Avengers: Endgame
El cierre de la primera era de las cintas de los héroes Marvel estuvo a cargo de Anthony y Joe Russo
¿Será una página de crítica cinematográfica el espacio más pertinente para el análisis de esta jugarreta terminal, dizque, de Marvel en la disputa, ya no únicamente por la taquilla, más bien por la consagración del número como indicador supremo del grado de sonambulismo tecnológico-financiero inducido por el capitalismo informático mundializado?
Cabe dudar, máxime si se repasan los encabezados de la algarada mediática planetaria montada en las últimas semanas en el modo de las apuestas hípicas aventuradas al equino preferido de cada quién. ¿En cuántas salas desembarcó el mismo día, a idéntica hora, la papilla de los Russo Bros? ¿Cuántas milésimas de segundo restan para que la suma de millones de dólares ingresados a las boleterías sobrepase todo montante conocido hasta la fecha? ¿Cuántos hectolitros de flujo lagrimal fueron derramados por los fans sintiendo que esos compinches de toda la eternidad dicen “chau”, se mandan a mudar a sus cuarteles de invierno?
¿Cuánto, cuanto, cuánto? Malabarismos numéricos de todo pelaje imaginable e inimaginable monopolizan las consideraciones a propósito del asunto. ¿Qué?, ¿cómo?, ¿para qué? han pasado a ser cuestiones irrelevantes.
Y el definitivo misil subliminal claro: si no estuviste el día señalado a las 03.00 entre los elegidos por el destino para engullir 182 minutos de elefantiásica nada, estás out, fuera, eres poco menos que un despojo, te perdiste la oportunidad irrepetible de tu existencia. A guisa de pálido consuelo puedes resignarte, eso sí, a coleccionar las listas generosamente ilustradas regaladas por los diarios, de episodios previos de la saga, esperando que esa factibilidad te habilite para meter la cuchara en cualquier conversación acerca de las pistas que pronosticaban el adiós de la Viuda Negra, materia trascendental por cierto.
Al ocultamiento del valor real de toda obra verdaderamente creativa en cualquier campo de expresión —en el cine también desde luego— ha contribuido la puesta en boga del término spoiler, la palabreja de moda, inductora de la paranoia idiota por ella promovida. Al grado que innumerables críticos se sienten compelidos a encabezar todas y cada una de sus recensiones jurando que las mismas se encuentran vacunadas contra la tentación a pecar incurriendo en un spoiler siquiera.
Es, dicho sea de paso, un síntoma inocultable de la propia desorientación de comentaristas y teóricos embarcados con entusiasmo digno de mejor causa en este vaciamiento del sentido de su tarea, aportando así su tonelada de arena al embrollo entre producto y obra, muy propia por lo demás del tiempo de la entronización de la posverdad en tanto estrategia de rebaja de la información, ella también, a puro asunto de cantidad. Una camada de críticos posmodernos —algunos mayorcitos también pisaron el cepo— persuadidos al parecer de que el nacimiento del cine fue un acontecimiento ligado al alumbramiento del universo Marvel, o fruto del parto simultáneo con Iron Man, han asumido voluntariamente el rol de voceadores de semejante malentendido.
Eisenstein, Dreyer, Hitchcock, Welles, Truffaut, Herzog y un nutrido plus de maestros del cine se habían ocupado en su momento de dejar en claro que las historias por ellos puestas en imagen ya habían sido todas contadas antes, dato esencial que no los desvelaba en absoluto puesto que lo suyo era encontrar la manera de volver sobre ellas de modo tal que diera la impresión de que esa, la suya, era la única forma de contarlas, sabiendo por cierto que siempre se encontrarían nuevos modos de hincarles el diente, y que en tal búsqueda estriba en definitiva la esencia del empeño creativo para aventurarse al desentrañamiento de los misterios perpetuos de ser uno, sabiéndose finito, entre muchos otros.
Los géneros, en ese mismo alcance, configuraron, cuando el cine asumía, no en su totalidad puesto que la presión comercial ha sido de igual manera constante y abrumadora casi desde el advenimiento de la herramienta de la imagen en movimiento, una tarea diferente a la de una fábrica de salchichas, códigos que eran asimismo desafíos a la imaginación y el talento para que las películas, amén de ofertar un grato pasatiempo, se propusieran enriquecer la visión del espectador sobre su tiempo y su entorno.
