Capitana Marvel
La nueva entrega de Marvel tiene a Brie Larson de protagonista

No sé si entre los incontables premios que se entregan anualmente a las producciones cinematográficas de toda índole y adscripción genérica existe alguno destinado a reconocer el oportunismo. Si así fuera, en todo caso, Capitana Marvel sería una candidata cantada a llevarse el galardón.
Con el movimiento feminista en auge en todos los puntos del planeta, la última producción de Marvel finge ponerse al día engrosando su nutrida nómina de superhéroes con la primera superheroína encargada de salvar al universo del asedio de los villanos de turno y sus tretas para hacerse del control absoluto de las cosas. Que su ladero en la ocasión sea Nick Fury (Samuel L. Jackson), un negro, reciclado de la lista de personajes frecuentados en las casi dos decenas de largos cometidos en la última década por la empresa en su batalla particular por las taquillas contra DC Comics, la otra fábrica de nulidades cinematográficas corresponsables de la pandemia que asola las pantallas en esta sucesión sin fin de crowd pleasers, es un dato confirmatorio de la motivación que subyace al lanzamiento al ruedo de la competidora de la Mujer Maravilla, parida por DC dos años atrás.
Sería por cierto un tanto simplista deducir que la masiva acogida de estas hechuras se debe pura y llanamente a la eficacia de las abrumadoras campañas publicitarias desplegadas con tal propósito. Hay sin duda algo más, y ello tiene que ver con la emergencia de un espíritu distópico, sustituyendo a las hoy perimidas utopías que vaticinaban un mundo mejor, más equilibrado y justo. Y no deja tampoco de ser curioso que ese ánimo receptivo a visiones por cierto escalofriantes acerca del porvenir coincida con el auge del fanatismo tecnocientífico y de la extendida adicción a los adminículos digitales, con acentos ya patológicos, en el modo de la profecía autocumplida.
Es como si, de manera paralela a la multitudinaria adhesión al consumismo incentivado por el deslumbramiento con las “novedades” puestas incesantemente en el mercado, prevaleciera en el sentimiento generalizado una agobiante desorientación acerca del mañana, necesitada de una cura que ya que el desmoronamiento axiológico presente no se halla en condiciones de suministrar, cuando menos reciba una suerte de placebo que aligere tal perplejidad frente al mundo circundante.
Adicionalmente las susceptibles presunciones acerca del curso futuro de los acontecimientos, que estos engorros interestelares ilustran con detallada profusión de horrores por venir, a tiempo de saltarse las anomalías sociales evidenciables en la realidad inmediata, dispensan ellos mismos su válvula de escape en la recurrencia a los —ahora también las— titanes dotados(as) de los poderes requeridos para reconducir el curso de los acontecimientos.
Vale decir, la magnética atracción del cómic tradicional trasmutado en espectáculo fílmico, tampoco se cifra tan solo en el perfeccionamiento de los efectos visuales, capaces de transportarnos en el tiempo y el espacio con una eficacia alienante impar, tiene en definitiva estrecha relación con el generalizado desasosiego psicológico, constatado por lo demás en el aumento de enfermedades mentales registradas por los organismos especializados, especialmente en el caso de niños y adolescentes, mas no solo en esos segmentos poblacionales.
El matrimonio Boden-Fleck reclutado para guionizar y dirigir Capitana Marvel venía haciendo una carrera digna en el cine independiente, del cual brincó —posiblemente sin retorno— a la industria más marketinera, pirueta muy similar a un salto al vacío, puesto que su inexperiencia en el género de acción salta a la vista ya que al parecer, según ocurre a menudo con los debutantes, supusieron que el mejor expediente para demostrar que le podían meter nomás consistía en atiborrar el relato de escenas de acción, contribuyeran o no a la contextura narrativa del asunto.
Este último es otro recocido con todos los ingredientes del magro recetario para conseguir el estandarizado sabor de siempre. De un lado está la Fuerza Estelar, un cuerpo de paramilitares de los Kree —los buenos—, a la que se ha incorporado Carol Denvers, bajo el seudónimo de Vers, aquejada de una profunda amnesia luego de sobrevivir a un accidente de aviación. Enfrente los Skrulls, raza de metamorfos de impresentable apariencia. Ambos bandos se disputan un motor superpoderoso con el cual se puede dominar la galaxia. Y no se requiere estar dotado de ningún poder especial de adivinación para intuir que en algún momento la futura Capitana Marvel caerá en cuenta de que se halla en el bando equivocado, aterrizaje paralelo al del propio reencuentro con su verdadera identidad.
Pero el entramado dramático de marras muestra su punto más flaco en el guion: personajes a medio hornear, sobredosis, se dijo ya, de acción de relleno, humor a perdigonadas a ver si alguna da en el blanco —seamos justos, alguna da—. La fragilidad se advierte sin disimulo en la malversación del filón más prometedor del asunto, la crisis de identidad de la protagonista y los recurrentes asaltos a su memoria por el recuerdo de la Dra. Wendy Lawson que acaba contagiando la confusión de Carol/Vers —y de los guionistas— al espectador.
Apenas resultan salvables de este enésimo fallido blockbuster dedicado a los paladines inoxidables de historieta la impecable faena de Brie Larson, perfectamente contrapunteada por Samuel Jackson, luego de haber sido sometido a un tratamiento digital de rejuvenecimiento para que su imagen no desentone mucho con esta inubicable precuela ambientada en los años 90 del siglo periclitado, lo cual abre la compuerta para que en la banda sonora proliferen fragmentos de la música entonces en onda y referencias a la prehistoria de los aparejos digitales.
El progresismo de pacotilla que subyace a la apariencia no solo queda puesto en ridículo por la falsedad de la supuesta reivindicación femenina que acaba cuajando en un personaje-objeto propio de las más rancias ideas patriarcalistas, también en la final glorificación de las virtudes del estado policiaco made in USA, exaltado con escasa sutileza en las imágenes de la bandera de las barras y las estrellas como fondo decorativo de los momentos narrativos en los cuales la capitana vuelve en sí y resuelve ponerse al frente de las futuras contiendas que, no podía ser de otra manera, una doble secuencia post-créditos incluye anunciando los dos episodios ya en proceso de horneado de Endgame, título-cebo para dejar abierto el apetito de los fans a propósito de los inminentes regresos de los Avengers al mercado.
La dudosa convicción con la cual el asunto simula adherir a las reivindicaciones del #MeToo puede advertirse sin ir más lejos en las escenas iniciales que muestran a la protagonista durante su entrenamiento como guerrera en Hala, el planeta de los Kree. Allí su mentor Yon-Rogg no deja de recomendarle una y otra vez que evite dejarse llevar por sus emociones, adscribiéndose al estereotipo sexista de que las mujeres son en exceso emotivas —o sea insuficientemente racionales— como para hacerse cargo de tareas demasiado delicadas.
Ficha técnica
– Título original: Captain Marvel
– Dirección: Anna Boden, Ryan Fleck
– Guion: Anna Boden, Ryan Fleck,
Geneva Robertson-Dworet
– Fotografía: Ben Davis
– Montaje: Debbie Berman, Elliot Graham
– Diseño: Andy Nicholson
– Arte: Elena Albanese, Andrew Max Cahn,
Jason T. Clark, Kasra Farahani, Lauren E. Polizzi
– Música: Pinar Toprak
– Producción: Victoria Alonso, Louis D’Esposito,
Kevin Feige, Stan Lee, Mary Livanos
– Intérpretes: Brie Larson, Samuel L. Jackson,
Ben Mendelsohn, Jude Law, Annette Bening,
Lashana Lynch
– EEUU/2019