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Dumbo

Que la reincidencia en algún título otrora rendidor en taquilla, amén de bien aposentado en la nostalgia de generaciones pasadas, no semeje un chato remake promovido por la gerencia de marketing de cualquiera de las grandes productoras, resulta ser en definitiva el desafío al cual pone cara Tim Burton en la ocasión. Justo cuando su filmografía daría la impresión de haber extraviado en gran medida la brújula que le permitió, ya buen tiempo atrás, inscribir por mérito propio su nombre en la nómina de realizadores con crédito siempre abierto.

El parecer generalizado coincide en identificar El gran pez (2003) como el título a partir del cual la curva descendente de esa obra agarró impulso. No ha sido una caída libre por cierto, y hasta hay momentos en los cuales asoma una tibia señal de reencauce, Dumbo levanta algo la puntería en comparación con Alicia en el país de las maravillas (2016), pero aun así el potente y revoltoso explorador de miedos, pesadillas, oscuridades que agitó las aguas del fantástico con Beetlejuice (1988); Batman (1989); El joven manos de tijera (1990); Batman regresa (1992); Ed Wood (1994), mencionando algunos de los picos de su etapa más inspirada, daría la impresión de haber quedado definitivamente para el recuerdo.

Sin duda alguna el universo Burton es tributario de la veta abierta por Freaks (1932) de Tod Browning, una película si se quiere marginal a las pautas usuales de la producción cinematográfica respecto a los cánones de “belleza” y “normalidad” a los cuales adhirió, y lo sigue haciendo en la abrumadora mayoría de los títulos puestos en pantalla. Baste recordar la estúpida polémica última a propósito de Yalitza Aparicio, la protagonista de Roma de Alfonso Cuarón.

No deja de ser lógico, en ese orden de cosas, que Burton se sintiera atraído por la fábula de Dumbo, el orejudo elefante despreciado de inicio por su apariencia, que acaba empero volando por encima de los ejemplares estándar de su especie para contento de niños y adultos. Sin dejar de lado tampoco el dato del inminente estreno anunciado por Disney (mega) Corporation de los remakes, con personajes de carne y hueso (live action), más el aporte de la animación digital hiperrealista, de Aladino y El Rey León anteriormente abordados por la animación clásica, género anteriormente distintivo de la productora que acaba de comprar 20th Century Fox por la friolera de 71.300 millones de dólares.

Lo que intento apuntar es que si bien la atracción del realizador por la novela de Helen Aberson y Harold Pearl llevada por primera vez a la pantalla, por Disney justamente, en 1941, encaja a cabalidad en su nutrida galería gótica de seres anómalos, tampoco ésta rehechura se encuentra al margen de la estrategia de mercadeo de la productora en su pulseta por los mercados. Y la tensión entre ambas motivaciones resulta inocultable a lo largo de toda la puesta en imagen del guion de Ehren Kruger, responsable de los opinables libretos de tres de los episodios de Transformers, así como de los de Scream 3 y Doble traición.

Jumbo Jr., rebautizado Dumbo por error de uno de los carteles del circo itinerante que lo cobijará, venía al mundo traído por las cigüeñas en la versión Disney, sintonizando con la siempre asexuada fauna del papá de Donald. En cambio aquí es parido, fuera de cuadro, por su madre, de la cual será pronto apartado. La separación, el sentimiento de orfandad y marginación, consustancial al universo Burton, es uno de los filones emotivos que atraviesa, desdibujado empero, el relato.

Del mismo dolor del abandono son víctimas Joe y Milly. Holt, su padre, marchó al frente de batalla de donde regresa en 1919 con un brazo menos, lo cual le impedirá retomar su trabajo de estrella circense especializado en malabarismos sobre los caballos. Entretanto la madre murió a causa de una epidemia de influenza propia de esos tiempos de ajetreos bélicos. Han quedado pues a cargo del circo regentado por Max Medici (Danny De Vito) y serán de inmediato los amigos íntimos del elefantito marginado y maltratado con especial fruición por un villano pronto sacado de escena para ser reemplazado por V.A. Vandevere (Michael Keaton) el bellaco mayor. Este último ha sido visto como una caricatura maligna de Disney mismo en su obsesión por llevarse a Dumbo, con propósitos estrictamente de explotación comercial como atracción mayor de Dreamland —¿sardónica alusión a Disneyworld?—, el parque de entretenimientos que maneja con insaciable ambición lucrativa, lo cual a su vez se entiende como una alegoría despectiva del capitalismo actual.

