que el primero.

El segundo texto de la segunda parte lleva el título de Abbas Kiarostami, el resplandor del mundo. Entre otras cosas, este texto resulta fascinante por la explicación que hace Hasbún de las puestas en abismo que utiliza el director iraní en su obra. De hecho, el texto puede funcionar como una introducción ideal a la obra de Kiarostami y a la comprensión de la complejidad que puede alcanzar un tipo de cine que no es ostentoso de lo costoso que resulta hacer.

La tercera parte es la que contiene más textos, cinco en total. A su vez, esta parte es sumamente rica e interesante en cuanto a los temas que trata y a las formas que utiliza para tratarlos. El primer texto de esta sección es el que da título a la colección: Las palabras. Formalmente, el texto parece un cuento pues es sumamente narrativo y contiene una pequeña historia que está entrelazada con una reflexión divertida, graciosa y a la vez profunda sobre toponimia y regionalismos. Además, nos da a conocer una serie de curiosidades que contribuyen a la confusión de registros literarios: ¿lo que nos cuenta es real? ¿Existe realmente el libro del que habla el texto? Con internet, obviamente, es fácil hacer estas averiguaciones, pero eso no quita que el texto pueda adquirir dimensiones borgianas si se lo lee como un cuento.

El segundo texto de esta tercera parte es Notas para una ponencia. Aquí se discute el tema de la relación entre lo global y lo local en la literatura. Es una pieza sumamente productiva para comprender cómo un escritor con la trayectoria tan particular como la de Hasbún se sitúa con respecto a su pertenencia nacional y a su circulación global. El autor hace otra declaración fundamental sobre lo que él concibe como literatura: “para mí, la experiencia y la memoria y la imaginación (que son los tres motores que ponen en marcha la escritura) solo pueden ser locales, y a la literatura, que es una suerte de sueño realizado, pienso que le sucede lo mismo” (60).

Si este tema resultaba interesantísimo para quienes trabajan la literatura, el siguiente no decepciona. Se trata de Trazar un mapa imposible, en el aire y es un esfuerzo por dar cuenta de la producción literaria, sobre todo narrativa, de la Latinoamérica contemporánea. Aquí nos damos cuenta del nivel de conciencia que posee el escritor a propósito de todo lo que implica la formación de cualquier canon y de cualquier selección de escritores y escritos en vistas de conformar un panorama literario. Cabe destacar que el texto es de 2012, es decir, es el otro texto más antiguo del libro, junto con La isla desierta.

En continuidad con el texto anterior, el que le sigue, Una lección perdurable, ya no se plantea el problema de las listas de autores o panoramas generales de una literatura, sino que comienza con la interrogante sobre el libro más importante de todos, es decir, el libro que Hasbún rescataría de todos los que existen. Al final, el texto se resuelve con una mención de los libros que más han influido en el autor y con la reiteración de la centralidad de Natalia Ginzburg, con lo que su influencia en Hasbún se hace aún más explícita.

El último texto de esta sección parece estar un poco fuera de lugar en las reflexiones que se venían siguiendo en esta tercera parte. El texto vuelve a coquetear con la forma del cuento o de la crónica y nos va a servir para cerrar este nuestro recorrido (a pesar de que nos falten todavía dos secciones y cuatro textos que dejamos que el lector descubra por cuenta propia). La isla desierta versa sobre un personaje que debe escribir un texto breve, una reseña, sobre una obra de teatro que acaba de ver. Ante el apuro y la dificultad de la tarea, el personaje sopesa la posibilidad de dejar de lado el texto y tan solo escribir una recomendación: “vayan a ver la puesta en escena de La isla desierta del grupo Ojcuro, es una experiencia alucinante” (99). Tan pronto como leímos esto, nos sentimos sumamente tentados de terminar la reseña del libro que ahora comentamos del mismo modo: “vayan a leer la colección de ‘textos de ocasión’ Las palabras de Rodrigo Hasbún, es una experiencia alucinante”.

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‘El tigre en la casa’: aprendiendo de los gatos

Editorial El Cuervo presenta el libro del estadounidense Carl Van Vechten.

El Tigre en la casa. Una historia cultural del gato es el título de la nueva publicación de la editorial El Cuervo. Su autor es Carl Van Vechten, un norteamericano que ejercía el periodismo y la crítica cultural (incluyendo música, teatro, vida social y danza) y que, tras dejar de publicar, se dedicaría a la fotografía. Se puede destacar de su biografía el hecho de que apoyara al Harlem rennaissance, uno de los más importantes movimientos culturales afroamericanos (Van Vechten no era negro y venía de Iowa). De hecho, su fama se debe más a un libro sobre el tema de la segregación y el racismo, Nigger Heaven (1926). Aunque nació en Cedar Rapids, Iowa, vivió en Chicago y Nueva York. Fue en estas dos últimas ciudades donde se codeó con lo más renombrado de la farándula artística y cultural de la región (incluyendo a su amiga Gertrude Stein, quien lo designaría como albacea literario).

