Historia, historias e historietas
Una reflexión sobre la posibilidad de aprender historia leyendo novelas gráficas.
Una de las paradojas más extrañas que me tocó vivir en el colegio, en mis años mozos de estudiante, fue la de oír la historia de la Guerra del Pacífico, versión boliviana. Como hijo de madre chilena, sé que ambos países cuentan esta historia de manera diferente, pese a que existan archivos y pruebas que refuten ambas versiones. Obviamente, todos sabemos cuál es el sentir boliviano y cuál es la “educación” que se da en los colegios haciendo extra hincapié en la parte de odio y acomplejamiento con relación a nuestros países vecinos. Que la excusa de cómo está el país es por su limitación marítima.
Pero si Bolivia es un país limitado, no creo para nada que sea por su falta de acceso al mar.
Mi madre ha sido una persona que toda su vida ha tenido un libro en las manos, y con esta lógica fue a mi colegio y pidió los libros que contarán la historia en sus dos perspectivas. Ella y yo descubrimos dos cosas ese día: que los colegios no tienen bibliotecas y que la educación en el país no es objetiva, sino relativa a la suerte de quién te tocó como profesor.
¡Ah, la relatividad! Einstein estaría orgulloso de Bolivia, donde la medicina puede matarte, la educación te necesita menos creativo y donde el término “serruchar el piso” es sinónimo de amistad o compañerismo.
Teóricamente la historia tiene como función ayudarnos a aprender del pasado. Mirar atrás y descubrir de dónde venimos o de dónde vienen los que nos rodean.
Cómo llegaron ahí. Pero cuando la historia se maneja como una excusa ideopolítica para justificar tu mediocridad, o cuando lo más relevante que se toca en literatura tiene de apellido Galeano o Cuauhtémoc, entonces no tienes que mirar muy lejos para saber por qué Bolivia está donde está. Por eso, bendito sea mi padre que siempre supo ponerme un cómic en las manos. Y de los cómics a las novelas gráficas solo eran unas páginas más. Si antes creía que la historia era inútil, la vida da vueltas (no, no es que soy profesor de Historia ahora) y desde hace un par de años varias novelas gráficas impresionantes me han abierto los ojos (y el corazón) a la importancia de conocer más sobre la historia de la humanidad. Por ejemplo…
El Holodomor fue una acción que tuvo Rusia (Stalin en 1932) sobre Ucrania con el fin de que en un periodo determinado de años, toda la población de Ucrania muriera de hambre. 12 millones de personas fallecieron por la falta de un plato de comida. El recuento de los que sobrevivieron ese terror me quitó el sueño por días.
The Ukranian Notebooks, del escritor y dibujante italiano Igort, viene en formato doble con The Russian Notebooks, que es la historia del asesinato de la activista Anna Politkoyskaya en el ascensor de su edificio. Sus reportajes sobre la segunda guerra chechena llevada actualmente casi en secreto por Putin le costaron la vida.
The Arab of the Future, parte 1, 2 y 3 (Riad Sattouf), es una compleja (mucha política de por medio) pero divertida autobiografía que sigue la infancia de un niño entre Francia, Libia y Siria, donde su padre trata de reconciliarse con su herencia árabe pero sin aprobar las restricciones o excesos que ofrecen estas tres ciudades.
No puedes besar a quien quiera, de Marzena Sowa y Sandrine Revel, es la pequeña historia de un chico que quiere besar a una compañera durante la proyección de una película de propaganda rusa, evento que desencadena un efecto dominó que pone en peligro a varios adultos que serán cuestionados por esta acción en una Unión Soviética que no duda en “desaparecer” a quien la cuestione.
Los esclavos olvidados de Tromelin (Sylvain Savoia) es la historia olvidada de un barco de esclavos que encalló en una isla del océano Índico y que obligó a esclavos y piratas a sobrevivir por 15 años en una comunidad que luego fue ejemplo de los errores sobre la esclavitud. Para demostrar el nivel de novela de la que estamos hablando, esta historia fue elaborada en conjunto con la expedición arqueológica que visitó la isla para desenterrar su historia. De hecho la novela tiene al final un compendio con entrevistas y fotos a los arqueólogos que exploraron la isla y cómo descifraron sus secretos.
Las novelas gráficas han evolucionado de ser solo historias a ser documentos históricos de la humanidad. Hay reportajes y expediciones que en lugar de quedarse como libros o notas de revistas, cruzan al formato visual para crear el mayor impacto posible. Y sus autores no son simples dibujantes imaginando lugares y personas, son neoinvestigadores involucrándose hasta arriesgar sus vidas en pos de verdades e historias que otros tratan de ignorar o temen contar. Valientes dibujantes tratando de cambiar el mundo.
De hecho, leyendo un día una serie francesa llamada Hombre del Año, dedicada a narrar pasajes desconocidos de la vida de personas importantes para la humanidad, encontré la historia del hombre que mató al Che Guevara (1967). La primera página tiene a Evo inaugurando clínicas cubanas y cuenta los hechos (reales) de cómo un doctor cubano cura de la vista a Mario Terán, hombre que 40 años atrás le disparó al Che (guerrillero cubano por si alguien se pregunta cuál es la relación). Conmovido por esta circularidad, el hijo envía una carta contando la historia de su padre al diario El Deber en Santa Cruz y bastan unos días para que reporteros de todo el mundo busquen al hombre que mató al Che. Terán desaparece por temor a lo que pueda pasarle pero su historia, basada en la carta y en investigaciones que hacen los autores en Bolivia, es bellamente retratada en un cómic que no podría ser más fiel a las locaciones (Santa Cruz, Vallegrande) y a los hechos conocidos y no tan conocidos (la CIA, las manos, la maestra).
Todos estos relatos inspiran. Educan y son fáciles de asimilar (con relación a un libro de 300 páginas, éstas se leen en media hora). Si seguimos el dicho de que el futuro de un país son sus niños, ¿por qué no enseñarles algo más que odiar a sus vecinos? Darles estas historias para que sepan que el mundo no termina en el lago y que una persona sí puede hacer la diferencia.