En la versión 1941 el compinche de Dumbo era un ratoncito, que en la versión 2019 figura pero sin mayor relevancia puesto que el giro impreso por Burton a la historia se traduce en el desplazamiento del protagonismo desde las criaturas animales hacia los personajes humanos, claramente evidenciable en el tiempo narrativo dedicado a describir los esfuerzos de Holt para restablecer los lazos afectivos con sus hijos, al igual que el metraje insumido en describir las maniobras de Vandervere en su intento de persuadir, por las buenas o las malas, a Max de transferirle el paquidermo volador y otras varias ramificaciones, algunas de ellas inobjetablemente prescindibles, del relato en torno a varios personajes a medio acabar.

Para llevar a término este emprendimiento Burton se rodeó de varios de sus colaboradores usuales, el dúo Keaton/ DeVito que asomó a menudo en su filmografía y aquí vuelve a exhibir su versatilidad interpretativa. Danny Elfman aportó la música a 17 de los largometrajes de la filmografía del director. En la oportunidad el esfuerzo rinde a medias y por momentos no se trata sino de variaciones sobre composiciones ya oídas antes. El siempre acartonado Colin Farrell se mantiene fiel a su estilo excedido de almidón. El resto del elenco hace correctamente lo suyo. El gran aporte, en términos visuales, y si se quiere asimismo en el plano emotivo, es el diseño en CGI, con un realismo sorprendente, de la figura de Dumbo, buscando sacar el mayor partido de sus ojos celestes y tristones, apuntando así a tensar las cuerdas sensibles de la platea.

Esto último no alcanza empero a disimular la frialdad, el distanciamiento, del relato. Ocurre que técnicamente el asunto es una suerte de híbrido, en el modo ciborg digamos, y dicha hibridez, eventualmente admisible en materia del cómo, acaba por contaminar la robustez del qué. Tal suerte de anemia dramática deviene entonces de la indecisión de partida, no resuelta hasta la llegada, entre hacer una parodia transgresora e irreverente —como podía haberse esperado en el mejor momento del realizador—, del mundo Disney y la imposibilidad de hacerla con los dólares Disney. Por eso, al atenerse a la corrección instituida Burton se resigna a una plana labor artesanal, ayuna sin embargo de impronta personal, salvo uno que otro chisporroteo pronto sofocado por la adscripción al recetario vigente.

Así, todo lo que se presume irá a ocurrir más adelante en el discurrir de la historia, ocurre enseguida, extremando la previsibilidad del tramado dramático y desvistiéndolo de cualquier enriquecedora salida por la tangente. Por lo demás Dumbo tampoco consigue sustraerse a la fijación actual con las escenas de acción, manía aparejada al apogeo de los asuntos de superhéroes y otros filones temáticos igualmente exprimidos, sea del cómic o de viejos sucesos de la animación, metiendo por igual donde cabe y donde sobra alguna de tales escenas, a menudo en desmedro del volumen de los personajes y de posibilidades dramáticas más jugosas.

De cuan Disney y cuan poco Burton es en buenas cuentas esta titubeante reivindicación de la diferencia queda evidenciado por la estridente ramplonería de muchos diálogos, otro déficit de una hechura que no aburre ni encanta, es a lo sumo un modesto —en su resultado no en la paquidérmica afectación de su empaque tecno/icónico—, producto de encargo.

Ficha técnica

– Título original: Dumbo

– Dirección: Tim Burton

– Guion: Ehren Kruger

– Novela: Helen Aberson, Harold Pearl

– Fotografía: Ben Davis

– Montaje: Chris Lebenzon

– Diseño: Rick Heinrichs

– Arte: Andrew Bennett,  Gregory Fangeaux, Dean Clegg

– Maquillaje: Kat Ali

– Música: Danny Elfman

– Efectos: James Munro Boles, Mark Bullimore, Loren ClarkHao Truong, Erin Anderson

– Producción: Tim Burton, Katterli Frauenfelder, Derek Frey,

Nigel Gostelow, Ehren Kruger, Justin Springer

– Intérpretes: Colin Farrell, Michael Keaton, Danny DeVito,

Eva Green, Alan Arkin, Nico Parker, Finley Hobbins, Roshan Seth, Lars Eidinger – EEUU/2019