Nada que ver con la autorreferencialidad promocionada como el máximo atractivo por la plaga de las franquicias y llevada a su culminación por el Universo Cinematográfico Marvel, cuya paupérrima oferta consiste en retar al consumidor a encontrar en los episodios precedentes las pistas de la trama de los siguientes, desentendiéndose de lo que ocurre hoy/aquí.
En tal orden de cosas cabe sospechar que el acicalado, pero en modo alguno inocente, dilema que ponen a consideración las andanzas del Capitán América y su pandilla invita a elegir entre la perpetuación del orden de cosas dado o, en su defecto, el apocalipsis. Retórica de inocultable empaque conservador indoloramente infiltrada en la subjetividad de los atontados, ansiosos, compradores del capítulo que vendrá según ofertan, en formato de spots, los adelantos incluidos post secuencia de créditos, que a su vez relativizan la valoración de lo recién apreciado acicateando el apetito por lo que vendrá.
Quiero decir, más allá de su insípida nulidad cinematográfica Avengers: Endgame sí puede ser tomada como un compendio exhaustivo que invita detenerse a pensar un momento acerca del calamitoso estado del arte de la llamada cultura pop, enredada en la espesa telaraña de la mercantilización integral de la existencia humana, y en los extravíos del cine afectado por ese mismo virus.
Pero a disimilitud de lo opinado en buena parte de las recensiones publicadas en el mundo entero no por tratarse de una memorable culminación de los 22 capítulos fabricados por la franquicia Marvel para poner su sello a una etapa memorable del cine mainstream. Al contrario, por qué aquí quedan expuestas todas las flaquezas propiamente cinematográficas causadas por la reducción del relato cinematográfico a un mero asunto de estrategias de mercadeo basadas en la banalización maniquea sujeta a los cálculos corporativos y a los dispositivos publicitarios.
Este simulacro de adiós es la coda predecible de Infinity War (2018), con algunos toquecitos añadidos de humor y de sensiblería acomodada al momento de la separación. Persisten empero los personajes a medio hornear, los baches de guion y las relaciones sacadas de la manga sin la menor lógica dramática. La gran diana de Anthony y Joe Russo consistiría pues en haber conseguido enmascarar de nuevo el vacío discursivo embutiendo en tres horas las incontables pistas desperdigadas en las algo más de 50 horas insumidas por la doble decena de eslabones precedentes, reservando de paso unos minutos para la reverencia terminal de cada uno de los componentes del abigarrado plantel de súper-paladines y malandras de variada estofa. Instancia estelar cuando los seguidores comienzan a sentirse en orfandad y revolotea insistente la pregunta ¿y ahora quién podrá defendernos?
No vaya a creerse empero que nos hemos sacado de encima el universo Marvel. Entretanto la máquina de hacer billetes siga rindiendo ya planificará el comité de ventas como seguirle dando manija.
Ficha técnica
Título original: Avengers: Endgame
Dirección: Anthony Russo, Joe Russo
– Guion: Christopher Markus, Stephen McFeely
– Libro de Cómics: Jim Starlin
– Fotografía: Trent Opaloch
– Montaje: Jeffrey Ford, Matthew Schmidt
– Diseño: Charles Wood
– Arte: Julian Ashby, Thomas Brown, Ray Chan, Jordan Crockett, Jann K.
– Música: Alan Silvestri
– Producción: Victoria Alonso, Mitchell Bell,
Ari Costa, Louis D’Esposito, Jon Favreau, Kevin Feige
– Efectos: David J. Barker, Michael Berzsenyi,
David Boucher, Marshall T. Broyles, Jim Charmatz
– Intérpretes: Robert Downey Jr., Chris Evans, Mark Ruffalo,
Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Jeremy Renner,
Don Cheadle, Paul Rudd, Benedict Cumberbatch,
Chadwick Boseman, Brie Larson, Tom Holland,
Karen Gillan, Zoe Saldana, Evangeline Lilly,
Tessa Thompson, Rene Russo – EEUU/2019