En la fotografía sepia, un soldado tendido en la hamaca conversa amenamente con un compañero. En segundo plano, otros uniformados huyen del sol que se presume intenso por las sombras alargadas de los árboles raquíticos. Es un campamento en la Guerra del Chaco —algún fortín— y es, probablemente, uno de los pocos momentos de tranquilidad tan cerca de las trincheras.

Me gusta imaginar que el hombre de la hamaca es mi bisabuelo Juan, que se enroló en el segundo año a la contienda. Sombrerero, futbolista y padre de cinco hijos, el abuelo era profundamente stronguista. A tal punto que asistir a las reuniones del club le había valido más de una pelea con su esposa, según recuerdan las tías viejitas. Me gusta imaginar que habla de The Strongest con su compañero, que recuerdan aquella legendaria victoria contra Almagro de Buenos Aires, que analizan al equipo, que cantan Negra Zamba… ojalá.

Mi abuelo nunca volvió del Chaco. De él se sabe, a ciencia cierta, que fue soldado y que fue stronguista. Fue uno de los miles de hinchas anónimos del club que dejó su vida en la guerra “maldita”.

Este libro me hizo recordar a mi abuelo y seguramente provocará similar nostalgia en los lectores que tengan a algún antepasado relacionado de algún modo a nuestra última guerra. En Bolivia somos casi todos. En ese sentido, Ya no morirán vence a su primer enemigo declarado: el olvido.

Periodista al fin, Ricardo Bajo presenta un documentado estudio sobre la participación del club The Strongest en la Guerra del Chaco, resultado de años de trabajo de hemeroteca. Segundo gol, pues, aunque parezca increíble, son pocos los investigadores que van a las fuentes directas —como los periódicos de la época— y no se conforman con repetir los mitos.

Será de tanto leer notas escritas hace 87 años que el autor logra reconstruir el lenguaje de esa época lejana. Y para bien; pues el uso de la quinta persona hoy resulta nostálgicamente vintage. ¿Estáis de acuerdo? Es que —yendo a lo importante— un tiempo es ante todo su lenguaje.

No es todo reconstrucción. En varios capítulos, Bajo logra otros tonos, desde heroicos (Cañada Strongest, K’alatakaya warikasaya) hasta poéticos (Chaco o quemarse vivo otra vez). Y entre crónica y retrato, escarba fechas, nombres, apellidos, fotografías de cientos de socios gualdinegros que fueron a la guerra, algunos desconocidos y otros famosos como Rafael Pabón. Dosificación de historia, reportaje periodístico y parodia con anécdotas, el libro se unifica en su espíritu stronguista declarado de inicio.

Este es el libro de un hincha que resulta entrañable para los stronguistas, para los bolivianos. Por si fuera poco, a mí me hizo evocar a mi abuelo en una antigua fotografía sepia. Y eso no es poco.