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Artistas que incentivan a jóvenes Juan Carlos y Toto Torres para crecer en sus disciplinas

Compartir lo que se aprendió en el camino de las artes es una necesidad que aparece con el tiempo. Gran parte de los Estados y gobiernos asumen y apoyan esa transición. En Bolivia, muy poco. Sin embargo, esta falta no es suficiente para detener el ímpetu de dos emprendimientos culturales —el Centro Cultural Thelonious y Teatro Fuego— y de las personas que están detrás de ellos, Juan Carlos Carrasco y Toto Torres.

Este año, ambos lanzaron convocatorias que buscan allanar el camino de aquellos interesados en el jazz y el teatro. Thelonious (final Av. 6 de Agosto, frente al surtidor) retomó el esquema de la Marathon Rock —concurso que solía enfrentar bandas de rock, organizado por el bar Equinoccio— proponiendo conciertos donde dos bandas de jazz tocan ante un jurado. Éste está compuesto por los músicos Carlos Fischer, Luis García y Christian Laguna.

Teatro Fuego reunió un fondo concursable que logró duplicarse gracias al aporte de diferentes personas. Los grupos que querían acceder a él debían cumplir con varios requerimientos, entre ellos, presentar un proyecto bien elaborado y que todos sus miembros tuviesen entre 18 y 25 años.

“Cuando cerramos el anterior Thelonious, perdimos a muchos músicos. Algunos se dedicaron a tocar cosas más rentables —como la cumbia chicha— o bien se han vuelto cristianos y el ambiente de boliche ya no resulta cómodo para ellos. De pronto, me di cuenta de que en los conciertos de jazz los músicos eran siempre los mismos. Necesitamos sangre fresca”, explica Carrasco, director del centro cultural.

El momento en que concibió la idea estaba muy optimista al respecto y calculó que se presentarían cerca de 20 bandas. Pasó el tiempo de inscripción, que estaba programado para finales del año pasado y no había ni una sola banda con la intención de tocar.

Ante la posibilidad de que no se llevara a cabo, Carrasco retrasó las fechas y comenzó a llamar personalmente a los estudiantes de música e intérpretes jóvenes que conocía para convencerlos de intentarlo. Al final, ocho grupos se lanzaron a ser parte del concurso.

Cada una de las bandas tendría que preparar un set de por lo menos 20 minutos. No se estableció un número de integrantes y tampoco se determinó si las piezas debían ser composiciones o repertorio estándar. Los conciertos fueron el 2, 9, 16 y 23 de febrero, mientras que las semifinales serán los últimos días de marzo. Solo dos bandas llegarán a la final.

En cuanto a la calificación se decidió hacerla lo más simple posible, de forma que cada aspecto de la competencia quedara claro. “No anunciamos al ganador esa misma noche porque queremos que sea una fiesta, donde todos disfruten de estar en el escenario y se escuchen entre sí”.

Todos los fondos que genera Toto Torres con el teatro van a un fondo destinado a seguir produciendo obras. Como este año Teatro Fuego no lanzará ninguna obra, el fondo quedaría intacto. Entonces se decidió lanzar una convocatoria por redes sociales.

Además de las restricciones de edad, los requisitos incluían enviar dos carpetas: una artística y una de producción. En ambas se estipulaba qué documentos debían entregarse, entre ellos presupuestos, cronogramas de ensayo y de presentaciones así como objetivos artísticos y económicos.

“Cuando empecé hubo una suerte de ruptura generacional. Nos sentíamos huérfanos porque no teníamos a quién preguntarle cómo producir nuestras obras o dónde buscar financiamientos. Los teatristas de mi generación tuvieron que reaprender y reinventar muchas cosas, por eso es que la convocatoria fue una forma didáctica de acercar a los nuevos, a los mecanismos formales para hacer viables sus propuestas”, explica el director.

En lo que se diferencia claramente este fondo concursable de los que lanzan diferentes instituciones u organismos no gubernamentales es que no tiene una temática concreta, sino todo lo contrario, busca fomentar la búsqueda creativa de cada grupo. Es por eso que una de las especificaciones es que el grupo debe tener una propuesta artística propia, que salga de lo panfletario o del entretenimiento puro.

A tiempo y con todos los requerimientos —aunque algo desordenados—, se presentaron cuatro grupos. Todos ellos con la intención de poner en escena textos u obras propias. Y ese fue el elemento principal que se tomó en cuenta para elegir al ganador.

“El comité estaba conformado por varias de las personas que aportaron, gente del medio y yo. En los textos que formaban parte de las obras se podía ver que había cosas interesantes, pero también el nivel de madurez de las propuestas. Fue así que llegamos a una decisión unánime”, detalla.

El 11 de febrero se conoció el veredicto: La Perra de la Cloaca Teatro, de La Paz, fue el grupo ganador. Además de acceder al fondo —que se irá entregando a medida que se vayan cumpliendo con los parámetros de sus cronogramas creativo y de producción—, Torres les ofreció hacer seguimiento a su obra.

“La idea es darles guías en todo lo que necesiten. Tal vez clases magistrales de musicalización o algún aspecto específico de producción, todo dependerá de ellos”. Con las presentaciones se cerraría el ciclo y el grupo puede decidir si aporta para que la actividad vuelva a realizarse o no. 

Los grupos de jazz que tocaron en el Thelonious dieron una gran sorpresa, tanto a Carrasco como a los miembros del jurado. Se prepararon bien y —fuera de cumplir sus 20 minutos mínimos— hicieron sets de casi una hora: “El manejo de escenario es clave. Comienzan bastante mal, pero después su energía cambia, se relajan y tienen mucha más interacción con el público”.

Uno de los principales factores por los que jóvenes músicos no se lanzan a hacer jazz es por miedo. Los intimida mucho este género, conocido por su dificultad técnica a la hora de improvisar.

Lo que más sorprendió fue la calidad de los estándar que eligieron, así como de las composiciones. Este espacio logró que personas con pocas oportunidades de mostrar lo que saben probaran un bocado de lo que se siente tocar frente a un público conocedor.

“El concurso ha despertado mucha curiosidad: además de las familias, vienen a verlos sus propios compañeros. Así ven que sí se puede y están comenzando a animarse. Incluso músicos profesionales me han preguntado si pueden participar”.

Este año Carrasco proyecta organizar otras dos o tres marathones, gracias a lo bien que ha resultado ésta. Otro aspecto importante es que se han destapado las carencias de los músicos paceños. La mayor parte estudia en el Conservatorio Plurinacional de Música, que solo tiene una sala de ensayo. Por eso el centro decidió permitir que las bandas inscritas puedan utilizar las suyas.

En este caso, la pasión se impuso frente a la falta de recursos económicos. Otro de los planes del Thelonious es becar y dar a conocer —con conciertos de las bandas que han participado— las habilidades de algunos intérpretes apasionados por este género.

Oportunidades, eso es lo que Carrasco y Torres buscan generar desde la solidaridad que el arte puede construir. La creatividad se abre paso y ambas plataformas se transforman en semilleros de artistas que prometen ser puntos de encuentro entre creadores de diferentes generaciones.