El libro fue publicado originalmente en 1920 y, al parecer, no había tenido una traducción al español sino hasta ahora, cuando la editorial Sigilo de la Argentina se decidió a acercarla al público de habla hispana. Es esta misma edición que la editorial El Cuervo ha retomado.

La traducción, realizada por Andrea Palet (periodista, editora y columnista chilena de El Malpensante, La Tercera y El Mercurio, entre otros) incluye algunos dibujos de Krystopher Woods (ilustrador y diseñador gráfico bonaerense cuya obra gira en torno a los gatos). La traducción captura muy bien el aire aristocrático, humorístico e ingenuo de Van Vechten así como su estilo periodístico y columnista. Hay una precisión en las traducciones de términos que se podrían considerar como técnicos y también una especial afinación en la traducción de expresiones americanas que no siempre son fáciles de trasladar a otra lengua (a pesar de que, en algunos casos, esa dificultad está reducida por la familiaridad que se tiene hoy con expresiones norteamericanas). El tono y el estilo al que nos referimos tiene que ver con cierta confianza del escritor con el lector; una suerte de consenso sobre la actualidad de la lengua que se utiliza, de los códigos, comparaciones y referencias que se usan. No en vano se ha señalado que el estilo de las columnas de Van Vechten se acercaba al chisme.

Como indica su subtítulo, este libro trata exclusivamente de gatos. Para ser más precisos, trata “sobre los modales y las costumbres del gato, sus gracias y mimos; la historia de cómo ha subyugado a la Humanidad” (333). Es un libro de ensayos, seguramente al estilo de las columnas que escribía el autor en el Chicago American. En ese sentido, logra cierta minuciosidad sin caer en la ilegibilidad especialista del académico o de la etología. Es un libro más orientado a la crónica periodística, al estudio de curiosidades, que al desarrollo de una tesis científica, sociológica o filosófica. Es, en fin, una colección de fenómenos culturales relacionados con los gatos, una especie de enciclopedia gatuna.

El libro se divide en 13 capítulos que se concentran en un aspecto específico relacionado con los gatos. El primero y el segundo se ocupan de la imagen común que se tiene del gato y de las características específicas que constituyen al gato. De ahí en adelante el autor se embarca en una enumeración de referencias a los gatos en varios rubros de la actividad cultural: la literatura, la poesía, la pintura, el folklore, el ocultismo, el teatro, el derecho y, por supuesto, la historia.

El libro es verdaderamente instructivo sobre la relevancia del gato en la cultura, aunque no propone una hipótesis general sobre su función o su significado. El único momento en que el autor hace una propuesta radical y concreta es en el último capítulo. Antes de eso, el propósito del libro es, más bien, generar la misma fascinación que siente Van Vechten por los gatos en sus lectores. Y esto es precisamente lo que logra con mayor éxito. Tras leer el libro o siquiera uno de los capítulos (aunque unos son mucho más ricos y extensos que otros), el lector no podrá evitar notar la omnipresencia de estos animales. Suponemos que no haría falta vivir en tiempos de redes sociales y videos virales de gatitos para percibir y compartir esta fascinación (por más de que se la comparta de forma negativa, es decir, con antipatía). La fascinación está ahí y este libro la confirma de una manera que queda marcada en quien lo lea.

Es interesante notar, por ejemplo, cómo el autor establece una suerte de rivalidad entre el gato y los perros, obviamente, pero también los caballos, los pájaros y los seres humanos. Una de estas rivalidades tiene que ver con la inteligencia. “Cualquiera que haya vivido en términos de igualdad con un gato sabe que va a demostrar su inteligencia unas 50 veces al día” (69), dice el autor en el capítulo dedicado a aclarar los rasgos que hacen que los gatos sean tan adorables.

Sin embargo, si el gato se destaca en la inteligencia, no es en un tipo de inteligencia común al resto de animales domesticados y domésticos: “Sin duda es la inteligencia de la variedad egoísta”. El gato es para Van Vechten un animal individualista y aristocrático. En eso, supuestamente, sería superior al ser humano, tan orientado al gregarismo: “En realidad creo que si los hombres y las mujeres se volvieran más felinos eso sería la salvación de la raza humana. Ciertamente se acabarían las guerras, porque los gatos no lucharán por un ideal colectivo dado que no tienen ideales colectivos; […]. El perro y el caballo perpetúan la guerra mediante el pensamiento grupal y la socialización de la acción, junto con alentar la creencia popular en esa panacea monstruosa que es la hermandad universal” (334).

Este tipo de opiniones o afirmaciones radicales son pocas en el libro que se ocupa más de contarnos detalles anecdóticos pero significativos del gato. Es de imaginar que cada lector apreciará una parte diferente del libro en función de sus intereses. Sin embargo, los amantes de gatos (o felinófilos) deberían procurarse una copia para tener siempre una cita interesante a la mano. Los académicos, por su parte, podrían ganar un buen público felinófilo si dieran a leer fragmentos de este libro a sus estudiantes. Y si hay alguien que odia a los gatos (un ailurofóbico), pues bien, qué cosa mejor que saber por qué el gato es tan popular y atractivo para tanta gente.

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